La pelirroja, la piel de cobre, la cupertina, la mar bermeja, granatina, comunista, izquierdista, la roja, la rusa, la prosoviética, la bolchevique, la carmina, la carmesí, arrebolada, sanguinolenta, púrpura, escarlata, rubí, la bermellona, la ruborosa, la sonrojada, la chapeteada, incandescente, tumefacta, moreteada, encarnada y rubicunda;

quizás por todos estos sinónimos del nombre de este puente, nombre de mina de oro, de ayuntamiento y de municipio, es que este último contiene más de cien localidades dispersas, escasa mente pobladas por dos o tres habitantes, como si no hubiesen pasado por aquí los jesuitas, con apelativos sabrosos y altisonantes como El jodazo, Chichiquelite, El burro, La Bebelama, Las Burras, El Garrote, La Cascarria, El Papache, Palo Parado, Palo Fierral, El Remache, El Sartenejal, El Tepehuaje, El Viborero, El Yunque;

varios referidos al agua que escasea y escapa, como Pozo de Ariel, Pozo de Nacho, Pozo Salado, El Aguaje, La Botella, El Bebedero, La Ciénega, La Cieneguita, La Noria Colorada, La Noria de Elías, La Noria de Pesqueira, El Pozo, El Pozo de Juárez, El Pozo de la Pitaya, Las Pozas, Los Pozos, cuatro Pozos Nuevos, La Presa, El Represito, tres El Represo, Los Tajos, Los Vasitos;

una extensa hagiografía a la cual encomendarse, pedirle y rogarle, que incluye desde San Antonio hasta Santa Teresa, pasando por San Benito, San Enrique, el Santo Niño, cinco San Franciscos, San Gaspar, San Isidro, San José, San Juanico, San Judas -¿podría no estar?-, San Miguel, San Pedro, San Pablo, San Rafael, Santa Bárbara, Santa Inés, Santa Martha, Santa Eduwiges y Santa Elena;

y, otros, ya hacia el fin del abecedario como Tánori, Triángulo R, Tecoripa y Trincheras, entre otros como El Carrizal, Las Palomas, Las Pelonas, Las Capomas, Las Canoas y ya párole de contar, antes de que llegue El Pinole, pues ya estamos a punto de empacho.

La Colorada, mineral de oro puro, pueblo de cuatro centurias, en sus linderos han habitado diplomáticos de Italia, Francia, Londres, Estados Unidos y Canadá;

semillero de estirpes de linajes sonorenses, por su costado norte caminas cuando vas rumbo al oriente, cuatro escarpados topes te obligan a amainar tus prisas, a soportar el jalón de sus jales, terreros enormes de material lixiviado, tajos abiertos, dinamita de alta potencia, maquinaria pesada con neumáticos de metros de diámetro;

entraña que se extrae y derrama, capital extranjero que se favorece, frente al cual nuestros gobernantes se inclinan, se genuflexan, ¿podría correcta mente decirse? La Colorada, pueblo cuyo último acontecimiento importante, luego de la colocación de un busto de Luis Donaldo, fue, hace un par de años, la apertura de un Oxxo.

Puedes también detenerte ahí un rato a comer unos burritos de carne con chile o unas coyotas calientes, acompañadas de un café de olla, ahí mismo, enseguida de la carretera, donde se ponen las doñas del pueblo para dar un servicio a mucho trailero que pasa de ida y regreso, para sacar el chivo, que no solo de oro es que vivimos los hombres.

Texto y fotografía por Juan Enrique Ramos

Sobre el autor

Nómada irredento, originario de Torreón, Coahuila, en Sonora por más de 40 años. Escritor y tallador de madera actualmente. Pasajero de la nave tierra que próximamente acabalará 71 vueltas al sol.

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