Un faro de luz en este mar de tinieblas, es lo que supone la afilada pluma de Baldemar de los Llanos en su regreso a esta noble casa editorial.

Leamos

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«Entonces, ¿qué hacer? ¿Tenemos que dejar de escuchar canciones que nos gustan cuando descubrimos ciertas connotaciones de su mensaje? Claro que no, pero hay que saber qué estamos escuchando».

Laura Viñuela

Es día de abulia.

No me puedo mover. Estoy crudísimo. Me las tomé todas anoche en compañía de los chicos, mis amigos, reunidos alrededor de una mesa. La ocasión se convirtió, sin quererlo, en la primera sesión formal del “Ministerio Cultural del Mal para el Estado de Sonora”. Ministerio de reciente creación que, dicho sea de paso, habrá de soltar sendos dardos envenenados a las instituciones culturales para que hagan mejor su trabajo (en mi próxima entrega para CS, les contaré a detalle de qué va el iracundo MCMES).

Les decía.

Cargo una resaca monumental. Siento que la cabeza me va a estallar en cualquier momento y que cada una de mis neuronas pesa tres kilos. Con  esto en contra, me dispongo -improbable lector, despistada lectora- a ensayar un par de ideas sobre un tema de coyuntura, porque le prometí anoche -en medio de la francachela- a mi pobre editor que lo haría, le dije que escribiría algo sobre creación y (auto) censura solamente para que ya no me estuviera fregando.

Hace varios días me enteré, con no poca perplejidad, de que una de mis bandas mexicanas favoritas, la cual ocupa un lugar notable en el soundtrack de mi vida, decidió retirar de su repertorio -al parecer de forma definitiva- una de sus piezas emblemáticas y más divertidas: La Ingrata.

Los argumentos en voz de Rubén Albarrán (vocalista de la banda) oscilan, palabras más palabras menos, en que cuando hicieron a bien componer-crear la canción en cuestión, aún eran muy jóvenes, no sabían lo que hacían y no estaban sensibilizados con el tema de violencia hacia las mujeres.

No me queda duda de que el simpático Rubén considera que con esa bienintencionada decisión contribuirán a mejorar el mundo que les circunda. Ojalá así de simple fuera modificar el comportamiento de una sociedad tan compleja y tan repleta de contradicciones e inconsistencias -de todo tipo- como lo es la mexicana. Pero todos sabemos que lamentablemente la realidad no funciona ni responde a la lógica de los buenos deseos, o de lo que uno desea para el otro o los otros.

Albarrán pierde ligeramente de vista que los artistas como él y su banda se expresan y crean arropados bajo un derecho humano que se conoce como libertad de expresión. Y que esa libertad de exponer libremente opiniones y pensamientos (sin sujetarlos a previa autorización de otros) se encuentra amparada a su vez por otro derecho universal que se conoce como libertad de pensamiento.

Así las cosas, estimado lector anti-capitalista. Si algo hay que agradecerle al liberalismo y al estado capitalista es haber conseguido -en buena hora- la bendita libertad de pensamiento y, tiempo después, también haber logrado la libertad de creación. Como verán, no todo ha ido mal en el capitalismo salvaje. Vamos, seamos honestos, no es algo menor no ser perseguido, sancionado o molestado por pensamientos o creencias.

Pero les decía.

La obra emanada del talento de un artista estará determinada siempre por una realidad especifica y, nos guste o no, el resultado de ese proceso creativo será el reflejo del entorno donde se desenvuelve el artista-creador. En este sentido, lo que la censura pretende -ingenuamente- es negar la realidad que nos circunda y que sucede, implacable, allá afuera. Es como si creyéramos que por eliminar el género del narcocorrido de la faz de la tierra, automáticamente y como por acto de magia, toda la violencia que genera la narco-cultura desaparecerá  por completo y para siempre de nuestro país.

Para contrastar ideas, y a propósito de narco-cultura, pienso ahora en la obra del artista visual Fernando Brito (Culiacán, 1975), quien con su perturbador proyecto «Tus pasos se perdieron en el paisaje» (serie de bucólicas imágenes que exploran la brutalidad y el horror que genera el narcotráfico en su natal Sinaloa) ganó todos los premios nacionales e internacionales que se pueden ganar, incluido el prestigioso World Press Photo.

Supongamos  ahora que Brito hubiese aplicado para su obra el mismo criterio de autocensura que aplicaron los cafetos. ¿Acaso con ello Fernando hubiera contribuido en algo a mejorar su realidad circundante? Seguramente no. Tan solo hubiera privado a su público de ver, reflexionar, cuestionar y conmoverse ante una realidad indignante que lamentablemente sucedía y sucede en su país. Afortunadamente, Brito tomó la decisión de dar a conocer esa realidad espeluznante para que pudiera ser modificada. Y fue así que el mundo conoció el rostro de la muerte generada por el narco-estado mexicano.

