Es un placer anunciar el ingreso de Fernanda Hirata al staff de reporteros culturales que dan brillo a esta casa editorial.

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El pasado sábado 9 de abril, la ciudad de Hermosillo tuvo la fortuna de ser parte de la gira de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes. Como el término mismo lo dice: orquesta de “cámara” se refiere a una orquesta pequeña formada de acuerdo a los salones de los palacios y grandes residencias de las cortes en Europa a partir del siglo XVII. Hablando un poco de los orígenes de dicha orquesta, cabe mencionar que cuenta ya con 60 años de haberse formado en la ciudad de México.  Originalmente, como nos lo informaron en el programa de mano, fue llamada Yolopatli, que en náhuatl significa “cura para el corazón”. Ésta se ha mantenido con gran ahínco para seguir preservando y difundiendo la música orquestal de cámara, tanto mexicana como internacional.

 

El concierto comenzó con el Divertimento III K 138 de Wolfgang Amadeus Mozart, que consta de  tres movimientos: Allegro, Andante y Presto. Digna representación del período clásico con un estilo estético y ordenado, elegante y preciso. El director José Luis Castillo mostró su impecable manera de manejar el tiempo y dinámicas, con mucha precisión y sin olvidar la musicalidad de la obra. El diálogo entre violines y violas, las líneas de los más graves -como los violonchelos y los contrabajos- dio por resultado una obra que sin duda alguna pudo haber llegado a ser una sinfonía.

 

El público se mostró respetuoso y efusivo al término de la pieza. Antes de comenzar con la segunda, el director dio una breve explicación de la siguiente obra de Heinrich Ignaz Franz Biber, violinista y compositor bohemio respetado en su época, que comprende el período barroco. Nos informó que era una pieza sumamente “extraña” pues se conformaba de ocho movimientos muy cortos. El propósito del compositor fue narrar una batalla y hacer efectos especiales con los mismos instrumentos; ésta fue escrita en el año de 1673. Al hacer dicha explicación, el público mostró muchísimo interés, pues el director hizo el énfasis de que era poco convencional presentar este tipo de obra en concierto. Los contrabajos colocaron una hoja de papel entre las cuerdas para imitar ciertos sonidos de la caída de los soldados. Los violines y los violonchelos golpearon los cuerpos también. El primer movimiento mostró disonancias algo inusuales para su época, tanto que una persona del público comentó: “una pieza algo atrevida para su tiempo”.

 

La segunda parte del concierto comenzó con un Langsamer Satz (Movimiento Lento) de Anton Webern (1883-1945). Una pieza todavía con toques de  post romanticismo. Interpretada majestuosamente. Lo curioso de esta pieza es que nunca se difundió y se recuperó hasta el año de 1961.*

 

Después tuvimos el estreno mundial de la obra del compositor sonorense Alfonso Molina: una suite titulada “Crónica de una muerte anunciada”. Pieza originalmente escrita para una colaboración de una compañía de danza en Nueva York, como se nos informó en el programa.  La pieza se inspira en la obra literaria de Gabriel García Márquez, basada en hechos reales, obviamente con tintes políticos. En esta obra nos narran con tres movimientos el relato de la muerte de Santiago Nasar, el personaje central de la novela. Fue muy interesante escuchar una obra actual con fuerza y carácter, con sonidos latinoamericanos y una historia que nos puede identificar en estos tiempos donde, por desgracia,  la violencia está tomando control de nuestros pueblos.

 

El lamento que abrió esta obra muestra la tragedia de la muerte. El tercer movimiento, el Capriccio, presto enérgico desenlaza y de nuevo retoma el tema original que es la mera tragedia de esta novela tan latinoamericana, tan característica de nuestra región. Al final de la pieza, el director se dirigió al compositor que estuvo presente y el público le aplaudió efusivamente. El autor vio nacer un hijo al escuchar su obra interpretada por una orquesta de tal prestigio. Y nosotros tuvimos la oportunidad de presenciarlo. Qué orgullo  saber que hay sonorenses con  talento poniendo en alto el nombre de Sonora y México.

 

La orquesta cerró con broche de oro al interpretar al grandioso Félix Mendelssohn (1809-1847) con la Sinfonía para cuerdas número 12 en sol menor. La pieza comienza con una fuga, ahí pudimos escuchar la influencia barroca y el sentido tan contrapuntístico. El segundo movimiento un Andante; el director manejó la musicalidad y las dinámicas de una forma precisa y sobria. El tercer movimiento Allegro Molto fue tan emotivo que el público saltó al finalizar con fuertes aplausos y algunos gritaron un “¡Bravo!”.

 

El teatro tuvo un lleno total, la gente se comportó a la altura, con respeto pero sin olvidar el entusiasmo y el goce que produce la música. Esperemos que la sociedad sonorense exija más este tipo de eventos, pues hay que recordar que la música puede ser una cura para el alma y en estos tiempos donde las crisis, la violencia y las guerras nos sobrepasan, debemos encontrar siempre una manera de expresarnos y  refugiarnos como seres humanos. Sin duda de ello, las artes siempre serán ese refugio.

 

* Programa de mano de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes.

Por Fernanda Hirata

Fotografía de Margarita García / Norte Photo

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Programa de mano. Fotografía de Benjamín Alonso.

Sobre el autor

Estudió la Licenciatura en Bellas Artes con especialidad en Historia del Arte en The University of Arizona, así como un posgrado en Universität Stuttgart. Actualmente da clases privadas de piano.

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