Ah, estas cosas del arte y el progresismo…

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Hoy en día me ha tocado escuchar a muchas personas hablar sobre el mundo de las artes haciendo referencia a una intersección. Ya sea en redes sociales, lo que leo en línea o en papel respecto a críticos de arte, o comentarios dichos por compañeros virtuales de clase. Para ellos y muchos otros, el mundo de las artes es, aparentemente, una intersección: es la intersección de raza y mensaje, la cruza entre sociedad e historia, una mezcla entre la expresión y la verdad (subjetiva), es el punto donde se conecta todo aquello que existe y todo aquello por lo que estamos inconformes.

Bueno, como dije, es lo que me ha tocado escuchar/leer. Yo personalmente no me subscribo a ese tipo de mentalidad o ideología. No digo que yo tenga la razón por encima de los otros, pero de igual manera, que sean múltiples personas las que dicen eso (por no decir mayoría, ya que no sé si lo son o no) no implica que ellos y ellas tengan la razón.

Si uno está completamente del lado de ellos, quiere decir que una historia ya no puede ser una historia o que una historia no debe ser solamente una historia. Debe haber un mensaje representativo, ya sea literal o metafórico, y dicho mensaje debe ser de una visión progresista/izquierdista –por lo menos si perteneces al mundo de las artes de lleno.

Una película no va a ser solamente un remake, va a ser un evento post-feminista donde el elenco, asistentes, directores, escritores, gaffers, best-boys, best-boy grip, asistente de fotografía y misceláneos, van a ser del sexo femenino para demostrar que hay producto y mercado…

Una obra de teatro no va a ser solamente una puesta en escena, va a ser un evento compuesto por personas de color en torno a una historia de personas de color, en un teatro construido a mano en el último vecindario sin aburguesar, hecho por personas de color que fueron los primeros en su familia en completar estudios superiores en un mundo de instituciones anglosajonas, demostrando que las personas con melanina pueden avanzar en un mundo carente de la misma…

Una novela no va a ser solamente una historia escrita por un autor, va a ser una crónica de la visión naturalista de los primeros pueblos donde la representación de arquetipos históricos será transmutada a pueblos en desarrollo para demostrar que la colonización blanca fue, y sigue siendo, primordialmente para expander el eurocentrismo a través de la destrucción de arquetipos originales no-eurocéntricos…

Y así nos vamos…

Como cada año, un día domingo en febrero, se entregaron los Óscares. Este año ocurrió el 26 de febrero, mientras que hace un año fue el 27. Y esa no es la única diferencia, hace un año estaban todos (virtualmente) indignados, diciendo que cómo es posible que en un mundo post-racial y post-racismo (ta’ weño), todos los nominados en las categorías principales hayan sido personas blancas –aquí hay personas que se volvieron cínicamente creativas, tanto en defensa como en crítica, diciendo: “bueno, es que aquí tenemos un blanco que es episcopal, mientras que en esta categoría hay un católico del este, un pentecostal del sur y un bautista con raíces en el estado de Colorado…”

Puede que tengan razón todos aquellos que valientemente utilizaron el hashtag #OscarsSoWhite para protestar tal falta ante la humanidad y las artes. Pero tampoco hay que olvidar que todo esto comenzó, en gran parte para no achacarle una totalidad desconocida, gracias a Jada Pinkett-Smith, esposa de Will Smith, quien se mostró por demás ofendida ante el hecho de que a su esposo no le fue otorgado un Óscar instantáneo, o por lo menos una nominación al galardón.

Algo que últimamente se olvida con harta frecuencia, pienso yo, es que tanto en la belleza como en el arte, todo está construido con base en la subjetividad. Es decir, para la señora Pinkett-Smith, su esposo dio uno de los mejores papeles en la historia de la actuación en filme… mientras que para otros, fue solamente otra película más de calidad mejor al promedio (y si no me creen, vayan por la película Concussion, y pongan la escena introductoria donde el señor Smith, en papel del Dr. Bennet Omalu, fluctúa dentro y fuera del acento elegido para su personaje).

De ahí en adelante, como avalancha alpina –¿o será mejor compararlo con un deslave estepario para no caer en el racismo?– las personas se agarraron del hashtag y de los comentarios de Jada para protestar y quejarse del show. Llegó al punto la susodicha de decir, valientemente en su twitter, que quizás las personas de color no deberían participar y punto (“Should people of color refrain from participating all together”). Esto, por supuesto, en pos y defensa de la diversidad.

Y esto para mí, cínico como George C. Scott, quien no aceptó su Óscar hace años, es bastante curioso. Ya que la película más galardonada el año pasado, Mad Max: Fury Road (peliculón feminista, dijeron en The Huffington Post), a voz del director y las mujeres que subieron a aceptar sus Óscares en “categorías menores”, fue una película creada por un elenco y equipo técnico compuesto en su mayoría por el sexo femenino y por nativos australianos, o aborígenes (nótese que el director George Miller es 120% australiano).

¡Ah! Pero eso sí. Cuando –¡por fin!– le dieron su estatuilla de mejor actor a Leonardo DiCaprio (por comerse un pez crudo, al parecer), el hashtag cambió de #OscarsSoWhite a #OscarsSoRight. Con decirle que hasta Don Chon se fue rumbo al Hermosillo Flash y al Ángel de la Independencia a festejar como se debe. Mientras que Tom Hardy, aunque sí por su papel de reparto en The Revenant, no fue considerado por sus dos papeles (hermanos gemelos) en la película Legend (y esto, ¿no es racismo o discriminación? Digo, tomando en cuenta que el señor Hardy es británico-irlandés, no americano…).

