Cuando mi editor me dijo que tenía que ir a patear un nido de avispas a la Casa de la Cultura no tenía ni idea de que iba a Fotoseptiembre. Es decir, llegué a una galería cerrada que decía Fotosonora, Festival Estatal de la Imagen 2017, y ahí es cuando supe de qué se trataba todo esto.

Mis sucias conexiones con el hampa electa me han dicho que la treta sucede así: existe un artículo mágico en el Necronomicón hediondo de la ley mexicana que estipula que un evento cultural que recibe equis cantidad de dinero del gobierno recibirá mucho más si en lugar de llamarse Fiestas del Pitic o Fotoseptiembre se llama Festival del Pitic o Festival de la Imagen, porque parece ser que la palabra “festival” es la chispa adecuada en los fetiches de algún alto y secreto funcionario de la cultura.

Quién sabe si será cierto; yo solo lo he escuchado por ahí.

Como decía, llegué a las cuatro y media porque a las tres y media apenas estoy saliendo de la escuela donde desempeño mi pasión por la docencia bilingüe adolescente mutante. Me gusta el vapor y he aprendido a sobrevivir bajo presiones salvajes y antinaturales. Soy un fanático del vapor. La escena cultural sonorense ni me viene ni me va porque nunca he ganado el maldito Concurso del Libro Sonorense y al cabo que ni quería ganarlo.

Ah, sí, pues, llegué a la galería y estaba cerrada. Un joven con gafete parecía tener relación con las visitas a la galería y decidí engatusarlo para que me dejaran entrar a deshoras. Le dije que era Carlos Mal y que estaba con Crónica Sonora, como si Crónica Sonora fuera un periódico de abolengo de esos que tienen mucho dinero sucio, y no un blog heroico que lucha por sostenerse con anuncios de gas. Por cierto, no compren ese gas, es muy caro y una vez explotó una picería de al lado de mi casa. Estoy seguro de que usaban justamente ese gas.

Y sí, picería, no pizzería. La Real Academia ha intervenido todas mis ortografías favoritas, pero ha perdonado a pizza, que debería escribirse piza y picería debería ser la grafía correcta para los establecimientos que venden dichos disquetes de placer.

Y bien, les comentaba que ese muchacho creyó que era yo una especie de algo así como más o menos un periodista tal vez un poco y decidió dejarme entrar. Sacó un racimo de llaves que parecían sarmientos de un coral robot del futuro y las hizo cascabelear hasta que la puerta abrió. “Solo dame unos minutos para ver la exhibición y tomar un par de fotos, fam”, le dije. Su rostro virginal e imberbe acertó a asentir. Creo que él pensaba que era yo en verdad un sujeto genial.

Entré y vi un par de paredes vacías. Había una sorprendente parquedad, escasez y vacío en el lugar. Es como si solo hubiera tres o cuatro fotógrafos dignos de mención en Sonora. Sonora es un estado grande. Como soy profesor de Geografía en la secundaria bilingüe en la que trabajo, puedo decir con autoridad que Sonora es grande. Tan grande como, no sé, Bélgica o casi casi Francia. Lo que quiero decir es que había muy pocas fotografías para algo que se hacía llamar “Festival de la Imagen”.

Entre los artistas de la muestra, hubo una que decidió trolear a los conservadores e iracundos sonorenses —famosos por su poca imaginación— y decidió hacer vanguardia en el desierto. Tan vanguardia que en un festival de la imagen se rehusó a mostrar imágenes. Y aun así fue elegida para este increíble superfestival que, por cierto, solo abre de ocho a tres, horario en el cual prácticamente solo quien no estudia ni trabaja puede ir a visitar.

O pueden engañar a gente y hacer que le abran la puerta y robar una foto. No es que yo haya robado una foto.

Y es que parece que muchos entraron y se robaron todas las fotos. Muchas paredes están vacías. Por ahí leí en Facebook (me disculpo por la falta de rigor periodístico) que dicen que algunos artistas retiran en justa cólera sus fotos porque esta galería, al parecer, es producto de un concurso antiguamente llamado “Concurso Estatal Fotoseptiembre” y que ahora se va a llamar Fotosonora (creo) y que, dicen, también — nada de esto se ha publicado oficialmente en ninguna maldita parte— que aparentemente un jugoso premio en efectivo se va a quedar guardado en las pingües arcas del gobierno porque el concurso se declaró desierto.