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No perdamos de vista la verdadera función del arte.

Con todo el respeto que se merece Rubén y su banda, creo que el bienintencionado acto de los Cafetos, obedece casi casi, a la lógica del pensamiento mágico. Es decir, a ese apacible y utópico esquema de pensamiento donde impera la idea de que nuestros nobles deseos modificarán realidades concretas. Qué bonito fuera.

Ahora bien, improbable lector, reactiva lectora, no se trata de justificar el discurso de la violencia per se. Pero no porque una persona escuche y disfrute o consuma una canción o una obra pictórica con connotaciones de violencia hacia determinada minoría, grupo o raza, significa en automático que esa persona estará de acuerdo con la violencia o que la fomentará.

No caigamos en la histérica paranoia de querer censurar todo lo que nos ofende o lo que no comprendemos o lo que no es políticamente correcto. No regresemos al nefasto oscurantismo de la Edad Media, caray.

Lamento sobremanera la decisión de los Tacubos de eliminar la ingrata de su repertorio. Incluso me parece y sospecho que su decisión responde más a la moda de ser políticamente correctos (apuesto a que también son pet-friendlys),  y demás solidaridades neo-hipsters.

Sin duda, censurar, prohibir o negar nuestra diversidad cultural y sus distintas manifestaciones no nos llevará a ningún lado, amigos. Mejor habríamos de celebrar la diversidad y hacer el enormísimo esfuerzo de tolerar desde la sana distancia (a no menos de 10 kilometros) las nefastas canciones de Gerardo Ortiz y Daddy Yanky.

Por Baldemar de los Llanos

dg by benj

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Léase también:

Las trampas del buen gusto y la censura

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Sobre el autor

Joel García (Hermosillo, 1978) es oficinista y a veces escribe.

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12 comentarios

  1. En este caso no creo que haya una autocensura como lo planteas. Simplemente se esta solidarizando con otra causa, la cual merece esta atención del autor, y como lo dice fue algo de lo que no esta conciente y ahora que lo es lo quita y lo cambia.

    No solo es el discurso de lo politicamente correcto, la autocensura obedece ovedece mas a los intereses del propio autor, al fin y al cabo es su obra.

  2. «Es como si creyéramos que por eliminar el género del narcocorrido de la faz de la tierra, automáticamente y como por acto de magia, toda la violencia que genera la narco-cultura desaparecerá por completo y para siempre de nuestro país.»

    Discrepo con rotundidad. Si es razonamiento fuese certero, la Coca-Cola haría décadas que hubiera dejado de publicitarse por anversa y por reversa, todos los días y a todas horas. Las canciones y las letras de las mismas son MENSAJES que si no estuvieran en el aire minimizarían la presencia «mental/cultural» de lo que hablan. En extremos, los psico-linguistas pregonan que lo que no se puede expresar con palabras «no existe». Nos guste o no nos guste, el lenguaje y la psique son dos objetos extremadamente relacionados. Y sin llegar al síndrome de estocolmo, puedo asegurarle que no es ridículo sostener que los narco-corridos fomentan una especie de «oscura familiaridad» con los narcos.

    Ahora resultará según usted que los millones que se gastan en publicidad son dioquis… que las imágenes y los esloganes (y las canciones) repetidas machaconamente no influyen en las personas…

    Los antiguos romanos (los de hace dos mil años) ya lo decían con esta frase: lo que más se repite mejor se graba.

    Con lo que estoy diciendo no he pretendido entrar en el debate de la censura, sino tratar de esclarecer la validez de ciertas premisas que algunos parecen usar para sus propios razonamientos. Resumidamente: las letras de las canciones SÍ influyen en el camino de la colectividad y la psique de sus individuos, en fin, lo que llamamos cultura. Es cierto que mucho de la cultura es una externalización de lo que piensan los ciudadanos y que solo los artistas tienen el tino y la habilidad de externalizar. Pero también hay desatinos, como los hay en cualquier actividad humana.

    Ya basta de sacralizar el arte, por favor. ¿No es suficiente con idolatrar a los cantantes que ahora hay que otorgarles el privilegio de la infalibilidad de forma ciega y automática?

