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A Rubén Duarte “El Lennon”

In memoriam

«Vamos a suponer que el hombre es hombre y que su relación con el mundo es una relación humana»

Karl Marx

Manuscritos Económico Filosóficos

1.-Proletarios del Mundo, Uníos

La noche anterior en que Violeta Chamorro ganó las elecciones presidenciales en Nicaragua allá por 1990, tres alegre tigres hacíamos pronósticos políticos. “Sin duda”, decíamos entre cervezas y una botanita de atún, “que Daniel Ortega va a repetir y a ganar. Seguro que los sandinistas van a ganar”. Y nada que ganó la Violeta Chamorro.

Éramos tres alegres bohemios ahora convertidos, por obra y gracia de la vida, en dos doctores en Historia y uno en Salud Pública. Lo cual quiere decir que todo nuestro bagaje intelectual sirvió de poco. Simplemente nos avasalló nuestra ideología izquierdosa. Pero cabe cuestionarse, ¿sigue esto así? Esta es la pregunta que trataremos de despejar de manera poco formal, alegre y generosa.

Quiero comenzar con esta anécdota porque este relato girará más alrededor de situaciones anecdóticas vividas con personajes de la izquierda en el DF y sonorense desde hace treinta años y con ciertos puntos de análisis y reflexión desde mi subjetividad. Se parte sí, de entender que el discurso de los actores sociales, bajo el principio de representación social, nos permite reconstruir los aspectos de una ideología que nos inundó y a la cual nos entregamos, tal vez con derroches de candidez, en la década de los setenta. Pero además, se trata de reflexionar, creativa, lúdicamente sobre cómo esta ideología nos encuentra como sujetos activos ahora en este mundo pragmático, aparentemente desideologizado, sobresaturado de información y a la vez, paradójicamente poco formativo de valores como de aspectos esencialmente humanos.

Daniel Ortega colocando banda presidencial a Violeta Chamorro en el Estadio Nacional. LA PRENSA/jv

2.-La moral revolucionaria

En el año del 2004 el colectivo Musas, que agrupa a ex estudiantes de comunicación de la Universidad de Sonora, me invitó a una de sus reuniones. En ella platicamos de las posibilidades de financiamiento a los proyectos de trabajo comunitario y de difusión de sus políticas de visión y defensa de género. La situación fue para mi sorprendente. Estos camaradas, treintañeros promedio, hacen buen trabajo comunitario y político sin una rigurosa formación política. Por lo menos eso aprecié. Esto, era impensable en los setentas.

Desde los años sesenta, pero más en los setenta, uno entraba a un grupo político de izquierda, facción  o partido político y tenía que soplarse de seis a ocho meses de adiestramiento en las células o los círculos de estudio de la doctrina marxista. No había elección. Los “Conceptos fundamentales del materialismo histórico” de Martha Harnecker, “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” de Engels, El “Manifiesto del partido comunista”, El “18 brumario…”, entre otros y desde luego “El capital” de Karl Marx eran los textos que tenía uno que conocerse y citar constantemente. Sin duda, y luego de todo eso podía uno hacer trabajo comunitario, volantear, o hacer cualquier trabajo político con estudiantes, obreros o amas de casa. Antes no.

Y si uno además estaba en un grupo de tendencia maoísta, pues a leerse el Libro Rojo de Mao Tse Tung. Si el grupo era Trostkista, pues la Revolución Interrumpida de don León Trostky, si el grupo era marxista-leninista de la vieja guardia, pues “Materialismo y Empiriocriticismo” del Lenin y, si era marxista martiano, pues “La Historia me absolverá” de don Fidel Castro y “Guerra de Guerrillas” de don Ernesto Ché Guevara..