Y todavía-luego-entonces (síguele, pues) están los hechos que son hechos.

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Hay cosas que no caen dentro de lo subjetivo del arte, la belleza y el amor. Como el hecho de que debido a mi locación geográfica, me veo expuesto a conversaciones respecto a raza/etnicidad de una manera mayor a personas que viven en otras localidades dentro de los Estados Unidos o en otros países donde la diversidad de razas constituye un volumen menor en la población. (Nótese: no estoy diciendo que países como México, Malasia o Corea se muestren en contra de la diversidad racial/étnica, pero, ya sea por cuestiones económicas, geográficas o políticas, sí existen sociedades que son llamadas monoétnicas –aunque sea éste un término a veces criticado por personas que saben y estudian al respecto).

Hechos también son los siguientes en las categorías “mayores” de los Óscares (al parecer refiriéndose solamente al actor principal y de reparto en las categorías varonil y femenil):

Desde el año 2000 a la fecha, solamente ha existido un nominado que no sea americano o europeo (anglosajón o no): Demián Bichir por A Better Life. Y si seguimos contando pa’tras, tenemos que llegar hasta 1971 para encontrar a otro actor no americano ni europeo (blanco o no), en ese caso fue Topol, por su papel de Tevya en la película Fiddler on the roof (El violinista en el tejado). Dentro de los actores de reparto masculinos ha existido un poco más de diversidad, pero nuevamente sólo pude encontrar tres actores “diversos” nominados en épocas recientes: Ken Watanabe, japonés, en el 2003. También a Djimon Hounsou y Barkhad Abdi, beninés y somalí, respectivamente (ambas naciones africanas). Cabe aclarar que ninguno de estos caballeros que mencioné ganó el galardón.

En la categoría de actor principal y actor de reparto femenino, ha existido más variedad que con el sexo masculino, pero no creamos que tanta. Ya que desde el 2000 a la fecha solamente la colombiana Catalina Sandino Moreno, en 2004, ha sido nominada en actor principal (bueno también Salma Hayek en 2002, pero dicen los de la extrema izquierda que hay que boicotearla porque no respeta a otras mujeres de color). Y más en el pasado, solamente encontré a Fernanda Montenegro, brasileña, en 1998, por su papel en “Central do Brasil”.

En la categoría de reparto, desde 2000 a la fecha, solamente Rinko Kikuchi, japonesa, ha sido nominada… bueno, está el caso curioso de Lupita Nyong’o, que al parecer lo van a exprimir hasta la muerte como ejemplo de diversidad y victoria. La señorita Nyong’o ganó un Óscar en el 2013, y si se buscan sus créditos, ella es expuesta como la primer keniata, y a la vez como la primer mexicana, en ganar un oscar (nació en la ciudad de México de padres de Kenya). Dejando la situación con la claridad de una letra de Bob Marley: I shot the sheriff, but I did not shoot the deputy (oh, pues: ¿see o nel?)

Dirán que estoy creando muchas divisiones, pero también busco ser específico, porque luego dicen las personas: “no puede haber falta de diversidad en la Academia porque han ganado Javier Bardem y Penélope Cruz los Óscares, y ellos no hablan bien el inglés”. Bueno, hablando del no-eurocentrismo…

Y a final de cuentas sí, en honor a la verdad se mencionan los ganadores: unos más a tiempo que otros –y quizás con más peripecias. Pero a final de cuentas, no es nada más cosa de quienes van y buscan crear su arte, y de quienes lo juzgan con un valor socio-racial. Porque, digamos (en una idea/ejemplo bien fumarola), que yo escribiese un guion que es nominado y termina ganando… ¿lo gané debido a que fue un trabajo superior o debido a que estuvo ma’o menó pero no soy blanco (anglosajón, pues)?

No todos podemos ser artistas increíbles, no todos pueden resultar ganadores nomás porque sí. A final de cuentas tiene que ganar alguien y tiene que perder alguien, y no es nomás injusticia basada en la raza o grupo étnico o religioso. Muchas veces son cosas que no tienen una explicación concreta. Y si no me creen, vayan a ver la película Junebug y fíjense en la actuación de Amy Adams –pero fíjense bien– y luego vuelvan a decir (si pueden) que es injusto que Ryan Gosling no haya ganado un Óscar y Emma Stone sí (pobrecita, se quedó solita); los dos por medio cantar y medio bailar –pero ahí sí: son tan bonitos, ¿cómo no premiarlos?

Hay que admitir que si nos vamos a quejar o indignar por algo, por lo menos que sea con fundamentos. Porque si vamos (van) a estar reclamando igualdad y diversidad, donde históricamente no la hubo, o si se hace esa reclamación con base en “cierta diversidad” solamente, no con base en todos los grupos que son excluidos, ahí sería como pedirle peras al naranjo… o diversidad a una industria que nació basada en la exclusión y persecución (véase Europa 1939 a 1945), pero esa ya es harina de otro costal…

And the winner is… (sobrecito correcto, por favor).

Por Alí Zamora

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Sobre el autor

A. Zamora – Departamento de Vías y Transportes. Estudiante de música, lenguas y el prójimo (hasta el ajeno de vez en cuando). En su momento compositor de ritmos y, cuando se requiere, de enunciados llenos de palabras. Muestra un interés por las artes, la música, las leyes incongruentes, las tortugas y que dejen jugar a los chiquitos. Hace algunas décadas inició un viaje que no termina, pero comienza nuevamente cada día…

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