En CS nos encantaría publicar la réplica de un Welfo, de un Barrera o de un Ballesteros. Inclusive la de un Félix 😉

Siempre recordando ese bello apotegma que a la letra dice: nadie es dueño de la razón

En lo que se animan a mandarla -y con ello enriquecer el debate- va la contrarréplica de Hugo Medina, que nos acaba de llegar

Buenos días 😀

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Debido a mi reciente opinión en Crónica Sonora sobre la pasada Feria del Libro 2016, se sintieron agraviadas ciertas susceptibilidades. Lástima, porque mi intención no era disolver egolatrías, sino expresar mi opinión por si de algo le sirve al Instituto Sonorense de Cultura (ISC). “Deja que los perros acomplejados ladren”, posteó en Facebook Iván Ballesteros a título personal y en referencia a los textos que criticaban algunas situaciones de la Feria del Libro 2016 y el desparpajo de los moderadores en la presentación de Irvine Welsh. Vamos, que todos aquí somos hermeneutas y es clara la intención de la entrada e igual de importante el objetivo del autor; como diría Foucault: la función autor establece legitimidad de acuerdo con su posición de poder. El contenido del post es una frase que esperaría de la limitada retórica de nuestra clase política, pero es genuina y muy válida, porque revela, como diría Lacan, un mal humor que no encuentra alojamiento expresivo en el lenguaje que sea del agrado del superyó. “Pesadumbre moral”, le dice.

 

Es útil, también, porque más allá del torpe insulto que intenta gesticular con afán de desacreditar una opinión, muestra un prejuicio: cualquier crítica viene de “acomplejados”, amén de la animalización. Resulta irónico que lo diga alguien quien fue responsable de programar a dos autores del centro del país para que conversaran con Irvine Welsh, algo innecesario si se considera la disposición tan amplia de autores locales. Hay un abismo enorme entre asumirse como acomplejado e impostarle a alguien tal calificativo. Más que un escarnio, la burda sentencia resulta una confirmación de lo que Ballesteros piensa de los escritores que critican los resultados de su trabajo. La omisión de los nombres de quienes hemos criticado al ISC, como bien han explicado Luis Felipe Fabre y Heriberto Yépez, es un signo de la “crítica del catrín”: “¿Por qué no nombrarle? Porque eludir al otro, eleva. La regla no escrita indica que no debe nombrarse a quien, en este caso, se busca ridiculizar porque se le considera de clase literaria inferior”.[1]

 

¿A quién se le ha cruzado por la mente que críticos literarios o culturales como Walter Benjamin, Jorge Cuesta, Harold Bloom, Christopher Domínguez o Julián Herbert padezcan una “patología” de inferioridad que automáticamente invalida lo que dicen? Es que son europeos, clásicos incuestionables del repertorio literario nacional, figuras académicas norteamericanas, críticos de Letras Libres: lo dice un hermosillense, “es un complejo de rancho”. Curiosa forma de hacer psicología “inductiva” de pacotilla. No hay que tocar ni con el pétalo de una rosa a los responsables de las instituciones, no vayan a pensar mal de uno. ¿Dónde saco la ficha para solicitar permiso y escribir una crítica que no sea descalificada tan rápidamente con un mote tan malvado? ¿Dónde queda la Oficina de Profilaxis Discursiva? El poeta Hugo García Manríquez ha escrito que “personalizar y caricaturizar [la crítica] como desplantes individuales” es una práctica de normalización, un intento por minimizarla.

