Soy el que nunca existió

tú nunca me has visto pero vivo aquí.

Soy el rey de la ciudad

Vivo en la basura de tu caridad

“Punk”

La polla records

From now on the only guardian is the neglected future.

“To a Young Poet”

Mahmoud Darwish

No cualquiera puede ser poeta -es decir, un hábil imitador de la realidad- a través de las palabras. Hay un App para eso, claro; como hubo máquinas portátiles de grabación para aquello. No por ser mitocondri@, uno será poeta del presente y en el futuro, aunque los ríos de tinta que deja en las superficies perduren más que un grafiti en las paredes. Este es un oficio constante que, dejado a un lado, no deja de ser lo que pone en evidencia. Un verdadero serioplasto lo sabe, así como cada befasinofílico, cuando irrumpe como un cacto, en tierra yerma. Además —debe decirse—, si unos están cabizbajos es porque rinden culto a cualquier superficie; y otros están encorvados hacia atrás, en por su insolente carcajada. Ante un mismo banquete, unos prefieren saciar su cerebro y otros su corazón.  

L@s befasinofílicos 

L@s befasinofílic@s —su nombre es tan largo y punzante como la espina de su burla—, son la contracara de los serioplast@s. Se han convertido, como advertí antes, en los líderes del desparpajo. Son el alma de la fiesta —vital, poética—, pero también quienes la revientan: sus aguafiestas. Son criminales hermosos —el concepto no es mío—, buscaproblemas que desdeñan las soluciones que hay, porque no son satisfactorias. Son brutalmente honestos. Se encienden con facilidad: saltan ante cualquier provocación. Es una cuestión simple, basada en cómo establecen un acto que desenmascare la doble moral de su realidad cotidiana. 

A pesar de que los cometas viajan a miles de kilómetros por hora, de lejos podemos verlos, advirtiendo la elipsis a través de su brillo, cuando resaltan en la oscuridad. Bajo este principio, la poesía punk de Paris $ikairos es meteórica, convirtiéndolo en uno de esos cometas cuya estela de fuego va dejando poemas como “=Tokada infrapunx en 1 corazón intransitivo=”: “Hoy también la cicatriz escupe/ 1 rotunda ironía/ infrapeligro que seduce a la flor/ de pétalos entelarañados sobre 1 precipicio/ entre felinos instantes que arañan / mi latido.” Usa palabras graves —de ahí su burla, su ironía— para que entiendan los amos de la fiesta quién manda.

Si hay un punk rudo, también lo hay suave —que no cursi: el ácido también tiene un precipitado muy fino—, como vemos en los poemas punkosos de Hiram Elizondo. “Una muchacha endemoniada” es una proyección de este mundo que sale debajo de sus puños: una “hembra diluviante”, “que se ha puesto a dibujar ((sin cuidado)) travesuras/ con su lengua”. ¿Qué punk, detrás de otro punk, la trama empieza? No es difícil saberlo: la jerarquía es una capa que se devela, sucesivamente, ahí.  

Algo parecido —a los espejos puestos en paralelo—, encontramos en la poesía ciberpunk de Adrián Alejandro, como un despertar de una conciencia que sobrevuela los actos mientras estos están sucediendo, cuando se asoma a los hoyos que cava o recorta en las capas gélidas de nuestra realidad. “En el día más feliz de mi vida me veo desde otros ojos” es una crónica de un ciber-punk que se abalanza desde estos hoyos, por medio de unos videos remanufacturados. O un anarco-cheff que utiliza como ingredientes todas las reacciones, que encontramos en “Pizza de semen”, donde el harakiri es imposible: “Mi vida no tiene sentido.” Será ese sin sentido que retrata en sus versos, lo que da sentido y amplitud a la poesía.  

La poesía inter-punketa de Alán Saldaña es, como los anteriores, en el sentido menos genérico del término, un espectáculo multimedia, que lo convierten en un gurú de la palabra hablada (Spoken Word, de esa escuela); aunque ignoro si en el sentido más puro o impuro del término: leyendo el poema o recitándolo de memoria. “Fragmentos que se agolpan en las ventanas de la compu”, contiene las entradas, a manera de balas o títulos de noticias (sin las noticias) o títulos de búsquedas, como un libre fluir de las frases y preguntas que nos llevan a la vida misma. Todo tiene un objetivo, que se superpone a todo lo demás: hablar en primera persona, es hablar de todos, porque “venimos juntos a escucharnos decir: poesía”.