Para colmo, a mediados de los setentas comenzaron a surgir nuevas posiciones marxistas y apareció la tesis de que uno debía leer además y saberse toda las propuestas del intelectual orgánico de Gramsci, la propuestas freudomarxistas de Wilhem Reich y Herbert Marcuse, los nacientes rollos feministas de dona Alexandra Kolantay. Y eso si no aparecía algún seguidor de las propuestas mexicanas y entonces, además había que soplarse El “Ensayo de un proletariado sin cabeza” de José Revueltas y alguno que otro de los trabajos de los anarquistas mexicanos del periódico Regeneración.

Sólo entonces podíamos tener contacto con las masas, y ya teniéndolo seguía el estudio con Oparín y su origen de la vida y Los cursos de filosofía de Politzer, etc etc etc.

Pasa la anécdota: el güero Kowan hizo la primaria y secundaria en Sahuaripa entre burros y cerros, la prepa en Hermosillo viviendo en casa de una tía, entre tortillas de harina con frijoles y rezos del rosario todas las tardes, y se fue a estudiar medicina al DF, a la UNAM, en el año 78. Llega a vivir a la Casa del estudiante sonorense y esperando que su primer libro sea el Testus Larget de Anatomía o el Guyton de Fisiología se lleva una sorpresa. Su primer libro que tiene que leer es Dialéctica de lo concreto de Karel Kosick, el segundo, el 18 Brumario de Luis Bonaparte de Karl Marx. Bienvenido, Kowan, al mundo marxista, atrás quedaron las coyotas y el cielo sin límite de la sierra sonorense.

3.- Este puño sí se ve

Ya que había pasado la etapa exclusiva de los círculos de estudio, venía la etapa combinada de “estudio y acción de masas”. Con tareas tan disímbolas como volantear en las esquinas toreando carros, lo mismo que irse de madrugada a hacer “pintas” en las mejores y más limpias paredes de la ciudad. Pero no por homenaje al graffiti sino expresando en tinta roja o negra lemas como “Universidad al Pueblo”, “El Ché vive”, “Ese hotel será hospital”, “Prensa vendida”, “Muera LEA” o “Muera el PRI-Gobierno” y desde luego “Por una universidad democrática, critica, científica y popular”. También otra de las tareas era “botear”, acción revolucionaria en los setentas que ahora en el nuevo siglo se encuentra en poder de drogos redimidos, riñones que se transplantarán a una niña desconocida o, a beneficio de la reina de un Cebatis, o aún para los fondos del seminario.

Si uno pasaba esas tareas seguían ya las de ir a trabajar con las masas, o ir ha “hacer presión” en algún movimiento popular. Lo que implicaba hacer un breve mitín en alguna escuela de la universidad, o en algunos casos sumarse a la marcha del sindicato de Euzkadi, de la Cooperativa de Refrescos Pascual, o de Galván y la corriente democrática del SUTERM.

Pasadas esas acciones siempre bajo la supervisión de algún “compañero” o “compañera” -quienes avalaban nuestro buen o mal proceder revolucionario con alguna cita del Marx o de Lenin-, seguía la posibilidad de hacer acciones de más peligro. Sólo entonces se nos revelaba que había contacto con la guerrilla urbana o con el Ejercito de los Pobres, o incluso con la Liga 23 de Septiembre. No antes.

Sale la anécdota: con los hermanos  Eugenio y Carlos Imaz hice la secundaria en el 71 y 72 en el DF. Nos volvimos a ver en el 74, ellos en el CCH sur y yo en Prepa 8 de la UNAM, ya como dirigentes estudiantiles de los Comités de lucha. Del 76 en delante de nuevo nos reuníamos, Eugenio estaba en la carrera de Antropología en la ENAH, Carlos Ímaz en Ciencias Políticas y yo en Medicina, en la UNAM. Hicimos un grupo de estudio de pacientes tuberculosos bajo los lineamientos de Pedagogía del Oprimido y La Educación como práctica de la Libertad de Paulo Freire, en el Hospital de Huipulco. Después yo me vine al norte en el 80, médico del IMSS, y metido en la academia, la familia y la literatura. Eugenio se hizo director del Canal de TV del Estado de Hidalgo de un gobierno Priísta, luego en Canadá, luego fue director del CISEN; Carlos Ímaz fue dirigente del CEUS, exdirigente del PRD en el DF y fue el delegado perredista de Tlalpan y repartió condones al por mayor. Qué loco concluyó así, uno de los orígenes  de familias Marxistas que iniciamos en el 72 en la secundaria.