 

Hay un abrumador simplismo en tratar de  justificar un trabajo cuestionable apelando a la reductio ad absurdum como fórmula del ninguneo. Admitámoslo: existe más dignidad y voluntad de defensa en un tedioso texto burocrático lleno de cifras que en un lugar común equivocadamente cervantino. Llamar acomplejados a quienes no coinciden con la melosa versión oficial de la Feria del Libro, llena de lisonjas y confeti, es decepcionante. Nugatorio, porque el director del ISC se ha jactado en numerosas ocasiones de una administración abierta al diálogo. Iván Ballesteros se expresó como ciudadano, pero sobre un asunto público del cual fue corresponsable, y del cual recibió un salario por ello, aunque aún me resulta nebuloso porque a este día no estaba disponible el submenú “Organigrama y Directorio” de la página electrónica del ISC para determinar su función laboral dentro de este evento, lo cual complica y torna delicado escribir este artículo. Pido, pues, me corrijan si cometo alguna torpeza al respecto. A lo que voy es que es un asunto estrictamente institucional y no personal: sigo respetando su trayectoria literaria porque lo que intento debatir se relaciona con algo desvinculado a su obra y que está relacionado con sus responsabilidades específicas en un cargo público. Creo que este es un gran problema de los funcionarios: la incapacidad de discernir entre crítica a una labor concreta e insulto o agresión a su persona. Falta más profesionalismo en este sentido, un temple que permita amedrentar los atisbos de la frustración.

 

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En un país como el nuestro, se esperaría que sus ciudadanos tuvieran alta tolerancia a los reveses, aunque cabe precisar que los servidores públicos son los más propensos a manejar mal cuestionamientos adversos: al parecer, viven en una esfera impermeable creada por una especie de genkidama hecha de euforia y alabanza. Tanto en México como en Sonora, no hay, al parecer, más que de tres sopas: si criticas, ardido, acomplejado; si no dices nada, vendido; si celebras, lambiscón.

 

Quizás pequé de ingenuo al asumir expectativas muy altas cuando supe que Iván Ballesteros y Josué Barrera estaban al frente de la Feria del Libro y creí que habría una verdadera conmoción en el formato, debido al pasado de ambos como críticos culturales. No fue así y la Feria siguió siendo un calco de lo que ya se hacía, con sus puntos fuertes, con sus aciertos, pero con gran notoriedad en sus vicios. Exclusión de literatos que pidieron participar, criterios opacos en la asignación de horarios y lugares para determinados autores locales, nula representatividad de los escritores de otras latitudes del estado y excesiva complacencia hacia el escritor venido de “fuera”. No es cuestión de sentimiento de inferioridad, aunque sea el limitado diagnóstico de Ballesteros, es un hecho que admite una amplia duda razonable y que precisa una labor de escuchar a quienes no están conformes o a quienes se sienten marginados de estos eventos, los cuales corren el riesgo de pasar a ser propiedad exclusiva de una minoría.

 

Hay que trabajar en eliminar la sensación de que hablar, expresarse o criticar algo emprendido por el ISC significa pasar a la libreta de los autores prohibidos durante seis años. También hay que esforzarse en hacer ver que ofrecer un espacio en algún evento, un contrato por un taller o charla, no significa la compra de la conciencia, una forma de coartar el espíritu crítico de los artistas. Entiendo que hay un discurso oficial que hay que cubrir, pero también hay que enfocarse en los errores y trabajar en ellos. Es comprensible errar, pero inconcebible asumir que todo es perfecto. Debemos terminar con el sesgo del escritor que prefiere el ninguneo al diálogo sincero: es una lástima que la crítica se entienda como «insulto», «afrenta» al ego, cuando es una necesidad de las instituciones, algo vital para mejorar. Aún peor es descalificar observaciones a las encomiendas institucionales porque no suenan a ronroneo amoroso, a ripio azucarado. Es básico terminar con protagonismos y shogunatos incipientes.

 