De las antologías de varios grupos…

La tradición antológica de Sonora no es muy antigua, data de la primera mitad del siglo XX. La publicación de la Antología de poetas sonorenses (1950) de Pedro Segovia Rochín, recoge los poemas dispersos de autores del momento, con una propuesta estética limitada. Esta confirma una vieja generación, mas no la encumbra. Alonso Vidal hace lo mismo con Poesía Sonorense Contemporánea (1985), ya que corrobora lo que por medio de libros y publicaciones ya se tenía noticia. Es una recuperación, más que el libro de un grupo y de propuesta. 

Será hasta el siguiente esfuerzo antológico, White feather anthology (1993) de Raúl Acevedo Savín, cuando aparezca compilado el grupo al que pertenece y demuestra su propuesta (no sin incluir autores de otros tiempos, afines a la estética e ideología del grupo). Este es la antología de un grupo y un movimiento estético fundado en una estética baquiana.  Un híbrido entre lo que hace Vidal y Acevedo, es el retrato de grupo y su análisis, con la muestra a la penúltima generación de poetas de este estado: Las alas del alacrán (2006) de Paloma Hernández. Un trabajo que confirma la homogeneidad de un grupo de grupos con distintos aportes estéticos, cuando se detiene a explicarlos con rigor científico y literario.

Esta última antología sólo muestra un rasgo común: su juventud, escenarios e historia en común, logrando lo que hace Asamblea de poetas mexicanos (1980) de Gabriel Zaid; porque esta una reunión de autores ha coincidido en distintos medios. No es un intento de abarcarlo todo como lo fue la antología de Alonso Vidal, o aquellas en las que se basa: Poesía en movimiento de Octavio Paz y compañía (Alí Chumacero, Emilio Pacheco, y Homero Aridjis) y Omnibús de poesía mexicana de Gabriel Zaid. 

Algo parecido sucede con la memoria del concurso de poesía municipal de Hermosillo: Letras y contrastes (2000) de Norma Alicia Pimienta, aunque sin el análisis riguroso; siendo reunidos poetas jóvenes que aún siguen escribiendo y otros de distintas edades. Concierto de lo entrevisto (2008) de Alba Brenda Méndez, también es una antología cifrada por la circunstancia, que reúne a varias generaciones. El merito de todas estas antologías es, pues, la de seleccionar lo mejor de una época muy amplia, en la que coinciden temporal y espacialmente.

…a las antologías de un grupo

Las antologías de grupo o de poetas de una edad más homogénea son muy raras. Esto sí sucedió cuando la célebre antología La espiga amotinada (1960) mostró los granos maduros de cinco poetas rebeldes, provenientes de los campos del sur del país. Esta publicación marcó un punto de partida para Juan Bañuelos, Óscar Oliva, Jaime Labastida, Eraclio Zepeda, y Jaime Augusto Shelley, un grupo de poetas menores que tuvo un fuerte (pero no rotundo) impacto en la poesía Latinoamérica y Europa, como se advierte por sus escasas traducciones.   

Quizá se repita la misma historia con la penúltima generación de escritores de Sinaloa, que tuve la oportunidad de conocer durante su gestación. Me refiero a Francisco Alcaraz, Mijaíl Lamas, Francisco Meza, y Oscar Paúl de Castro, un grupo de poetas se reunieron y publicaron Los límites acordados (2000). Aunque todavía tienen una obra literaria en ascenso, ya han destacado en las letras nacionales por mérito propio y también por la cercanía con las editoriales y críticos de la Ciudad de México, como aquellos poetas chiapanecos, 

El reunirse a través de un libro colectivo y publicar una obra literaria, es muy distinto a reunirse y publicar a través de una revista, como sucedió a los poetas sin grupo, Efraín Huerta y Octavio Paz. Ambos medios permiten la autoreflexión crítica, pero sobre todo la crítica externa, que ayuda a la maduración de una obra poética. Esta gens poetica, sirve como taller o laboratorio para la mejora de sus poemas y de los poetas, para que estos no cometan pasos en falso. Sólo eso. 

