Emiliana de Zubeldía es un personaje de novela: una chica guapa y talentosa, compositora y pianista nacida en un pueblito vasco. Estudia y viaja por las grandes capitales, conoce a los grandes compositores de la época, estudia un novedoso sistema para entender la música y decide hacer carrera dirigiendo un coro y educando jóvenes en una pequeña ciudad en el centro de ninguna parte… Y lo sigue haciendo con amor, constancia y elegancia mientras vive en una habitación de hotel, como si su estancia fuera a ser sólo de unos días.

 

No es extraño que los sonorenses veneremos la memoria de Emiliana, que sus exalumnos se reúnan a cantar el repertorio que les enseñó la maestra, que sus alumnos ahora sean reconocidos como los grandes maestros que son… Lo raro es que apenas hoy se le entregue una medalla in memoriam.

 

El sábado 23 la Coral Emiliana de Zubeldía, dirigida por Manuel Domínguez, interpretó los clásicos de aquella época que muchos escuchamos en funciones universitarias: Moliendo Café de Hugo Blanco, Se Equivocó la Paloma de Carlos Guastavino y Qué lejos ando, una ranchera mexicana con arreglos para coro de la maestra Zubeldía, además de dos fragmentos de la misa de la misma compositora.

 

Lo que bien se aprende nunca se olvida, parece ser el lema de esta coral que surgió en 2007, veinte años después de la muerte de La Maestra en 1987 a los 98 años. La distancia engrandece su figura y muestra cómo individuos determinados pueden generar impactos de largo plazo gracias a la constancia, la disciplina y el talento.

 

Pedro Vega es uno de los muchos retoños del tronco fundador de Emiliana de Zubledía, junto con otros igualmente destacados en otras áreas de la música, en una escena que se enriquece con los aportes de maestros venidos de otras tierras a una ciudad que ya no es tan pequeña y que gracias a la comunicación en tiempo real y los vuelos de bajo costo ya no está tan a la orilla del mundo.

 

Los maestros de filosofía, de literatura, de ciencias, pueden enseñar en auditorios llenos, escribir libros que se transformen en bestsellers y hacerse escuchar a través del mundo por un público interesado. No así los maestros de artes, que deben realizar una labor personalizada de formación individual de la forma más tradicional, adaptándose a las necesidades, carácter, disposición y capacidades de cada estudiante.

 

A pesar de que la música estaba en el quadrivium medieval con las artes matemáticas, la astronomía, la geometría y la aritmética, y que las teorías y praxis musicales contemporáneas se acerquen cada vez más a lo numérico, la educación musical es siempre una formación espiritual. No solo la memorización de series de notas sino la educación del gusto y la disciplina de las emociones y los sentimientos. Una ética de la belleza que Pedro Vega como otros maestros cultiva de manera discreta, cotidiana y sin pausa.

 

El aplauso generoso, constante, abrazador que recibió del público en el Palacio Municipal (¿les había dicho que a este público le encanta aplaudir?) es un reconocimiento a su labor por parte de un auditorio que sabe que sin maestros la música no sería lo que es.

 

El miércoles Pedro Vega enfrentará los Once Tientos de la Maestra Zubeldía y acompañará a la soprano Sarahí Salgado en las Canciones Populares, además de otras piezas con el violinista Vilen Garielyan.

 

Por su parte, también este sábado 23 de enero, Guillermo Ruiz, bajo-barítono originario de la Ciudad de México, antes Distrito Federal, recibió la Medalla Doctor Alfonso Ortiz Tirado por sus méritos artísticos cosechados en una larga carrera en México y España. Nuestro país, y los países hispanoparlantes en general, no produce muchos bajos, lo cual hace doblemente notable al maestro Guillermo Ruiz, quien ofreció un concierto acompañado de la Orquesta Sinfónica de Sonora dirigida por el discretísimo Joshua Bravo, que se concentró en hacer música y lo hizo muy bien.

 

La primera parte fue operística, una vivaz Obertura de las Bodas de Fígaro de Mozart, que hizo que mi vecina de fila se pusiera a tararear… Seguida por tres arias mozartianas donde el homenajeado hizo resaltar sus dotes vocales, una excelente dicción y una presencia escénica imponente. El segmento operístico terminó con el aria Votre Toast de la ópera Carmen, y después del intermedio siguió la función con Ol’man River de la comedia musical Show Boat, donde el Missisipi parecía fluir a torrentes desde el escenario inundando el teatro.

 

La zarzuela abunda en números lucidores para bajos y barítonos. Guillermo Ruiz ofreció la romanza de Simpson de La Tabernera del Puerto de Pablo Sorozábal, una historia de contrabando y traición como se usan ahora… Y también anoche, como dice la romanza, afuera la luna es blanca muy blanca y la noche negra muy negra…

 

Siguió una serie de canciones mexicanas que terminaron de conquistar al respetable con los acordes de Rival, Aquellos Ojos Verdes, Así, Negra Consentida, Cuerdas de Mi Guitarra y El Mil Amores, donde el homenajeado mostró que del Palacio de Bellas Artes a la Plaza Garibaldi se puede ir andando porque son apenas unos cuantos pasos.

 

Una confusión con las partituras hizo que Sonora Querida no luciera como debía en el encore pero esas cosas pasan y ya para entonces eramos todos amigos.

 

Aaah, los premios los entregó la Gobernadora del Estado Claudia Pavlovich quien prometió hacer que la cultura llegue a todos los municipios del estado, pero esa nota la puede usted leer en los periódicos.

 

Texto y fotografías por René Córdova

En portada, el maestro Pedro Vega y la soprano Sarahí Salgado.

coral zube
Actuación del Coral Emiliana de Zubeldía en el Templo de la Purísima Concepción de Álamos, Sonora.

Sobre el autor

José René Córdova Rascón es Antropólogo Social por la ENAH, maestro en Salud Pública con especialidad en Políticas Públicas por la Universidad de Arizona en Tucsón, director de Espacios Expositivos, S.C. y curador externo de la nueva exposición permanente del Museo Comcaac (antes Museo de los Seris) en Bahía de Kino, Sonora. Contacto: rrenecordova@gmail.com

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