El ISC debe moverse y trabajar en varios puntos: 1) acabar con la sensación de que si críticas o manifiestas una inconformidad corres el riesgo de ser un paria durante seis años; 2) ser incluyente y representativo, dar prioridad al escritor local, hacerlo participar más en las ferias o eventos análogos, promoverlo en carteleras estelares; traer de otros municipios a autores, mostrar la literatura de las etnias del estado; 3) terminar con la idea de que se recibirán puros elogios, aceptar las críticas y trabajar sobre las propuestas y los errores; 4) contratar o capacitar al personal para que los perfiles laborales sean compatibles con los objetivos trazados por los programas culturales; 5) que se tenga conocimiento de los autores de todo el estado, así como de sus necesidades y exigencias; 6) evitar el amiguismo y el acaparamiento por parte de los trabajadores del ISC de los espacios disponibles para la difusión de las obras de la comunidad artística; 7) que los titulares muestren sensibilidad hacia el trabajo de los artistas; publicar un libro es una verdadera experiencia carveriana; 8) que los burócratas de la cultura sepan manejar crisis y posean buena tolerancia a la frustración; 9) pedir a sus funcionarios no mezclar sus actividades personales en redes sociales con determinados temas de la institución (esto hasta en la UVM figura en sus contratos). Por fortuna, hay mucho tiempo para hacer ajustes y las adecuaciones pertinentes, siempre y cuando haya voluntad y apertura al diálogo; agenda ambiciosa que debe incluir también a todos “los perros acomplejados”.

[1] Heriberto Yépez, “La clase literaria dorada”, disponible en: https://borderdestroyer.com/2016/07/08/la-poetica-de-la-contra-insurgencia-mexicana/.

Por Hugo Medina

Fotografía de Joel García

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Sobre el autor

Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Sonora y maestro en Letras Españolas por la UNAM. Ha obtenido, en diversas ocasiones, el premio del Concurso del Libro Sonorense en poesía, cuento, ensayo y novela.

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8 comentarios

  1. Póngase a escribir literatura. Si invirtiera más tiempo en trabajar en su literatura y menos en «críticas» que tienen por origen «Nadie me incluyó en la FELIH»(Ni siquiera tiene una novedad que presentar), estoy seguro que ahí estaría como todas las novedades del ISC y con su respectiva presentación. No es «Horas de Junio» ni «Bajo el asedio de los signos», ahí pueden darle todo el protagonismo y las «Carteleras estelares» que pide. Los escritores Sonorenses han estado acostumbrados a estar en círculos de amiguismos donde se van rolando el protagonismo, ahora que la literatura que se está haciendo, se abre a salir de Sonora, escritores que han estado en estos circulitos literarios se ven desplazados. He leído sus criticas y se ve, resalta, su resentimiento al hecho de pasar desapercibido. Exíjale también a Escritores de Sonora que promueva escritores de la región, para eso están y son un asociación. ¿O es un club de lectura? En fin, es solo mi opinión. Y es una lástima que Crónica Sonora, un portal donde he leído cosas muy interesantes se vuelva más que un debate, una telenovela melodramática de un solo protagonista. Usted es un buen poeta y ensayista, lo he leído, por favor, no desperdicie su talento. Sabe, para alguien se sea más o menos buen lector, es evidente su resentimiento en sus criticas, no nos crea ingenuos y trate de justificar su enojo con falsa objetividad.

    1. Gracias por comentar, Alberto. Ojalá tengas el mismo ímpetu para explicarnos cómo es que CS se ha convertido en «una telenovela melodramática de un solo protagonista». Tal vez tengas la razón, tal vez no, lo que importa es tu argumento. Saludos cordiales