Pertenecer a una antología no otorga, de manera gratuita, la trascendencia. Esta no es definitiva, ni incluye a todos los poetas de su generación, como es el caso de la primera antología de poesía sonorense de una edad homogénea: Mitocondria. Slamtología de poesía sonorense de Paco Alonso Rascón, Diana Picot, y Aziz Córdova. No todos los que son, están dentro de esta antología. El gran ausente de ella es este último, el poeta Aziz Córdova, como un heredero del largo y amargo aliento de Bukowski; así como Hirám Elizondo, cuyos versos recuerdan lo más agrio de un Oliverio Girondo; o incluso el escritor y periodista Martín Salas, cuyos áridos versos recuerdan lo más acostumbrado de Cesar Vallejo. Sólo el tiempo dirá si estos poetas lograron merecer, estas y aquellas referencias. 

Además, la antología que ya planean estos últimos poetas quiere ser más restringida dentro de la otra poesía sonorense, a partir de consignas específicas del manifiesto “Mala palabra. Terrorismo literario”: “Nuestra verdad es desnuda, obscena y voluptuosa, tal cual es. Sin adornos intelectuales o morales, sin drama y pedantería”, afirman. Por este motivo y otros más, Mala palabra. La otra poesía sonorense, está llamada a mostrar, de manera más contundente y clara, las tendencias más fuertes de la poesía sonorense, desde los sesentas a nuestros días: una invitación a sentir nauseas, asco, ante el banquete infame de todos los días, como un eco infrarealista, sin serlo o pretenderlo.  

Slamtología o antología de un torneo poético

La poesía no surgió para las editoriales, pero las editoriales cumplen su cometido cuando la publican. Librería Hypatia, a cargo del esteta de la pagina impresa y electrónica, Paco Alonso Rascón, no hizo una memoria de un encuentro de efusivos y jóvenes escritores; hizo una antología en el sentido más claro del término. Seleccionó lo mejor de esa coincidencia, de ese cruce de caminos, bajo un descubrimiento excepcional: 1) “La existencia de potentes jóvenes poetas en Sonora.” 2) “La relación entre estos, su obra, sus lecturas, los lugares que frecuentan, el ecosistema que van siendo.” 3) “La posibilidad de que… se escuche poesía como palabra viva, suceso, verdad.” 

La labor de Paco y compañía es provechosa, porque nace de un instante de claridad: el surgimiento de una idea que fue contagiando a otros y se volvió viral. Nadie quiere una vacuna contra eso, nadie espera ni la perfección ni la pulcritud excesivas, sino que suceda, con carajillos de más o de menos. Así sucedió y fue aplaudido. Mitocondria. Slamtología de jóvenes poetas sonorenses es un eco que sigue multiplicándose, con nuevos reconocimientos, por los textos ensamblados y los autores asambleados, por su servicio y por su utilidad.

Da gusto que Paco ponga en su librería algo de actualidad que no provenga de otras partes; es decir, que se vuelva una editorial y continúe siendo una librería para quienes andan huérfanos de ellas; porque este proyecto no se ha arranado ni canibalizado como tantos otros, sino que se ha emperrado en la defensa de las mitocondrias, esos gránulos de luz que dan su energía poética cuando algunos ojos y oídos recibieron lo que sus autores recuperaron de su memoria  natural o artificial después de concebirlas sobre el papel. 

Entre mitocondri@s te veas

Deben notarse los escasos errores de edición y de compuedición. También, la falta de documentos vitales, aunque sean falsos o imaginarios. Algunos libros usan estas biografías como contrapunto, ya que son una información adicional que permite una interpretación del texto y de su autor. El lector se vuelve un espectador que, o sabe demasiado o no sabe nada, según su cercanía geográfica. 

No extrañamos las biografías por sí mismas, pues, ante la presencia de sus autobiografías poéticas; pero sí quedarnos en el poema y de la imagen, cuando queremos ir más allá de ellos y vivir la realidad verbal, el spoken word, el slam poético, imaginando el performance. ¿Necesitamos referencias que justifiquen, por edad o sexo, la calidad del poema? No, aunque a partir de esos datos pueda ensuciarse un diálogo entre las almas; pero nadie negará la necesidad de ellos, para el diálogo humano, frente a monólogos que imponen un análisis cruzado de su apariencia en esas páginas donde se fijó el rostro y la voz de cada poeta. 

Después de todo cada uno se hace una idea de qué es el libro y las partes que lo componen: si est@s mitocondri@s son para mí lo que ya dije, es porque serán para otros lo que digan de ellos. Todos tenemos la penúltima palabra, menos ell@s, que tienen la última. Más allá de su grupo involuntario, son sus nombres y sus apellidos que ya construyen: esa otra bandera aceptada o adoptada para navegar dentro y fuera de sí mismos. 

#MitocondriaSlamtología

#CataduraDeLibros

#SerpienteEmplumadaMX

Por Omar de la Cadena

Maria José Pesqueira leyendo Mitocondria en la Feria del Libro de Hermosillo 2019

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Sobre el autor

Omar de la Cadena es un escritor apartidista y doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Desarrollo Humano por la Universidad de Sonora.

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1 comentario

  1. Lectores de CRÒNICA SONORA, corrijo el texto de esta emisión con una adición. Considero que es mejor que una apostilla, en caso de publicarse de nuevo el presente ensayo crítico (o al menos para mi archivo y el suyo, en su versión final. La segunda parte de «Mitocondri@s: motores de la combustión poética», requiere de la mención de Conciencia de una letra, de Silvestre Uresti, como otra de las antologías de poetas sonorenses que han engrandecido en estudio de la misma. A continuación, los párrafos antecedente y precedente, donde insertó mi reflexión crítica:

    «Será hasta el siguiente esfuerzo antológico, White feather anthology (1993) de Raúl Acevedo Savín, cuando aparezca compilado el grupo al que pertenece y demuestra su propuesta (no sin incluir autores de otros tiempos, afines a la estética e ideología del grupo). Este es la antología de un grupo y un movimiento estético fundado en una estética baquiana. Un híbrido entre lo que hace Vidal y Acevedo, es el retrato de grupo y su análisis, con la muestra a la penúltima generación de poetas de este estado: Las alas del alacrán (2006) de Paloma Hernández. Un trabajo que confirma la homogeneidad de un grupo de grupos con distintos aportes estéticos, cuando se detiene a explicarlos con rigor científico y literario.
    Esta última tiene un precedente antológico, también desde la academia, aunque sin distinguir una generación sino las temáticas/conceptos de apreciación estética: Conciencia de una letra. Poesía en Sonora a fin de siglo, de Silvestre Uresti. Esta es una antología y un tratado erudito sobre la misma (aunque parezca lo contrario, por sus profusas y dispersas notas críticas); ya que los ensayos se sirven de los poemas para demostrar sus apreciaciones estéticas. Es una rigurosa criba de poemas y poetas, lo que uno pudiera salvar en un incendio desde la perspectiva y expectativa de su autor: doce autores gran relevancia cultural. No obstante, está más cercano al ardite crítico de Ya no estoy para rosas. La poesía en Sonora (1960-1975), de Martha Elena Munguía, que de las reflexiones de la antología, Alonso Vidal.
    Si Urestri demuestra, a través de conceptos, el vínculo transgeneracional de los poetas de Sonora de fin de siglo, Hernández reafirma los rasgos que unen generacionalmente a través de un rasgo común: su juventud, escenarios e historia en común. Esta última antología tiene el mismo objetivo que la Asamblea de poetas mexicanos (1980) de Gabriel Zaid; porque esta una reunión de autores ha coincidido temporal y espacialmente en distintos medios escritos. No es un intento de abarcarlo todo como lo fue la antología de Alonso Vidal, o aquellas en las que se basa: Poesía en movimiento de Octavio Paz y compañía (Alí Chumacero, Emilio Pacheco, y Homero Aridjis) y Omnibús de poesía mexicana de Gabriel Zaid.»

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