    1. Gracias por tus comentarios y aportaciones, estimado Sergi. De verdad se agradecen las voces como la tuya que disienten si, pero que abonan a elevar los niveles de discusión.
      El Profesor De los Llanos te manda saludar y agradecer. (soy su asistente y mandadero personal)

  3. Felicidades por la crónica me pareció muy sabrosa… por mi parte no le voy a dedicar ni un minuto de mi valiosos tiempo, ni un solo comentario al tal Komander o al Daddy Yanky… eso es autocensura 🙂

  4. Por cierto, respecto a su comparación de los narco-corridos con las fotos de Fernando Brito, encuentro algunos puntos interesantes:

    – mi amigo, no nos confunda a los ciudadanos con un filtro de reglas simples como el de Youtube o el de algunos blogs que «detectan» la validez de una publicación por si contiene o no contiene una palabra concreta («narco» en este caso). Somos capaces de más. No es lo mismo ensalzar las tropelías del narco que impresionar con crudas imágenes la violencia e inmoralidad de sus matanzas. Es decir, podemos aspirar a aplicar filtros que vayan más allá del todo o nada sobre un tema… ¿no cree?

    – es decir, el eje que creo que debería guiar éste análisis de la libertad de expresión y la censura (auto o aliena) es la intencionalidad. No intencionalidad a largo plazo si no a corto. Es decir, ¿esa expresión sobre el narco, está enalteciendo, analizando, festajando, lamentando… los crímenes de sangre relacionados con esa «actividad de mercadeo»? En otros países por ejemplo, hay innumerables ejemplos: esta semana misma, en Madrid han sido detenidos unos autobuses urbanos que alguien había «ilustrado» con eslóganes en contra de la diversidad sexual, pero de modo indirecto «Los niños tienen pene y las niñas vulva. Que no te engañen.» (http://www.elmundo.es/f5/2017/02/28/58b522f4268e3ea2708b4715.html). Estarás de acuerdo o no con el pensamiento que hay detrás, ¿pero es lícita la intención? ¿Está pretendiendo abrir las mentes de la gente, o más bien está tratando de confundir con mentiras a otras personas? ¿Es publicidad engañosa?

    Vaya, que este tema no es confuso para el sonorense… es polémico y espinoso siempre y para todos. Si me pregunta, el HUMOR NEGRO también siempre ha pisado esa línea… será por eso que me ha gustado pero no para repetirlo, nada más para escucharlo con un sabor agridulce, como los niños que sienten «oscuro placer» en repetir palabras groseras.

    Como sea, ¡le agradezco su publicación! Me doy cuenta de que es necesario desarrollar un buen debate social sobre este asunto 🙂

    Un abrazo!

  5. Yo también agradezco la publicación, mientras la iba leyendo se me revolvía el estómago entre tanto cinismo y generalizaciones superficiales acerca de muchas cosas que son importantes para mí: la creación, el poder de la palabra, la música, la violencia de género, la libertad de expresión…En fin , lo que agradezco de la publicación es que haya generado una respuesta como la de Sergi Rodrigues, me salvó de la impotencia o del arduo trabajo y compromiso que para mí hubiera implicado responder el artículo. Definitivamente hay mucho que conversar al respecto, y Crónica es un excelente espacio para hacerlo.

    1. Justamente de eso se trata, Claudia. De poder intercambiar ideas sobre el tema. Si me permiten, les dejo un comentario que me regaló Ana Clavel a propósito del texto en cuestión, y que incluso va más allá de los argumentos que plantea De los Llanos.
      Ana Clavel.- «Muy de acuerdo con Baldemar de los Llanos y contigo al oponerse a la autocensura de los creadores. La corrección política y las buenas intenciones son para la esfera de la acción -tanto pública como privada-. No para el arte –en cualquiera de sus manifestaciones–. Imagínate a Nabokov retirando a Lolita porque revela los infiernos y paraísos de la pasión paidofílica del cuarentón Humbert. O a Dostoievsky retirando Crimen y castigo por mostrarnos la lógica iracunda de un Raskolnikov que lo lleva al crimen, o a Camus desdiciéndose de El extranjero porque nos revela la mente torcida e inmoral de un Mersault. La ética del artista no siempre coincide con la ética en derredor. Si el artista renuncia a su libertad de creación, ese mundo de pasiones y contradicciones que nos devela el arte transformado en materia de sublimación creadora, nos dejará muy pobres como personas. Dice Calasso a propósito de Lolita y la censura a la que se vio sometida reciente su publicación: «proliferación de esa siniestra especie de personas que no saben distinguir entre representación e intimación –y en consecuencia leerían Crimen y castigo como un manual de instrucciones para asesinar mujeres viejas y solas…»

  6. Entiendo tu punto, pero siento que exageraste en el «lo que yo escribo es lo correcto», COMO LO HACEN LA GRAN MAYORÍA de los colaboradores de Crónica Sonora. Me pareció que quisiste escribir tipo vice, mencionando tu monumental cruda, la cual no tenía nada que ver con el resto del texto.. en fin.
    Tal vez el que hayan quitado «La Ingrata» del repertorio no va a cambiar el mundo, pero el que hayan tomado esa decisión dice mucho. No es autocensura, no es la canción, es la acción lo que dice más. Es una divertida canción, que hasta cantamos sin analizarla tal vez y que extrañaremos en los conciertos d Café Tacvba, sin duda. Pero yo aplaudo la decisión y el mensaje que va detrás de ella. Larga vida al café tacvba de mi corazón.

