Hermosillo, Sonora.-

En medio del lodazal cotidiano y del extraordinario también, después de la pesadilla hecha realidad que supone el caso de la pequeña Fátima en Tulyehualco, para mí la nota de ayer no fue otra que la satisfacción personal de un figurón como Edgardo Buscaglia en su visita a mi ciudad.

Vino el politólogo a Hermosillo para conferenciar en El Colegio de Sonora sobre los vacíos institucionales que en una democracia como la mexicana abren los cauces que el crimen organizado aprovecha para ensañarse con nosotros ciudadanía que más que ciudadanía parecemos población. Pónganse las pilas, fue un mensaje recurrente -y expresado en otro modo- del argentino avecindado en Estados Unidos desde hace décadas y con presencia en nuestro país desde 1994, cuando llegó acá no con motivo del alzamiento neozapatista sino por una reforma judicial -siempre las hay- en la que tomó participación.

Para esto, Buscaglia llegó acá la noche de antenoche. Veinticuatro horas después ya había sentido el verdadero calor de la ciudad luego de haber cenado, desayunado, comido y cafeceado «con colegas y amigos» con los que, visto su talante, seguro compartió más que ideas y referencias. Por eso anoche, pasado el protocolo de presentación, se levantó de la silla, tomó el micrófono y nos regaló su sentir sobre la ciudad y su gente, de un modo nunca antes visto en un conferenciante magistral por el que esto escribe, y el que esto escribe ya tiene sus añitos asistiendo a este tipo de eventos.

«Gracias. Me voy a parar para estar frente a ustedes. Y primero quiero agradecerle al señor rector la enorme gentileza de haber hecho posible mi presencia en Sonora, y ante todo por haber tenido el privilegio de compartir con ustedes ideas y escuchar. Hoy comimos, ayer cenamos y hemos sostenido una serie de reuniones.

Para mí es un enorme placer ser parte de una serie de actividades culturales tan ricas aquí en Hermosillo (en el marco del 38 aniversario de El Colegio de Sonora. N. del E.), porque estuve ahí viendo algunas fotografías del artista que usted mencionó (Martín Olmedo, reviró Poom).

Y ser parte de todo esto me da una gran satisfacción espiritual. Porque no se limita solamente a hablar de mi tema, la vida va mucho más allá de eso. Hoy enviaba fotografías a mis amigos: a Carmen Aristegui y a otras personas que me preguntaban «¡¿dónde andas?!», les respondía que en Hermosillo y me decían: «¡Uy, hace tanto calor! ¡¿cómo esta la situación de seguridad?!»

Y yo lo que hice fue enviarles fotos de esta bellísima ciudad. De los paisajes que yo vi anoche desde el Cerro de la… Campana, allá arriba con el señor rector. ¡Las fotos! ¡La gente se quedó enloquecida! Con esos colores dorados que tiene la piedra, el sol… Así que hay mucho más allá. Me gustaría formar parte de la vida cultural de esta ciudad por siempre. Me encantaría quedarme a hablarles sobre temas que van mucho más allá de estas tragedias que a veces invaden los medios. Pero la vida en Hermosillo es mucho más hermosa de lo que a veces se refleja en las noticias. Y hay que tratar de llevar toda esa belleza que yo, a través de las fotos, compartí con muchos amigos. Así que yo les agradezco la oportunidad.»

Texto y fotografía por Benjamín Alonso

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Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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3 comentarios

  1. Gracias Benjamín por compartir esta nota, creo que en medio de tanta indiferencia y desvío de información por parte de los medios de comunicación y las instituciones estatales y municipales, muchas personas estamos contribuyendo con un pequeñito grano de arena para impactar por medio de la cultura y la educación en muchas personas, gracias a Crónica Sonora, también por ser un promotor cultural. Esta nota me inspira jejejej

    1. Súper bien, mi querido Memo. Por supuesto que tu grano pesa. Como he dicho aquí, no hay mejor arma contra la barbarie que la cultura.

      Salud por nosotros

  2. Crime, violencia, inseguridad en Hermosillo… Pocos se toman tiempo para hablar de la hermosa vista del Cerro de la Campana. Triste que las cosas feas tengan más difusión que las bonitas. Hablemos más de la belleza del mundo, por favor.

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