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¿Se puede ser feminista y a la vez cursi? ¿El amor romántico y la lucha política son compatibles?
Preguntas que responde Magaly Vasquez en su nueva entrega para las y los lectores de esta amorosa casa editorial

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El día de ayer leí aquí, en Crónica Sonora, un corto texto en el cual el autor reflexiona sobre lo cursi, la cursilería y el enamoramiento, seguido de una recopilación de poemas amorosos. Al leer pude percatarme que faltaba un día para el comercial 14 de febrero, en el que todas las parejas enamoradas del amor hacen (consumen) de todo para que el día sea tan rojo tan rojo que no quede duda de que el corazón de los amantes se infla −ese día− como el de los globos de helio que abundan en las plazas y en los parques de México.

Entre globos y cursilería, se me vinieron a la mente todas las ideas que transitan en la casa donde vivo en la Ciudad de México, un hogar peculiar que se define porque sus integrantes nos movemos entre el mundo académico y el activismo feminista, ambientalista, progresista, etcétera. El punto es que en este ambiente es inevitable que ricas comidas terminen en deliciosas sobremesas profundas sobre el mundo, la política, la vida y las relaciones sociales e interpersonales. En ese sentido, hablar de eso que llamamos “amor romántico” es una de las constantes en dichas charlas. En particular, una de mis compañeras y yo hacemos una reiterada introspección general sobre las formas en las que se experimenta el amor entre las feministas. Debo decir que podría escribir sobre el amor romántico y lo desafortunadas que pueden ser las relaciones desde esa perspectiva, pero de eso tenemos lleno el 14 de febrero y de seguro si volteamos al lado podremos ver amigos y familiares reproduciendo ese tipo de convivencia amorosa. Además, afortunadamente hay variados textos y hasta memes con información al respecto en la red que nos dan la oportunidad de acercarnos al tema.

Ahora bien, entrando al argumento, lo primero que quiero señalar es que existe una falsa idea sobre el nexo entre feminismo y amor. Hay un mito generalizado en el que se prefigura a las feministas como las amazonas que huyen de las relaciones de tipo afectivo porque en general son “anti-hombres” (para esta reflexión me estoy concentrando en las relaciones de parejas heterosexuales). Presupuestos que también han orillado a algunas feministas a atrincherarse en las batallas políticas, justas y necesarias, sin advertir que hablar del amor y sus significados y resignificados es fundamental para la propia emancipación y desarrollo libre de las mujeres y también de los hombres (en especial para las nuevas generaciones).

Más allá de si el 14 de febrero debería ser desechado -sí desde el lado consumista- de los múltiples días festivos del largo pero apresurado calendario anual, la “celebración” da la oportunidad para reconfigurar prácticas y formas de construir el amor desde la filosofía feminista, en el entendido de que el asumirse como feminista implica una constante forma de imaginar, entender, explicar y vivir el mundo a partir de valores específicos basados en la libertad y la igualdad.

Desde el feminismo las relaciones se vislumbran más complejas, y están cargadas de una intensidad particular alimentada por el lugar simétrico que ocupamos en un vínculo amoroso. Si existe esta condición es porque también hay factores conectados con la personalidad política (porque lo personal es político) asumida por una mujer emancipada: la capacidad de dar cariño está íntimamente ligada con la propia capacidad de amarnos a nosotras mismas extensamente. Es decir, al vernos en un espejo cariñosamente, podemos reconocer afinidades con otros iguales y generar conexiones de variado tipo, no sólo amorosas.

Con este elemento, que es fundamental, es posible hablar de amores emancipados, con compromisos mutuos mediados y acordados a través de la confianza y en el aquí y el ahora, para crear relaciones sanas cimentadas en la confianza, no en el miedo, la inseguridad, el sufrimiento y mucho menos en la violencia de cualquier tipo. Aspecto que nos lleva a deconstruir el amor romántico para replantear formas de comunicarnos fuera de los mitos; en esa deconstrucción descubriremos que el príncipe azul y la princesa en apuros no existen, que no somos objetos y no pertenecemos a nadie, y que el alma gemela es un sublime espejismo que creamos como parte de un discurso romántico que nos orilla a idealizar la eternidad de los sentimientos. Desde el feminismo es posible construir las relaciones paso a paso en el presente y potenciar las emociones más profundas por otra persona sin dejar de lado el amor propio. Es un llamado a querer en libertad.

Con el feminismo cabe la pasión, el expresar los afectos en múltiples formas para recrear mundos paralelos desde el equilibrio más que de la ilusoria complementariedad. Podemos regalar flores, leer maravillosos poemas (pues qué sería el ser humano sin los regalos creativos producidos por el amor) y hasta escribir cartas que rayen en lo cursi, pero desde la plena conciencia de que estamos ante experiencias que se acumulan en nuestra vida, y que damos amor con la convicción de que somos y estamos frente a otro(a) con una identidad definida, ¡que nos queremos pues!; y que somos conscientes que el querer debe ser mutuo y que nadie debería morir de y por amor, pues los corazones se regeneran.

Cuestionarnos sobre qué tan placenteros y gozosos son los vínculos que recreamos, nos lleva a reconocernos como mujeres reales y diversas (ni santas, ni putas) conviviendo con el amor desde una posición que no limite nuestras aspiraciones personales, políticas y creativas, sino que las haga florecer.

Por Magaly Vásquez

Ilustración by Ashley Lukashevsky ©

Sobre el autor

Margarita Vásquez Montaño, mejor conocida como Magaly o “la Maga”, es una sonorense que hizo del altiplano mexicano su segundo hogar. Feminista crítica, soñadora rebelde y amante de los días de sol, de una buena charla, de la sabrosa lectura de un poema y de la fortuna de disfrutar la espontaneidad del día a día. Egresada de la Universidad de Sonora, Maestra y Doctora en Historia por El Colegio de México. Se ha especializado en la historia de las mujeres del siglo XX. Escribe además crónica, narrativa y poesía de vez en vez. Actualmente radica en Toluca, Estado de México donde trabaja como profesora investigadora de El Colegio Mexiquense.

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5 comentarios

  1. Lúcida visión y brillante exposición. El mundo necesita más PERSONAS como Magaly. Gracias por este regalo de esperanza por un mundo más sano emocionalmente.

    1. Muchas gracias. Creo que necesitamos ver el mundo con más colores, reconocer que los extremos no nos funcionan y que es posible reconfigurar nuestras prácticas sociales y culturales. 🙂

  2. Ay, que bello. Que bonito es leer a hermanas feministas del norte. Y sobre todo historiadoras. Yo también lo soy, pero de mexicali. Un abrazo y gracias, tu texto me gusto mucho-

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