    1. Estimada Caro, no perdamos de vista que lo privado también es político y que lo privado determina -en mayor o menor medida- lo que somos, lo que escribimos. En ese sentido me parece que el pretexto de la cruda monumental de Baldemar (me consta, que las resacas le son demoledoras porque lo conozco de cerca) es muy valida como detonante argumentativo, tan es así que ese pretexto lo lleva a ensayar un par de ideas….Por otra parte, la comparación que haces de que el Sr. de los Llanos imita el estilo de Vice, sería un lindo halago para Baldemar, dado que es ultra fan de esa publicación. Y si, larga vida al Café Tacuba. Saludos.

      1. Hace bastante tiempo, veinte años digamos, cuando estaban en boga bastantes grupos de rock en español y se escuchaban los primeros éxitos de Molotov con su disco Dónde jugaran las niñas, cuyas letras dan para una tesis del autor del presente artículo, al mismo tiempo, a lo largo y ancho del territorio nacional, un pegajoso corrido, (estilo bolero ranchero como los que han generado tantos clásicos ya insertos en la médula osea del mexicano del norte, de los unánimemente gustados Cadetes de Linares, Bravos del Norte, Huracanes del Norte, Invasores de Nuevo León, Carlos y José, Los Alegres de Teherán, etc…) decía, un pegajoso corrido casi romántico, de desamor obviamente, llamado El Columpio, sonaba en las estaciones de radio de todo el país y de seguro entre los chicanos de Estados Unidos… parece una canción normal, de borrachera y baile… como La Ingrata… una canción cantada y gritada por los adoloridos… hasta que le pones un poco de atención… No es que tenga yo odio contigo, ni quiera desearte ya tu mala suerte, pero sí viviré agradecido si en este momento te lleva la muerte… Quiera Dios, que tu cuerpo se seque y que de repente se lo lleve el viento… https://www.youtube.com/watch?v=–jcuS4kOtk
        Tal vez la tonada triste y sentimental de la canción vuelve imperceptible el lapidario mensaje… tal vez el rehilete rítmico de La Ingrata hace pasar por alto o vuelve divertida la frase, como lo es la canción, por la cual se autocensura Café Tacuba… Me parece muy acertada esta autocensura de Café Tacuba si uno hace hincapié en las desapariciones de muchachas en el Estado de México, de lo cual nunca se habla, y del estado de impunidad que se vive en el centro sur de México y en el norte también respecto de la trata de personas y la violencia contra las mujeres…
        El escritor colombiano Fernando Vallejo en la última parte del libro La Virgen de los Sicarios, a través de su personaje, repara en la letra de la canción La Gota Fría, de Carlos Vives, éxito extendido en todo el mundo occidental… ballenato cumbia eminentemente alegre y bailable… la letra dice «me lleva él o me lo llevo yo, pa que se acabe la vaina»… Vallejo interpreta que en la Colombia de Pablo Escobar eso quería decir «me mata él o lo mato yo», que era a lo que el odio había conducido a los colombianos y la canción parecía jactarse de ello… pero en el ambiente de una reunión no se pueden distinguir los versos que hacen apología de la discriminación y de la ofensa… «Qué cultura, qué cultura va a tener, un indio chumeca como Lorenzo Morales, qué cultura va a tener si nació en los cardonales… Morales mienta mi mama solamente pa’ ofender (bis), para que él también se ofenda ahora le miento la de él. La metáfora de la muerte que es el título de la canción: La Gota Fría, aparece sin filtros de ninguna especie… Y cuando me oyó tocar le cayó la gota fría (bis), Al cabo e’ la compartía, el tiro le salió mal (bis). Creo que estamos llenos de ejemplos donde la delgada línea de la violencia expresada a partir del arte se pierde entre eso que se llama intencionalidad de la que mejor hablan otros. No es papel del arte educar moralmente, tampoco debería ser su tarea deseducar moralmente.

        1. Estupenda y muy ilustrativa aportación, querido Luis. Coincido en que estamos repletos -por todos lados- de esa delgada línea de la violencia que bien mencionas…Y sin duda no es función del arte educarnos moralmente sino, mas bien, liberar y potenciar el pensamiento y la reflexión…
          El maestro De los Llanos te manda saludar y agradecer (soy su asistente).

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