El otro círculo Marxista donde me formé en los setentas, era más loco todavía, pero más formal y exigente. Puros marxistas de la vieja guardia, casi todos muertos ya. Ellos formaron el Frente Nacional de Pensionados y Jubilados del IMSS con don Eduardo Alonso Escárcega al frente y Adolfo Gilli y el Galván de la corriente democrática como asesores. Yo era realmente el mandadero que iba por la sodas y recibía los coscorrones por atrabancado. Paradójicamente estos viejos marxistas fueron en los setenta, los que introdujeron las primeras lecturas del neomarxismo de Theodore Adorno, Walter Benjamín, Marcuse, Habermas y de Gramsci.

Gramsci, photographed in 1933. Photo by Wikimedia commons.

4.- Las condiciones objetivas están dadas

Una de las ventajas de formarse en el marxismo era que nos podíamos conectar personas de los más variopinto imaginable. Todos habíamos leído casi lo mismo. Así entonces en el año 76 al entrar a Medicina me encuentro a Ana Lilia Martínez Vega y al Agustín Alfonso Rivas de aquí de Hermosillo, quienes me platican del movimiento de la Prepa de la UNISON y los “chingadazos que les arrimaron a los Micos”, las barricadas y las corretizas. Y luego platicábamos con Jesús Armenta “El Bato”, quien venía de Los Mochis y participó en grupos campesinos del norte de Sinaloa. Y todos coincidíamos en intereses, en lecturas, en puntos de vista. Todos queríamos “Hacer la Revolución” y estábamos seguros que lo íbamos a lograr, porque las condiciones objetivas de explotación ya estaban dadas. Sólo faltaban las subjetivas, y ése era pues nuestro trabajo, el lograr las condiciones subjetivas.

Ocho años después en 1984, Jesús Armando Haro, quien ahora es investigador de El Colegio de Sonora, junto con el “Cocodrilo” Rubén Calderón, quien había estudiado en los setentas en la Universidad Nicolaíta y hablaba pestes de Cuauhtémoc Cárdenas pero se sabía todas las pirecuas cual buen michoacano, y yo nos fuimos a “hacer la revolución”. Así entonces nos fuimos para realizar  el año de campo de la especialidad médica a la Mesa del Huracán, Municipio de Madera, Chihuahua, cuna del asalto al cuartel que dio origen a la Liga 23 de septiembre. Como era de esperarse iniciamos nuestro “círculo de estudio” y a planear el trabajo político junto con los maestros de la secundaria rural, que todos eran marxistas. Porque “las condiciones objetivas ya estaban dadas” El resultado fue el que era de esperarse. Ni hicimos la revolución, ni transformamos la salud del pueblo, ni cambiamos al seguro social, ni hicimos el texto revolucionario de Medicina Familiar que nos habíamos propuesto escribir para todas las escuelas de medicina del país. En cambio, nos divertimos bastante, la nieve nos cubrió junto con la amistad fresca de la gente de la sierra y los bosques de Chihuahua, y nuestra amistad casi se perdió. Amistad que pudimos recuperar seis años después con Armando, y catorce años después con el “Cocodrilo” Calderón. Pero no, pues no; una Revolución, la revolución que nunca se hizo no valía la pena que limara una amistad de años. No vale la pena, por mucho que las condiciones objetivas sigan estando presentes.

Al regresar a vivir a Hermosillo desde 1985, comenzó la amistad con Rubén y Mireya, con Leopoldo Santos y su Chayo, con Ismael Valencia y Petra, con Armando Moreno y la Lolita después, con tantos buenos revolucionarios.

