Hermosillo, Son.-

Fue descendiendo la luz y sin primeras, segundas, ni mucho menos terceras llamadas se fue iluminando el escenario.

Tres de los integrantes de Rubberbanddance Group iniciaron su propuesta, presentada el  sábado pasado en el marco de Un desierto para la danza 25. Acompañados con música de violín nos dieron la pauta de una secuencia virtuosa, con marometas y suspensiones del cuerpo en el aire. Secuencias ligadas y acompañadas de un trabajo de técnica muy bien delineado, nos llevaron a movimientos grotescos y rudos pero al mismo tiempo gentiles, pausados y con un enorme dominio del cuerpo.

El barrio, lo callejero y lo marginal fueron palabras importantes en el escenario. Se acompañó de una fuerte dosis de pasión y obsesión que nos dejó un sabor único en la boca. Pero también la parte brutal y visceral de una sociedad hostil y llena de resentimientos que nos va arrastrando y  dejando huecos en la vida. El cúmulo de movimientos en escena nos llevó a que hiciéramos una pausa de 15 minutos para seguir sin prisa.

Al término de la pausa se prosiguió con el mismo tenor pero ahora con una secuencia mucho más tenue, los movimientos más palpables y sumamente ligeros. Al finalizar dicha secuencia tres de los bailarines rompieron la barrera  espectador – escenario jugando con los tiempos de la música, pidiendo al ingeniero de sonido su propia música para su danza. Fue divertida la escena ya que el sonido entraba al compás del juego de los tres. La risa estuvo ausente en esta ocasión y los expectadores rompíamos la seriedad con cada gesto o movimiento del bailarín.

Casi para finalizar los seis bailarines entraron en escena con un ir y venir tan necesario como lo requería la danza: cargadas, elevaciones, secuencias acompañadas de reacciones. El movimiento siempre tuvo esa sensación de levitación; pareciera que no era necesario ni pisar el piso. Los expectadores no parábamos de mirar; confieso que para mí hasta el pestañeo era distracción.

Finalizó su participación pero una vez más la risa explotó por tantos agradecimientos: de acuerdo a la altura del movimiento de la mano y con diferentes ángulos, los bailarines podían decir gracias de mil maneras. El juego de soltura al final nos llenó de muchas ganas de gritarles y les demostramos que nosotros también podíamos jugar con ellos sin parar de aplaudir.

No quiero terminar esta crónica sin antes decir que hubo cereza del pastel cuando nos dieron una demostración de hip hop muy libre y fuera de lo compuesto del movimiento y del cuerpo. Gracias totales, dijera Cerati.

Por Elizabeth Lozano

Como no podemos tomar foto en el Desierto, y qué bueno, fotografía tomada de la página de Rubberbanddance Group

Sobre el autor

Elizabeth Lozano Rodríguez tiene estudios en Ciencias de la Comunicación y en Danza Contemporánea. Originaria de la Ciudad de México, reside en Hermosillo desde hace un buen.

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