Dijo mi mamá que siempre no despedimos el año con poesía. Cipriano Durazo quiere ser el cerrador estrella rindiendo homenaje a doña Martha Peterson, creadora que esta semana pasó a mejor vida

Sea pues

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Un día de tantos recibo una llamada de Martha Peterson, pintora y coleccionista sonorense; me dice que vaya a su casa porque tiene un obsequio para mí. Se trataba de Los trabajos y los días de Antonio Calderón: un español en Hermosillo, un libro entrañable que me conmovió desde que lo tuve entre mis manos. Era la vida de sus ascendientes de Santander, España, una especie de autobiografía de Martha, la cual se complementa con una investigación magistral hecha por la también amiga, la doctora Carmen Tonella Trelles.

Llegué y me recibió su enfermera. Martha lucía espectacular con su jovialidad, a pesar de sus más de ochenta años. Y me dice:

-Te recibo en shorts porque este verano de Hermosillo me está matando

Y le digo:

-No se preocupe, pero lo que sí le voy a pedir es que me preste su silla de ruedas para sentarme yo y usted póngase guapa en esta tipo Luis XV de bejuco para que salga más coqueta en las fotos

Ella soltó una enorme carcajada y dice

-Ay, qué ocurrente eres, la enfermera te va a tomar fotos arriba de mi silla de ruedas porque estas como para dar risa

Todos los presentes en su casa se soltaron riendo y yo seguí como si nada apuntando sus datos biográficos, porque era una persona que hablaba y relataba una historia, siempre audaz, siempre dinámica y muy revolucionaria a pesar de su edad.

-Te voy a comentar sobre mi colección de objetos antiguos, tengo espejos enormes de la época del Porfiriato, pintura del siglo XIX, santos coloniales y varias cartas del Hermosillo viejo como invitaciones de bodas y bautizos de las familias más reconocidas de la ciudad.

-¿Qué va  a hacer con tanto objeto alcanforado?

-Por lo pronto las invitaciones del Hermosillo viejo se los voy a heredar a la historiadora Carmen Tonella

-¿Y qué hace para mantenerse en tan buen estado de salud?

-No te creas, tengo las rodillas ya muy gastadas por subir a lo largo de tantos años las escaleras de mi casa. Mi marido la construyó con varios niveles, pero al pasar de los años se convirtió en un verdadero  tour de force el diseño funcionalista de la arquitectura de este lugar.

Luego toma la solapa de su libro y me dice: «Para dedicártelo tienes tú que darme uno de tus libros y así sea un verdadero intercambio entre intelectuales». De suerte que en mi automóvil traía uno en la cajuela, lo bajo y se lo llevó a sus manos y comenta: “Así se hacen los grandes amigos y los grandes intercambios”. Y escribe:

Estoy encantada con tu libro, hiciste algo bello para todos nosotros los sonorenses, mil gracias por todos y por mí; tu idea es maravillosa y qué  bueno que me tocó tenerlo cerca, tu libro es único y excelente, que dios nuestro señor te bendiga

Martha Peterson

Casi lloró cuando veo la dedicatoria. En el fondo sentí que ella quería verme para platicar de su infancia, de la gente amiga de ella que ya se había ido de este mundo o estaba por hacerlo; me transmitió la gran nostalgia por una ciudad que ya no era como la de antes, pero que ella veía crecer sin parar. Me sentí halagado por su amistad, pero sobre todo por su compromiso desinteresado con los más desfavorecidos, como los yaquis, los migrantes y los artistas de este desierto al que tanto amaba.

A Martha le tocó partir de este mundo esta semana. Descanse en paz Martha Peterson.

Texto y fotografía por Cipriano Durazo Robles

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Sobre el autor

Cipriano Durazo Robles es Licenciado en Periodismo por la Universidad Kino y Presidente de la Sociedad Amigos del Museo de Historia de la Universidad de Sonora. Articulista de radio y medios digitales. Se desempeña como dictaminador sanitario de la publicidad en COESPRISSON (Comisión Estatal de Protección Contra Riesgos Sanitarios del Estado de Sonora).

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