Es decir: nadie ganó Fotoseptiembre. Nadie ganó Fotosonora. Todos los trabajos estuvieron por debajo del estándar. ¿Sí saben qué significa eso? Significa que las autoridades nos invitan cordialmente a una sala llena de fotos que no son dignas de un premio. Nos invitan a ver lo que a los expertos consideran que no está a la altura. Nos invitan a usar nuestro tiempo en lo que ellos creen que es rechazable.

No es muy difícil, entonces, entender que tantos artistas hayan retirado sus fotos. Qué agallas, también, las de los que aun después de esta bofetada siniestra decidieron dejar su obra a la vista de todos en la galería del rechazo. Aunque no hay mucho problema. Literalmente casi nadie ha visitado la galería. ¿Quién puede a esa hora? ¿Los empleados de telemercadeo que trabajan el turno de cementerio? ¿Los veladores de almacenes que tienen un gusto por la fotografía creativa y el arte de vanguardias? ¡De estos últimos solo conozco tres!

Cuando salí saqué un billete de doscientos, de esos que tienen a una Sor Juana innecesariamente sensual en uno de sus lados y un edificio lleno de cariátides desnudas que nadie nota porque nadie observa los billetes con detenimiento. No fue sino hasta que le conté esta anécdota a Susana que me dijo que no se les daba propina a los ujieres de las galerías aquí en Sonora.

Maldije mi esnobismo francés y me puse a escribir esto. Ah. Sí. La exhibición. Está bien; hay como tres expositores, o cuatro, y son buenas fotos. Las imágenes de vanguardia están bien locas, sí dan de qué pensar o al menos causa gracia cómo el arte es totalmente dependiente de marco de referencia y así. Ahora que lo veo pude haberles ahorrado todo el texto con este único párrafo. Vaya.

Nota final: Si Crónica Sonora ya no anuncia gas en su página para cuando se publique este texto, ignoren la mención al gas que hice cerca del cuarto párrafo. Si este texto pasa a la posteridad y se publica en un lugar que no sea Crónica Sonora, que conste que todo este asunto del gas se refiere a que en la bitácora informativa y literaria llamada Crónica Sonora, por un tiempo se publicitó una empresa de gas, y sus anuncios gráficos a veces aparecían entre párrafo y párrafo de los artículos, crónicas y otras aportaciones de los colaboradores de este esfuerzo editorial. Por si acaso, RIP anuncios de gas en Crónica Sonora.

Por Carlos Mal

Fotografía de Benjamín Alonso

Nota del editor: si usted, señora o señor, lee el texto de la siguiente imagen -que muestra el texto presentación de la exhibición que aquí nos tiene- comprenderá de lleno el título de este artículo. Gracias.

Hay más cuadros en la oficina que en la galería

 

Sobre el autor

Carlos Mal nació en Hermosillo. Es doctor en Literatura, dibujante de cómics, profesor, periodista gonzo y escritor de literatura crónicamente inédita. Fundó en 1998 el Club Chufa, dirigió y editó el fanzine TheClubChufaZine de 1999 a 2004. Publicó la noveleta Un verano con Antonio Alatorre y el libro de cómics Juan Escutia, el cómic. Colaboró con la sección cultural del periódico sonorense El Imparcial de 2004 a 2008 con la columna quincenal “Pira Pagana”. Residió en París de 2010 a 2014, y allí comenzó la elaboración de la novela gráfica La República de Sonora. Su obra inédita incluye cómics, teatro, novela, poesía, ensayo, cuento y crónica. Contacto: thecarlosmal@gmail.com

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6 comentarios

  1. Sin duda…cuando la ausencia es presencia. Presencia recordable e incurable. Presencia de un vacío que irrita, como tantos vacíos desmotivadamente cercanos.

  2. La ausencia material como metáfora de los vacíos expresables… en este caso exageraron.
    Sólo en Sonora se pueden ver los concursos declarados desiertos… ya ni la burla perdonan (trabajo y gracia es ya dedicarse a la fotografía creativa)

    1. «Estimamos que ninguna obra merece premio, pero vamos a dárselo a la de la mención para que el pueblo quede satisfecho»…Tal pareciera el deseo vuestro y de muchos.

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