Las protestas que se presentaron el pasado viernes 16 de agosto de 2019 en Ciudad de México (CDMX) y algunas otras ciudades del país, tuvieron como origen los actos violentos perpetrados contra mujeres protagonizadas por miembros de corporaciones policíacas, los cuales no fueron atendidos debidamente por el gobierno de la CDMX según se quejaron las manifestantes. En estas expresiones, a su vez se presentaron actos violentos contra algunos monumentos de la ciudad por parte de aproximadamente 30 de sus participantes, según la prensa.

Objetivamente, la Encuesta Nacional sobre Dinámica de Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH), expone que aproximadamente 670 mil mujeres sufrieron algún acto de violencia por parte de un agente de seguridad, policía, militar o marino y en el 60% de los casos hubo algún tipo de agresión sexual. Hechos que desencadenaron las manifestaciones y los conatos de violencia.

A su vez, estos hechos generaron un ambiente de polarización en las redes sociales, por un lado existen quienes apoyaban el ejercicio de manifestación de las agraviadas, y por otro un gran número de personas que no están de acuerdo con la forma de manifestarse de los grupos de la protesta.  Por lo que queda claro que las redes sociales han cambiado la forma de interactuar entre nosotros. 

Las redes alteran la manera en que interactuamos modificando la forma en que se produce la información, diluyendo antiguas centralidades y haciendo más líquidas las estructuras de toma de decisiones. La transformación se manifiesta desde cómo nos relacionamos con nuestros amigos hasta cómo hacemos activismo. No es casualidad que cuando se toca algún tema relacionado con el género y las mujeres en redes sociales o en los medios de comunicación, rápidamente aparezca una o muchas respuestas por parte de algún militante feminista. 

Es importante destacar que la teoría feminista contempla el activismo como uno de sus postulados, por lo que todo aquel que se identifique con esta ideología tiene el compromiso de hacer activismo a favor de la causa. Además de ser una demanda legítima, es por eso que este tema se encuentra tan bien posicionado en los medio de comunicación y en cualquier foro público, como uno de los más importantes en la agenda nacional. 

En este contexto, la discusión deja de reducirse a un grupo de particulares, sino que se enmarca en la disputa que se libra en el terreno de la producción simbólica de las percepciones dentro del espacio público, el cual es definido por el filósofo Jürgen Habermas como el lugar donde surge la opinión pública, que puede ser manipulada y deformada, pero que constituye el eje de la cohesión social, de la construcción de legitimación (y deslegitimación) política.

Este escenario simbólico es el campo de batalla en que se convierten los medios de comunicación, según Bourdieu. Si entendemos a los medios de comunicación y a los lugares públicos como el lugar del surgimiento de la opinión pública, es clara la disputa de ambos bandos por apropiarse de este espacio, pues resulta fundamental para determinar quién va ganando la batalla en la guerra de las percepciones. 

Es por eso que el uso de la violencia en el espacio público es el último recurso para los grupos que ven que sus demandas no son tomadas seriamente por parte de la sociedad y el Estado. 

Por Mario Aníbal Bravo Peregrina

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Sobre el autor

Mario Aníbal Bravo es licenciado en derecho por la Universidad de Sonora, con especialidad en historia y derecho por el Consejo de la Judicatura Federal, y maestro en ciencias sociales por El Colegio de Sonora en la línea de investigación de ciencia política y políticas públicas. Ha colaborado en medios como Radio Bemba y Proyecto Puente.

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