Los Mochis, Sinaloa.-

Lo sucedido en México en las elecciones del 1 de julio de 2018, recuerda mucho las elecciones de junio de 1989 en Polonia: se pasó de una euforia electoral a una continua descalificación. Por un lado, los llamados amlovers y por otro los amlohaters. Los primeros muestran una devoción que para algunos raya en el fanatismo, mientras los amlohaters, haciendo en ocasiones desplantes de divos intelectuales, se suben a discusiones a veces estériles; en otras ocasiones sí hay argumentos y no la víscera por delante. En lo personal, llama mi atención la atomización de la sociedad, las orientaciones a la fragmentación social.

Rememorando a los polacos, a casi tres décadas Polonia vive una profunda crisis nacional en prácticamente todos sus planos: económica y políticamente, el divisionismo y descalificación hicieron añicos la sociedad polaca. Personas que combatieron por la misma bandera, actualmente si se ven en la calle no se saludan, perdieron amistades de toda la vida, incluso no pocos entablan disputas legales, mucho de ello ocasionado por la polarización. 

Otro aspecto compartido por México y Polonia es la matriz cultural católica, una monarquía católica derrochadora en su momento. No es casual que la ruina del imperio español devino, entre otras cosas, de la histórica forma de derrochar. La realeza y sus ramificaciones no conocieron ningún poder en materia de recato fiscal. Pretendieron obtener todo de sus posesiones de ultramar. Desgraciadamente, los malos ejemplos cunden, se heredó esa forma de proceder en México: atención a cuerpo de rey para el aparato burocrático mexicano, llegando a excesos innombrables. Esos esquemas se reprodujeron de forma vertical, hasta llegar a las direcciones de instancias municipales. El derroche como una forma de reafirmación de status prevaleció en las estructuras institucionales de la revolución mexicana hecha gobierno.

Todo el entramado institucional se afianzó de esa manera: prebendas, canonjías, beneficios, sobresueldos, jubilaciones insostenibles, ahogaron las finanzas mexicanas, volviendo inviable el sistema de bienestar social en México.
Pero cada dependencia, siempre ha conservado un derecho no escrito de quitar o poner personas al entrar en funciones, pero además de eso, duplicar o triplicar nómina con personas que ni siquiera laboraban en dichos departamentos.
Otros beneficios algunos si escritos, les otorgaban caja chica, caja mediana, caja grande, presupuesto, partidas secretas y presupuesto extra, se gastaba a manos llenas. Ahora que existe un intento por modular esas tendencias, pareciera estar ya inscrito en el ADN mexicano, como un derecho ganado. Cargar al erario público gastos personales, familiares y operativos al presupuesto.

El estado mexicano posrevolucionario es un estado-nación corporativo, que construyó sus bases sociales a base posibilidades de generar una serie de beneficios a personas allegadas a esos liderazgos corporativos. Por eso vemos actualmente críticas a las posturas amloistas de diverso cuño. Pero resulta sugerente ver la considerable derrama de favores, apoyos, acomodos, remuneraciones que integrantes de clanes familiares venían recibiendo desde hace décadas y ahora parece se les van de las manos y parece no volverán. Tías que recibían jubilaciones o pensiones sin cumplir con los requisitos, cuñadas o comadres incómodas, pero debido a lazo tradicional del compadrazgo, recibían colocaciones en el obeso aparato burocrático ya sea nivel municipal, estatal o federal. 

Compadres que nunca se presentan a trabajar, unos genios del paracaídas, ven eclipsadas sus posibilidades de seguir presentes en las nóminas gubernamentales. Los apoyos económicos para pequeñas y medianas empresas, otra fuente de ingresos importantes de las familias bien, también parecen desaparecer del firmamento. Los proveedores de dudosa reputación, de cualquier de los tres niveles de gobierno, han visto truncadas sus posibilidades de seguir escalando en el escalafonario socio-económico, pues compraron casas, carros, cambiaron sus hijos a mejores colegios, compraron tiempos compartidos en playas exclusivas, se van de igual manera las vacaciones en lugares turísticos invernales. ¡Todo por culpa del Peje y sus pendejadas! La resistencia a dejar la ubre hacendaria muestra lapsus de paroxismo y demencia entre algunos de los casos enunciados, pero eso solamente es la punta del iceberg, incluso, solo una bandeja de cubos de hielos del refrigerador. 

Por Pedro Cázares Aboytes

En portada, imagen de «pastor ordeñando (forma tradicional), oveja, ubre, dos tetas con sus pezones y herradón de barro cocido fabricado en las cacharrerías (alfarerías) de Arrabal de Portillo», 25 de diciembre de 2014, en La Pizarra de Gaude

 

Sobre el autor

Historiador. Profesor investigador en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

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