5.-La universidad al pueblo, la salud al pueblo

Una de las ventajas de formarse y participar políticamente en lo setentas, fue que uno se involucró no sólo en los círculos de estudio y la “acción de masas”, sino en todo un amplio movimiento cultural y social.

De tal forma que los que estábamos estudiando Medicina en la UNAM, leíamos a Julio Cortázar, a Vargas Llosa antes de que se volviera de derecha, al Gabo García Márquez, al Alejo Carpentier y sus maravillosos Pasos Perdidos, a Mario Benedetti con su novelita “La tregua” que todos leímos y releímos, al maestro Jorge Luis Borges, a Carlos Fuentes y a José Revueltas y a la Poniatowska. Descubrimos la poesía de Ernesto Cardenal, de Gabriel Celaya y su visión de que la Poesía es un arma cargada de futuro, Neruda era un dios, Nicanor Parra su profeta. Renato Leduc fue el dueño de la poesía más irreverente jamas escrita y además sus crónicas periodísticas  inauditamente mucho más audaces que todo lo que puede ser hoy en día cualquier  stando up.

Pero lo interesante es lo que los que estudiaban letras y filosofía, habían leído los textos iniciales de la salud y medicina marxistas de Asa Cristina Laurell o de Eduardo Menéndez. Los de ciencias políticas o ingeniería habían leído los trabajos de pedagogía de Paulo Freire. Y todos, todos nos formamos con Eduardo del Río, Rius, con sus Supermachos y sus Agachados, y luego con sus traducciones marxistas al comics, antes de volverse vegetariano.  Por cierto, dejamos la ingenuidad de Archi y Verónica, por el humor político de Quino con su Mafalda, y al acre, corrosivo humor de Fontanarrosa y su “Boggie, el aceitoso”

Todos nos sabíamos de memoria las canciones de Violeta Parra, y de Joan Manuel Serrat, pero también aprendimos a cantar en las Peñas a Inti Illimani, Los Folkloristas, Quilapayún, al Atahualpa Yupanqui, Daniel Viglietti, Oscar Chávez, a la sinaloense parcial universitaria sonorense de Amparo Ochoa,  al cubano antiguo de Carlos Puebla y sus Tradicionales, y a los nacientes Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Incola, Amaury Pérez y Vicente Feliú. Y si uno era todavía más radical en la izquierda entonces escuchaba al costeño hermosillense José de Molina y a Los nacos.

Pero la onda no paraba ahí. En el teatro había todo una idea de experimentación con los trabajos de Alejandro Jodorowsky, con Eugene Inoesco, con puestas en escena de Bertolt Brecht, o con el sempiterno “Pedro y el Capitán” de Benedetti. Y en el cine ni qué decir: Ingmar Bergman con sus “Gritos y susurros”, Luis Buñuel con “El obscuro objeto del deseo” y “El discreto encanto de la burguesía”, Akira Kurosawa enigmático,  y las locuras freudolujuriosas de Woody Allen que se adelantaron treinta años al humor de los Simpson, nos llenaron de ideas y sensaciones e iluminaron literalmente.

También estaba el rock. No sólo los Beatles, sino los Rolling Stones nos formaron, y los Doors, y los Creedence Clearwater Revival, el Bob Dylan, el maestro de maestros de Carlos Santana, Jethro Tull y su flauta de miedo de Ian Anderson, Eric Clapton con los yardbirds y luego con Cream y luego con Blind Faith con aquél disco clásico de una portada donde una adolescente desnuda sostiene un avión entre las manos, John Mayall, Joan Baez, y si nos gustaba el Jazz al buen “sachtmo” Louis Atmstrong, a Ella Fitzgerald, Miles Davis, Charly Parker, Duke Ellington, etcétera, etc.

