En la década de los noventa la Ciudad de México ostentaba el monopolio de la violencia y la inseguridad. La concepción de provincia hacia la ciudad era la del rechazo y prejuicio de parte de un sector amplio de la sociedad civil a lo largo del interior de la república. Pero fue durante el sexenio de Felipe Calderón que todo cambió; el clima de paz y tranquilidad que se percibía y respiraba fuera del Distrito Federal fue remplazado por una guerra cruenta y cruda, llenando los encabezados periodísticos de sangre y violencia. La guerra contra el narco fue una política estatal demagógica que puso fin al clima de tranquilidad al sacar al ejército a las calles.

 

Es así como el estado de Michoacán se convirtió en territorio bélico. El cartel del Golfo y los Caballeros Templarios disputaban la plaza del estado cobrando renta por el uso de suelo a agricultores y pequeños comerciantes. La población civil en general percibía el vacío de Estado dejado por el gobierno y su administración corrupta en Michoacán. La entidad se sumió en un clima de inestabilidad y violencia, donde la sociedad civil era la más afectada por la extorsión.

 

Así fue como surgieron las autodefensas. Pequeños grupos conformados por ciudadanos comunes empezaron a armarse y hacer frente a la delincuencia organizada en el estado. Estamos frente a un fenómeno de gran envergadura, la población michoacana dejó de tener confianza en las instituciones. Testimonios recopilados en documentales y entrevistas periodísticas muestra la realidad social de un estado en desesperación. La desigualdad, la miseria, la pobreza, la discriminación y la corrupción son los componentes de un caldo de cultivo que genera las pautas de un fenómeno social que da cuenta de la incapacidad del gobierno mexicano por ejercer el estado de derecho.

 

La situación michoacana muestra de qué forma conglomerados sociales conformados, regidos y circunscriptos por una constitución dentro de un estado nación rompe con la simbiosis estatal por la poca eficiencia de la misma. La desconfianza del pueblo hacia el gobierno es un fenómeno que viene arrastrando desde la independencia. El gobierno en más de doscientos años ha mantenido las pautas de la desconfianza y no ha logrado ganarse al pueblo más que en discutidos sexenios y en momentos particulares. La constante ha sido siempre la desconfianza y el recelo hacia las instituciones. Testimonios civiles ubican al gobierno dentro de los enemigos criminales del estado.

 

En este panorama se puede ver la situación de la población michoacana como entre la espada y la pared: por un lado el crimen organizado conformado por elementos desertores del mismo ejército mexicano extorsiona y somete a comunidades enteras, por el otro un gobierno con poca incidencia en asuntos de seguridad estatal, que al mismo tiempo se conforma por elementos coludidos y sobornados por el crimen organizado.

 

Es así como la poca presencia del gobierno y su fallido estado de derecho mermado por la corrupción, orilla a la población civil a buscar otras vías de restablecer la seguridad en el estado. Las autodefensas son un fenómeno que tiene su base en la desconfianza en las instituciones y el gobierno. Las autodefensas dan resultados a la población y llenan los vacíos de estado que el narcotráfico había ocupado. Así mismo, la delincuencia organizada es un fenómeno que está cimentado dentro de un cuadro de miseria, corrupción y discriminación.

 

Para hacer frente al crimen organizado y al narcotráfico hace falta un estado de derecho sólido que este respaldado por un gobierno legítimo que al mismo tiempo que combate al crimen, combata igualmente la desigualdad y la pobreza. Si estos dos problemas no son resueltos, no se podrá resolver el primero. De nada sirve mal gastar los recursos en material bélico si no se llena la boca de los niños en miseria para que no engrosen las filas del crimen organizado.

 

De la misma manera, la narcocultura es un fenómeno que genera identidad dentro de un sector de la población compuesto en su mayoría por jóvenes, genera pautas de identidad y trasciende culturalmente. Es un problema que ataca a la sociedad civil y tiene su origen en la necesidad y falta de educación entre muchos otros problemas que son la consecuencia de la futilidad de las instituciones.

 

Las autodefensas son un hecho social que hace frente a los problemas que el gobierno debería resolver. Su desarme tendría que ser en un ambiente de paz social, con base en un estado de derecho previamente solidificado y libre de corrupción.

 

De la misma manera, el clasismo y la discriminación son tan agobiantes que cualquier medio que conduzca a la emancipación de dicha condición resulta válido. Las condiciones del estado de Michoacán dan cuenta de este fenómeno y las autodefensas es la respuesta a un momento social que requiere de madurez conceptual y una compleja revisión esquemática de todos los factores sociales involucrados.

 

Por Julio Córdova

Fotografía de Juan José Estrada Serafín

Nphotoedic-5684 ARREGLADA

Sobre el autor

Sociólogo por la UNAM y artemarcialista con especialidad en Jiu-Jitsu. Tiene experiencia en la práctica de observación participante particularmente en el culto juvenil a San Judas Tadeo entre sectores jóvenes del barrio de Tepito, teniendo como resultado entre muchos otros la comunión social entre practicas religiosas y delictivas. Trabajó directamente con el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) reproduciendo y corrigiendo material de tipo pedagógico, así como en el apoyo en logística de círculos de lectura dentro del CERESO de Morelos.

También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *