Los superhéroes que admiramos han sido dotados de una fuerza sobrenatural que los aproxima a la eternidad. Son como dioses. Y su origen es antiguo. Sin trajes extraordinarios, pero con capas, lanzas y espadas, advertimos su leyenda en las mitologías griega o celta.

Nos atraen porque iluminan la condición humana. Lo hacen actuando más allá de la generosidad o la piedad. Los paladines son como nosotros, pero – usando el lema olímpico – son más. 

Más fuertes, más altos, más rápidos. 

Así, La vieja guardia (Gina Price Bythewood, 2020) se presenta como adaptación fílmica de una novela gráfica desarrollada por Greg Rucka y Leandro Fernández. Y en el argumento que despliega, La vieja guardia habla de la maldición que significa no poder morir. 

En estos días aciagos, difíciles – días de virus, contagios, enfermedad y, en casos muy lamentables, fallecimientos – hablar de inmortalidad, jugar con seres que viven para siempre, resulta el elemento definitivo para que La vieja guardia se coloque de inmediato en primeros lugares de visualizaciones a través de Netflix, plataforma que la promueve como estreno inmediato. 

Mientras la curva pandémica no sea plana y las inquietantes consecuencias de esta contingencia sigan entre nosotros, ¿es catártico distraerse con las aventuras de titanes resistentes a armas, vejez, padecimientos, pestes y calamidades? 

La inmortalidad en tiempos del coronavirus. Fantasía perfecta para evadir la pesadilla, aunque sea por unos momentos. 

La vieja guardia es la historia de Andrómaca de Escitia (Charlize Theron), guerrera centenaria cuya aparente inmortalidad la ha llevado a reconocer y reclutar a un grupo de eternos, como ella. Su liderazgo protege al alcohólico Booker (Matthias Schoenaerts), al romántico Joe (Marwan Kenzari), y a su Nicky (Luca Marinelli); y ahora surge Nile, la marine afroamericana (Kiki Layne), y con ella la oportunidad para conocer los misterios de la inmortalidad y como enfrentarlos. 

Por los siglos de los siglos.

Los antagonistas de La vieja guardia son lo más predecible de la cinta. Hay un perseguidor, Copley (Chiwetel Ejiofor), cuyos nexos con la CIA le dan ese toque conspirativo y gubernamental siempre necesario en películas como ésta y también aparece Merrick (Harry Melling), joven billlonario, decidido a capitalizar los genes perpetuos del clan que encabeza Andrómaca. Una vez más, un villano zuckerbergiano vuelve para hacer de las suyas. 

La vieja guardia es un filme de acción. Charlize Theron y Kiki Layne tienen a su cargo las mejores secuencias. Son mujeres en momentos muy distintos de una vida dedicada a la humanidad. Están en las antípodas de la historia: la antigüedad de hierro y el presente líquido, el ayer de piedra y nuestros días de binaria digitalidad. 

Escenas de lucha y batallas contemporáneas lucen coreografiadas con dignidad. Mucha atención a lo que sucede al interior de un destartalado aeroplano de carga. Síntesis de acción, humor y nostalgia, quizás es la parte mejor lograda en La vieja guardia. 

Y está el lado romántico. Un capítulo sorprendente. Porque no es usual que una película del género superhéroes aborde con naturalidad y delicadeza el amor que se atreve a llamarse por su nombre: en una de las secuencias más conmovedoras de La vieja guardia, seremos mudos testigos de la manera en la Joe expresa sus sentimientos hacia Nicky, compañero y amante por toda la eternidad. 

La vieja guardia es una producción muy femenina. Gina Price Bythewood, la directora, formó equipo de mujeres para que se desempeñaran en diversas responsabilidades: Therylin Shropshire, como editora; Tami Reiker, fotógrafa; la diseñadora de vestuario, Mary Vogt; la supervisora musical, Julia Michels y la supervisora de efectos visuales, Sara Bennet. 

“There was a time when I was worshiped as a God”, le dice Andrómaca de Escitia a Nile cuando la descubre rezando. Y aunque trata de explicarle que dios no existe – que es ir mucho más allá de Nietzsche -, Nile decide conservar su fe. Nuestro siglo será un siglo religioso, o no será. 

La vieja guardia, en sus dos horas de exhibición muestra el músculo que Charlize Theron ha ejercitado en Mad Max: furia en el camino (George Miller, 2015), Atómica (David Leicht, 2017) y Rápidos y furiosos, 8 (F. Gary Grey, 2017). La atractiva estrella sudafricana brilla, sin duda alguna. 