    2. Gracias por tu comentario. No tengo novedades que presentar, por lo mismo no me he autopropuesto para que me presenten… ¿o en qué parte está escrito tal cosa? Como dato extra, de mis 5 libros producto de los premios del Libro Sonorense que he obtenido, jamás se me invitó a presentar ninguno de ellos en la Feria del Libro ni jamás he buscado a nadie del ISC para que me presenten en tal foro, solo recuerdo que Iván Figueroa organizó un evento especial que compartí con Cristina Rascón allá en el 2005 y Nacho me ofreció un espacio que acepté en la sala del ISC, pero dentro de la Feria del Libro jamás he presentado un libro mío en el pasado ni yo nunca solicité que se me presentara, mucho menos este año que no tengo nada publicado. Si alguien tuvo razones para protestar en su momento fui yo, pero no lo hice ni lo haré porque disfruto más escuchando presentaciones de los demás que usurpando oportunidades de difusión de los colegas, tal cual lo han hecho los organizadores de la feria del libro. Sin embargo, este año hubo colegas que no fueron tomados en cuenta y que sí tienen libros publicados recientemente (Carlos Moncada, una edición que le debían, por cierto; Juan Manz, Iván Figueroa, etcétera). Esas asociaciones que menciona no manejan dinero público (y si sí, habrá que hacer lo que propone). También esa falacia de que ahora la literatura se abre al exterior no es algo nuevo: Bohórquez, Vidal y Ricardo Solís desde mucho antes lo hicieron; al contrario, ahora los autores se reconcentran en sus estados: pregunte a Julián Herbert, a Balam Rodrigo o a Jorge Ortega. En cuanto a su consejo de seguir escribiendo, le agradezco su preocupación, pero le confirmo que el año pasado fue agotador para mí porque terminé mi proyecto de «Poesía Mexicana: del siglo XIX al siglo XXI» de casi mil páginas, archivo que obra y puede consultar con confianza en el mismo ISC en papel; este año terminé un libro de poesía y estoy empezando un libro de ensayo, y hasta tengo un taller de poesía sabatino que ya va a cumplir su primer año, por lo que se dará cuenta que escribir estos artículos no significan para mí el renunciar a escribir mi obra personal. Agradezco su recomendación y tomaré nota para que al escribir en el futuro no se me note tanto la furia, el encono o resentimiento, aunque eso no cambia el hecho de que el ISC debe TRABAJAR y dejar de esperar lambisconerías, porque las críticas no se detendrán, al menos de mi parte . Se lo prometo. Saludos cordiales.

  2. La crítica literaria -o de lo que sea- no es monopolio de los hombres. Hay mujeres que ejercemos la crítica también y jamás se nos cita. Hay mil nombres -masculinos y femeninos- más dignos de ser aludidos que el del crítico francotirador de Krauze. Ya debería ser políticamente incorrecto referirse a este tipo de asuntos como si las mujeres no existiéramos o, peor, fuéramos incapaces de hacer las mismas cosas que los hombres. Eso, y no la FIL, es lo que critico por esta ocasión.

    1. De acuerdo en ello. No caí en la cuenta de tal arbitrariedad e incorrección hasta que lo mencionaste. Tomaré este comentario para mejorar mi estilo de escritura. Saludos y agradezco la observación.

  3. Que buen Roast se aventó Fugo. Nomás les faltó decir «Let´s make Sonora Literature great again!» 🙂 y lo digo literalmente, en el sentido de que hay un descontento generalizado, normalizado, que le corta las alas a los autores , y sin alas no hay esperanza de que haya plumas.
    Tal vez los recursos humanos y materiales del ISC son insuficientes. Pero si tal es el caso, bien le caería a la comunidad artística el usar eso mismo como oportunidad, en cuanto a promover un sentimiento de autonomía y de acción artística independiente, abriendo la convocatoria y la participación mediante redes sociales gratuitas. Algo así como el colectivo gráfico que se puso a tocar puertas hasta que le dejaron decorar todo el centro histórico de Hermosillo, comenzando a veces hasta con capital propio. «Hace más el que quiere que el que puede». Ya hay espacios alternativos que permiten expresiones diversas sin necesidad de autorización gubernamental como son Casa Madrid, Taza Madero y muchos otros lugares que están más que dispuestos a apoyar a los autores rebeldes.

    Ojalá el ISC tome en cuenta algunos de estos puntos.

  4. Ya presentía críticas como esta. Es evidente, el ISC tiene sus deficiencias cuando se trata de responder a quienes nos dedicamos a escribir literatura . Simpatizo y apoyo tu crítica. Ahora estaré pendiente respecto a como la institución acoge al escritor. Creo que muchos no estamos conscientes de los hilos y tratos de la institución, de ahí (desde mi perspectiva) la importancia de tu crítica. Hay que abrir los ojos y aceptar la crítica como una posiblidad sugerente y fértil. Muy buena artículo, saludos.

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