Queda una serie de cosas en los medios que vale señalar; la presencia digna de estaciones de radio en el DF como Radio UNAM y Radio Educación quienes formaron a toda una generación de melómanos. Aquí en Hermosillo puede decirse lo mismo de Dávila Bernal Francisco quien introdujo a Serrat, y Radio Universidad con su espacio de Música latinoamericana de los fines de semana. Y que la naciente televisión entonces en blanco y negro, y sin ningún aparatito de control remoto, hacía un programa como “Sábados con Saldaña” donde introdujo a los escritores y defensores del buen idioma español a la pantalla: Juan José Arreola entre ellos, así como la naciente presencia del canal once. Ahora, junto con UnisonTV, TVUNAM y el canal 22, tal vez lo mejor de la televisión abierta mexicana

Faltaría decir nada más que la moda de la mezclilla surge en los setentas, junto con el pelo lacio, largo, peinado a la mitad de las mujeres, y la ahora ya desaparecida moda del “morral al hombro y los huaraches de llanta”.

Francisco Dávila Bernal

6.- Al que asome la cabeza, duro con él Fidel

Entonces queda a pregunta. ¿Cómo nos vemos esos setenteros a cuarenta años de distancia?

He recogido tres tipos de respuestas. La menos frecuente la de que somos una generación derrotada. Con mucha autocrítica algunos compañeros me dicen. “No, este no es el mundo por el que luchamos, por el que trabajamos”. Todo pragmático, neoliberal, con jóvenes conservadores, fresas, superfluos. La cosa se vino abajo con la caída del Muro de Berlín y la caída de la Unión Soviética”. Hay que resistirnos y trabajar, pero aceptémoslo, fuimos derrotados.

Otra respuesta, también poco frecuente es la de aceptar haber sido “asimilado” por las circunstancias, que tanto cuestionan algunos teóricos: “Mira carnal, la ideología está bien y sé que en algún momento tendré conflictos con el poder, más con estos panistas, pero mientras tenga un hijo en el tec de Monterrey y tenga la oportunidad del puesto que tengo ahora, yo me aguanto. Carnal, París bien vale una misa. Y además, si te mantienes siempre en contra, siempre te tienen esquineado; siempre ninguneado, y nunca puedes hacer nada. No carnal, mejor hacer cosas con el poco o el mucho poder que tengas”

Y la tercera respuesta, la más recurrente. Con la que fue congruente Rubén Duarte:

“Yo siento y estoy seguro que somos una generación victoriosa. Mira, los de izquierda, si nos vemos en el plano académico, tenemos más maestrías y doctorados que los de la derecha. Hemos publicado más libros que los de la derecha y sólo nos ganan los esotéricos y de autoayuda, autoestima y esas cosas. Fuímos gobierno con el PRD en el DF y otros estados y ahora nacional con AMLO y MORENA, y en todos ellos la legislación de defensa de las mujeres y programas de combate a la pobreza son mayores y más controlados que en los otros gobiernos. Bueno, la ley contra la violencia doméstica de Sonora, una de las primeras del país, la propuso una diputada del PRD, no de otro partido. Ahora con AMLO estamos en la cuarta Transformación. Tenemos trabajo y somos productivos y seguimos siendo críticos. Y por último, de esto si estoy convencido, es que somos mucho más divertidos y cultos en una conversación cafecera o con cheves que los del opus dei o los que leen diario El Imparcial, y desde luego, mucho menos sangrones que los de la derecha”

Hasta siempre

¡Patria o muerte, Venceremos!

Por Manuel Santillana

 Estudiantes de la UNAM, 1980.

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Sobre el autor

Médico por la UNAM, maestro en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora y doctor en Ciencias en Salud Pública por el Instituto Nacional de Salud Pública. Escribe novela, mecenea artistas y hace periodismo cultural.

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2 comentarios

  1. Excelente crónica.

    Gran historia y me quedó con las tres conclusiones. Tal cual jeje..
    Sentí que estaba frente al autor platicandome todas la anectdotas.

    «El regalo más grande que le puedes dar a los demás es el ejemplo de tu propia vida»
    Bertolt Brecht

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