Inmortalidad en tiempos del coronavirus. Los superhéroes ponen orden en un mundo puesto de cabeza. Desastres naturales, pestes medievales, poderes erráticos e incapaces y crisis financieras que, nosotros los mortales, no podemos descifrar ni combatir. 

Nos consuela la fantástica existencia de los superhéroes. Su eterna fortaleza concede un instante de fascinación. Y siempre ha sido así. 

Qué leer antes o después de la función

Orlando, de Virginia Woolf. He aquí la biografía de un ser asombroso. Su vida inicia, como varón, en el siglo XVI, para luego transformarse en mujer y así convertirse en testigo de la historia y los cambios sociales, sin envejecer. 

El sexto libro de Virginia Woolf explora la inmortalidad como telón de fondo, sin embargo, su gran aportación es ser uno de los primeros ensayos que considera a los géneros como construcciones sociales. Tal es el valor y esplendor de Orlando. 

Un andrógino que se adapta a cada época por su apego a la poesía – es decir, el arte – y a la naturaleza. Un ser humano en apariencia libre e inmortal.

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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4 comentarios

    1. Espero que te animes a verla. Está en NETFLIX y, según esto, es en estos momentos la película más vista de esa plataforma en México. Sería genial contar con tus comentarios al respecto. SALUDOS. Y MUCHAS GRACIAS POR COMPARTIR.

  1. La película tiene una muy clara y pesada agenda racial y de género, el concepto de la película flota sobre lo políticamente correcto, al punto que le estorba a la historia. Los únicos hombres blancos en el bando de los buenos son homosexuales, la figura líder del grupo es mujer y bisexual, cuyo gran amor es una mujer asiática, la salvadora de todos es afroamericana. Los dos únicos personajes blancos y heterosexuales son villanos, el único villano afroamericano es absolutamente redimido por su gran corazón y hay una posible secuela donde uno de los personajes principales será una mujer asiática.

    Es una película con agenda muy forzada, por lo tanto, no la puedo calificar de “buena”, pues tiene muy poco compromiso con el cine o el espectador, busca subirse al “tren del mame” de lo políticamente correcto, no hacerle afrenta a nadie, quedar bien con todos o más bien “no dar pie a que nadie se disguste”.

    La escena en el transporte de la policía en el que los personajes homosexuales se besan, es vista con desagrado por la masculinidad frágil de los personajes blancos que representan al “establishment” e intentan separarlos.

    Hay muy poca creatividad en el diseño del villano, un flacucho, enclenque, intelectualoide que representa al capitalismo recalcitrante de las corporaciones farmacéuticas, un cerdo capitalista que a todas luces pretende recordar a Lex Luthor de Jesse Eisenberg, pero no le llega a los talones ni a Dr. Evil de Austin Powers.

    El apartado técnico es bueno, pero solo es bueno; la película está bien producida, tiene buenos efectos visuales, un gran cuidado al detalle en las escenas de resucitación y sanación y música adecuada al ritmo de la película. Todo es adecuado, pero nada sobresale de forma extraordinaria. Y aunque no lo fuera, es políticamente incorrecto criticarlo porque el equipo directivo está conformado enteramente por mujeres (hasta en eso se cubrieron las espaldas).

    En 5 años no recordaré haber visto esta película y probablemente a mucha gente le suceda lo mismo.

  2. ¡Por supuesto! La intención «políticamente correcta» en LA VIEJA GUARDIA es muy evidente. Yo consideré por eso como más interesante explorar el tema de la inmortalidad en tiempos de pandemia. Pero sí, tienen razón en la descripción que de varios personajes ustedes hacen.
    1.- Si quieres quedar bien con todos, terminarás por no quedar bien con nadie. Creo que las escenas de acción cubren el contenido «políticamente correcto» de género y diversidad.
    2.- ¡Totalmente de acuerdo! Lo más predecible son los villanos. Ustedes identificaron a Merrick con Lex Luthor, debido a su parecido con Jesse Eisenberg y coincido, pero en realidad la inspiración de esa maldad viene de Mark Zuckerberg.
    3.- De nuevo, coincido. LA VIEJA GUARDIA, en sus apartados de efectos especiales, cumple. Nada mas, nada menos.

    Muchas, muchas gracias por sus comentarios y espero coincidir de nuevo con ustedes en este espacio. SALUDOS.

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