Quienes conocen la cinta Alien (Ridley Scott, 1979), así como toda su cadena de manifestaciones fílmicas, están familiarizados con la premisa: la vida extraterrestre siempre traerá más problemas que satisfacciones a la raza humana.

Aquellos que saben lo que sucede en Alien, no mostrarán asombro o sorpresa en esta nueva película. Donde hay memoria, no hay spoilers.

El pensamiento alienígena – pensamiento mágico y fantástico, después de todo – nos ha enseñado que la inteligencia proveniente más allá de las estrellas es sin duda superior; que los marcianos, o lo que sea, tienen intenciones invasoras totalitarias para con nosotros y, por supuesto, que ayudaron a los mayas, hindúes y egipcios a levantar sus monumentos, porque claro, ellos no pudieron haberlo hecho solos.

Verán ustedes, es que son morenitos. Y solo los blancos pueden con semejantes empresas: nadie ha insinuado jamás la presencia extraterrestre en las ciudades romanas o en la filosofía griega. Será que a los ET no les interesa la cultura occidental y estaban más comprometidos con las castas y las causas perdidas.

Y luego está la recurrente falta de imaginación positiva. ¿Quién les dijo que todos los seres del espacio habrían de ser antropomorfos?

En ese sentido, Life: vida inteligente (Daniel Espinosa, 2017), sin alejarse de los estereotipos en películas de este estilo, sí traza distancia de la tentación de presentar a un monstruo humanoide, a un engendro quizás bípedo y vertebrado, a lo Alien o Depredador (John McTiernan, 1987) y busca la experimentación vegetal. Una apuesta más creativa y con mayor contenido científico.

En el espacio nadie podrá escuchar sus gritos. La nave va y trae la prueba irrefutable de la existencia de vida en el planeta Marte. Se trata de la Estación Espacial Internacional cuya tripulación es la representación de los terrícolas solidarios e incluyentes de este siglo.

Así, una transmisión a nuestro planeta determina, a través de un concurso entre escuelas públicas norteamericanas, el nombre de esta criatura sideral: Calvin, honrando el nombre del plantel ganador, John Calvin Coolidge Jr., presidente republicano de los EE.UU. para el período 1923- 1929.

Ver a Calvin crecer y florecer despierta la mayor curiosidad e inquietud entre la tripulación. Sin embargo, cuando la vida extraterrestre comienza a eludir el control, las cosas no suceden como se pensaban y comienza la batalla por la sobrevivencia.

Life: vida inteligente se sirve de una trama coral, donde todos los protagonistas tendrán un momento estelar. Los especialistas han sido convocados de cuatro países.

El irreverente Rory Adams (Ryan Reynolds, todavía en Deadpool) y el intrépido Dr. David Jordan (Jake Gyllenhaal), vienen de Estados Unidos; el paternal Sho Kendo (Hiroyuki Sanda), del Japón; el biólogo Hugh Derry (Ariyon Bakare) y la experta en cuarentenas, Miranda North (Rebecca Ferguson) de Gran Bretaña y la Comandante Katerina Golovkin (Olga Dihovichnaya), de Rusia, pasarán del asombro al terror cuando comprenden que contra Calvin, todas las vidas humanas son desechables.

De esta manera, Life: vida inteligente transita en dos órbitas: la que ha marcado Stanley Kubrick, que aporta una visión científica, realista y preciosista, y la de Ridley Scott, claustrofóbica, de suspenso y terrorífica. Esto significa que cuando esta película camina en la ciencia ficción, es entretenida; cuando avanza en el thriller, no es tan mala.

Sin embargo, hay que decirlo, no alcanza las cuotas de Alien, en cuanto al terror, pero sí comparte con Gravedad (Alfonso Cuarón, 2013) su intensidad espacial y la confianza depositada en su fotografía. En ese sentido, quizás lo mejor de Life: vida inteligente es el trabajo de Seamus Mc Garvey.

¿Dónde quedaron los marcianos amigables? ¿A qué galaxia huyeron los consejeros y los guías del espacio? A partir del quiebre del milenio todo se ha vuelto apocalíptico.

Desde sus versiones grotescas y cómicas a lo ¡Marcianos al ataque! (Tim Burton, 1996), o las épicas patrióticas Día de la Independencia (Roland Emmerich, 1997), las películas de extraterrestres suelen reflejar nuestros miedos más inmediatos, humanos y contemporáneos.

Los extraterrestres son tan, tan terrícolas.

Si La invasión de los ladrones de cuerpos (John Siegel, 1956) era una parodia sobre el comunismo y la delirante era McCarthy en los Estados Unidos y La guerra de los mundos (Byron Haskin, 1953), un terrible comentario sobre la guerra fría, detrás de Life: vida inteligente existe la advertencia de tener cuidado con lo que deseamos porque semejante anhelo puede causar nuestra desgracia.

Las películas de extraterrestres son tan, tan terrícolas.

Por Horacio Vidal 

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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