Finistère, France.-

Llegan a mí una serie de notas y mensajes sobre la jornada electoral del domingo 1 de julio en México, particularmente en el estado de Sonora, entidad que conozco a distancia gracias a estimadas amistades que por aquellas regiones desérticas viven y beben, pues me dicen que no hay otra manera de sobrellevar un verano de 49 grados a la sombra que no sea con cervezas heladas.

Y por si eso fuera poco, dicha temperatura se ha elevado a niveles febriles debido la escandalosa debacle de los partidos políticos que detentaron el poder por décadas no solo en Sonora sino en todo México. Al respecto, cuando los británicos desean cortar por lo sano con una situación enojosa sueltan un tajante “¡Enough is enough!”, cuyo equivalente mexicano podría ser “¡Ya’stuvo!”.

Me comentan que los resultados de la jornada fueron lo que antaño llamaban “carro completo”,  y que en esta ocasión apareció desde Estación Don una avasallante locomotora guinda que pitando a  su paso dejó a decenas de damnificados en el territorio sonorense: huérfanos y huérfanas que descobijados del erario público se encuentran en el más penoso desamparo.

Sin embargo, tengo entendido que los gobiernos mexicanos son nobles y no suelen olvidar a sus correligionarios en desgracia, así que después de los tropiezos electorales suelen reinstalarlos en posiciones gubernamentales medianamente decorosas.

La solidaridad con los caídos es digna de elogio, pero debo señalar que las posiciones políticas y administrativas abandonadas por la aventura electoral están ya ocupadas, así que el Ejecutivo recibirá un aguacero de recomendaciones de todos los niveles, situación compleja de resolver pues no hay suficientes espacios ni presupuesto para acomodarlos. Cuando menos no a todos, por lo que nadie desearía estar en las zapatillas de la mandataria sonorense.

Lo que observo desde la lejanía de mi campiña:

En Sonora no triunfó un partido, ganó un movimiento popular que fue cocinado a fuego lento por un chef tabasqueño a lo largo de décadas.

En algún lugar de mi archivo conservo la revista Letras Libres en la que Enrique Krauze bautizó al de Macuspana como un mesías tropical y frente  al triunfo arrollador de quién repetidamente criticó, no tuvo de otra que tragar gordo y matizar su opinión.

¡Ahh, que don Enrique, siempre tan acomodaticio! Pero en su descargo debemos entender que el intelectual no solo es historiador, es, además, dueño de una editorial cuya responsabilidad es cubrir puntualmente los gastos fijos y pagar salarios.

Pero regresemos al caso Sonora.

El corte a guadaña de las cabezas de  funcionarios estatales es inminente, principiando por el secretario de gobierno cuya deslealtad hacia la gobernadora es evidente.

Por otro lado, recibí tres mensajes de representantes del  gremio artístico sonorense, por cierto de diferentes disciplinas, señalando al director del Instituto Sonorense de Cultura como un joven funcionario que carga sobre sus hombros una multitudinaria burocracia que lejos de agilizar la actividad artística y cultural la entorpece.

Me llama la atención su segundo nombre. Me recuerda al cantante de la Sonora Matancera Welfo Gutiérrez, que lo vi actuar en el Club Tropicana de la Habana Cuba en 1974.

Welfo era un artista de buena voz, muy simpático y sonriente. Me informan que el funcionario cultural también exhibe de manera permanente una sonrisa. Celebro su optimismo ante su comprometida gestión, pues de fuente confiable sé que su padrino y mentor -a quien le debe su posición actual-, fue también derrotado como candidato a la presidencia municipal de la capital de Sonora.

Así que a ritmo de un contagioso guaguancó, Welfo, no el cantante, sino el funcionario cultural, deberá alejarse graciosamente de los escenarios culturales sonorenses antes de que los documentos de los jugosos contratos de grupos de corte nacional e internacional que se han presentado en el FAOT en dos emisiones sean ventilados públicamente y como la  Sonora Matancera le canten aquello de: “¡Ay, cosita linda mamá!”.

Una recomendación sana y a tiempo: le sugiero que antes de su mutis salde las deudas atrasadas con los artistas sonorenses que confiaron en su palabra.

Servidos, amigos creadores sonorenses.

Por El Duque de Otranto

Illustración de David Alejandro López Portillo

Sobre el autor

El Duque de Otranto es un noble centrado y normalmente ecuánime, aunque para quien lo provoca tiene a su alcance una daga que suele hundir poco a poco en el costado de sus víctimas hasta donde se lee Solingen

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