Hermosillo, Sonora.-

La noche del jueves caí en los tacos del Aníbal, hacía mucho que no. Apenas llegar sentí su soledad y su tristeza. De hecho, no sabía si estaba abierto o estaba cerrado: ninguna persona y casi ninguna luz. Luego sentí un saludo flojo, nada qué ver con el tradicional y enjundioso: «Qué hubole, Benja, ¿lo de siempre?».

-Lo de siempre, Aníbal, ya te la sabes

Nos introducimos al destartalado porche que por eso me gusta pero esta vez sin las cumbias en el viejo radio ni el sonido del cebollero castigando el tablón. Tampoco estaban las mujeres de la familia, que ayudan en las labores y en el ambiente desenfadado que caracteriza al lugar, quizá por eso el preferido de mi amigo Lasse Hölck, el alemán que cada par de años viene a Hermosillo a visitar archivos, seris y cantinas. Una vez lo llevé con el Perico, otro clásico del género, y no le encantó el diezmillo ni el pepino enchilado. Hoy entiendo por qué.

Los tacos del Aníbal conviven con dos expendios de cerveza: el de junto, que vende Modelo, y el de cruzando la calle, que vende Tecate. Poderosas razones para cenar con Aníbal, quien ostenta una tolerancia asombrosa para con los borrachos, lo sabré yo, que en mis mocedades locas tuve el descaro de presentarme ahogado, recién llegado de Kino, en calzoncillos y atascado de arena. Pero eso es lo de menos, lo de más fue el terrible espectáculo que brindé a la hora de pagar la cuenta:

-Me comí dos

-Te comiste tres

-Me comí dos

-Te comiste tres

Así estuvimos largos y espantosos minutos hasta que el Aníbal cedió. Cabe anotar que me refiero al nuevo Aníbal, al junior, no al viejo, que para mi suerte ya empezaba su jubilación dándose escapadas «al rancho». No me hubiera aguantado lo que el joven me aguantó.

Pero volviendo al futuro, o sea a la noche del jueves, casi se me parte el corazón cuando en medio de la lluvia -lo que faltaba- descubro al Aníbal observando a la nada, paralizado; giro mi cabeza a la izquierda y su hermano en las mismas… minutos después Aníbal abandona la parrilla y se le une, formando una imagen que no puedo olvidar:

Ese mismo día, hora antes, me había enterado del cierre de otra empresa culinaria en la ciudad, Taza Madero, y fue imposible pensar en lo peor, la desaparición del Aníbal y sus tacos. La chingada pandemia se ha llevado cantidad de negocios y quizá más que la pandemia las geniales decisiones de nuestras imponentes autoridades. Dios no lo quiera y nos quedemos sin Aníbal, pero si tú puedes apoyar hazlo ahora. Búscalo (aparece en Maps) y cómelo sin piedad, qué le hace que sigan cerrados los expendios.

Texto y fotografía por Benjamín Alonso

Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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8 comentarios

  1. Este es uno de los lugares que se salvará por tu Crònica, Benjamìn Alonso. Vamos todos con Anìbal vamos yaaa! Aunque sea vegetariana, Pediré 3 de guacamole, 2 de cebollas fritas con tomatillo a la veracruzana. Ahi nos vemos yaaaa! Horario desde las 6 pm hasta las 12, verdad?

    1. jajjaja buen provecho y que así sea, Gloria

      sí, creo que ese es el horario habitual, aunque con las ideotas de nuestras gobernantas ya ni sé

  2. Y pensar en cuantos miles de Aníbales hay en toda nuestra América cuyos puestitos y el futuro se están cerrando por cuenta de la pandemia… Tu pluma fue precisa y esta micro historia representa la historia de tantas y tantas personas en este momento. Me emocioné de pensar que fue posible hacer la diferencia al menos en la vida de una persona. Vida larga a Crónica Sonora!

    1. Ah, qué amable de tu parte, Caro, y dices bien: triste realidad de miles y miles en nuestro continente… Pero también, quiero verlo así, la oportunidad para hacer nuevas cosas o consolidar las que ya hacíamos. Por poner un botón, si comías dos tacos y no cuatro o seis, la vida te ha premiado con una no hipertensión, lo cual es un privilegio en los meses que corren. Y así en otros ámbitos relacionados con el estilo de vida que llevamos. ¿No lo crees?

      Un abrazo hasta el hermano Brasil

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