Hermosillo, Sonora.-

Siento una gran admiración a la mujer y su posibilidad de gestar en sus cuerpos la continuación de nuestra especie. Aunque el hombre tiene que ver en ello y a veces comparten muchas vivencias en este proceso, los cambios físicos, sensoriales y hormonales se dan en ellas (…) Estas alteraciones, dinámicas y tensiones que las llevó (sic) a dar a luz son dignas de bailarse.

David Barrón

Disponerse a investigar las corporalidades e implicaciones emocionales y de transformación que cinco mujeres bailarinas vivieron durante el proceso de gestación de sus hijos e intentar generar un discurso escénico desde la danza bajo la coordinación de un coreógrafo hombre, implica, por lo menos, un complejísimo intento de diálogo, escucha, abismos insondables de misterio y probablemente un excepcional territorio (y ahí radicaría la promesa más valiosa de este trabajo) de empatía, conexión, respeto, reconocimiento y abrazo a la diferencia, así como a la particularidad de cada vida, de cada cuerpo de las personas, mujeres y hombres (los creativos de la música, la iluminación, la escenografía y la fotografía también son hombres…) involucradas en el proceso creativo de Kama me multiplico, me divido coreografía de David Barrón estrenada la noche del martes 24 en Un desierto para la danza.

La memoria es selectiva e imagino que cada una de las intérpretes aportó desde su particular narrativa elementos de su experiencia que de alguna manera siguen presentes en sus cuerpos y estuvieron dispuestas a transformarlos en movimiento escénico. Por momentos parecían fluir en un universo conocido, saboreado, sufrido, soportado, lo volvían presente y nos lo compartían.

Sin embargo, me da la impresión de que no todas las intérpretes llegaron a ese punto, y que en el intento de apropiarse de un lenguaje ajeno, parecido pero ajeno, por momentos, perdieron presencia y discurso, generando con esta polaridad e intermitencia, una dificultad para percibir la totalidad de la propuesta.

Siento que tengo que compartirles a los posibles lectores y sobre todo a David y al equipo de Kama, que la maternidad es una experiencia desconocida para mí y que en este momento de mi vida no es un tema que me convoque… En algo debe influir ese “detalle” en mi lectura.

Aclarado el punto, valoro desde mi experiencia como espectadora, la atmósfera de suspenso, que me mantuvo colocada en ese espacio donde los sueños se me van transformando lentamente en pesadillas. Atmósfera  muy bien contenida desde la música, la iluminación y los sutiles  elementos escenográficos.

Me quedo también con la escena donde las bailarinas se mueven con el peso de sus vientres buscando una forma de estar sin poder reconocerse  y  con la contundente imagen final, donde vemos de frente,  las expresiones de amor, ternura, alivio y un temor generosamente aceptado por las cinco mamás que salen finalmente de sí mismas para relacionarse con el otro ser que surgió de ellas.

Kama ha nacido, bella y sana, todavía no se le distinguen bien las facciones, tiene los ojos de sus padres y el cuerpo de sus madres, ya la veremos más crecidita. Hasta entonces, éxitos y felicidades a toda la familia.

Por Claudia Landavazo

Fotografía de Juan Casanova

Sobre el autor

Claudia Landavazo vive en la Ciudad de México y es egresada de la carrera de Letras de la UNISON. Bailarina y coreógrafa de danza contemporánea, actriz de vez en cuando y se dedica desde hace algunos años a dar clases y al trabajo en comunidades y grupos vulnerables a través de la danza. Forma parte de CARPA Colectivo, donde desarrolla la metodología en Artes de Participación.

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