He regresado a Hermosillo, después de un auto exilio académico de casi seis años en la Ciudad de México, lugar con el que he generado un sentimiento dual ocasionado por su dulce y sensual centralismo cultural, condición que te hace amarlo, pero a su vez aborrecerlo por lo caótico que puede ser a causa del tráfico, la contaminación y el gentío a veces abrumador. Sin embargo, debo decir que mi adaptación al “defe” fue completa y que será difícil no extrañarla. Y esto lo digo porque lo que van a leer es una reflexión que quizá esté mediada por una especie de síndrome capitalino y por lo tanto no será tan “objetiva”, aunque esto de la objetividad es relativo y porque estoy segura que lo aquí vertido está presente en las cabezas de algunos o muchos hermosillenses. 

Volví a Hermosillo y debo decir que me siento ajena a la ciudad. Me sorprende su crecimiento, pero me agobia darme cuenta que dicho crecimiento no va de la mano de una política clara de infraestructura urbana que tome en cuenta el aspecto ecológico y al ciudadano de a pie, o incluso que ofrezca opciones de movilidad alternas para el que tiene carro opte por dejarlo en casa. Desde que llegué he estado utilizando el transporte público y lamentablemente basta decir que el servicio es deplorable, el costo es excesivo para subirte a un autobús inseguro y en pésimas condiciones. Me parece hilarante que un servicio público con estas características cuente con una aplicación para celulares que te ofrece una aproximación en tiempo real del trayecto de las diferentes rutas respecto a tu ubicación, con lo cual es posible medir el tiempo promedio que va a tardar el autobús en pasar por tu parada. En mi caso fue solo una forma de aumentar la agonía y la desesperación producida por la espera de 40 minutos. El regreso por las noches a casa ha sido desastroso. Además, un día me enfrasqué en una discusión con una señora a quien cuestioné por haber tirado su chicle en la calle mientras esperábamos el camión en la parada del Hospital General.

Menciono a la señora porque quiero tocar varios puntos relacionados con lo que percibo en el viejo Pitic. Como la mayoría de las ciudades en este país, Hermosillo está segmentada en su traza y distribución a partir de niveles socioeconómicos, de plusvalía, etcétera. La dinámica de las colonias privadas o los llamados residenciales son una especie de oasis en medio de arenales, avenidas y calles destrozadas o cargadas de basura. Son burbujas que aíslan del exterior a quienes las habitan, lo estoy experimentando. Habría que preguntarnos si esta dinámica de aislamiento ilusorio, nos distancia de la empatía y de las posibilidades que ofrece el trabajo comunitario y la capacidad ciudadana para exigir a las autoridades la resolución de las problemáticas vinculadas con el desgaste vial, la contaminación causada por la tierra y la constante presencia de basura en las calles de nuestra ciudad por citar algunas de las problemáticas que aquejan a la desnaranjada. 

Hermosillo tiene la ventaja de ser una urbe relativamente pequeña respecto al monstruo capitalino del país. Esta particularidad debería de ser el elemento nodal para la generación de políticas públicas y de infraestructura urbana que permita colaborar en conjunto tanto a autoridades, iniciativa privada como organizaciones de la sociedad civil con la intención de promover una ciudad más limpia, más verde. Y es que no sólo necesitamos que el camión de la basura pase a tiempo, tenemos que comenzar a separarla, a aplicar diversas técnicas de reciclado y reducción en el consumo de plástico y otros productos. La capital de Sonora requiere una profunda campaña de concientización respecto al medio ambiente y al cuidado de nuestros entornos inmediatos; pues aunque pareciera que lo sabemos en muchas de las calles de esta ciudad es otro lo que se refleja. Por otro lado, hace falta que en las colonias los vecinos se reconozcan como tal, no sólo para colaborar en términos de seguridad, sino también para que colectivamente se organicen para resolver aspectos de la vida diaria relacionadas con la basura, la reforestación, el polvo; que desde la organización misma tengan los elementos para utilizar los canales correctos para dar cauce y resolución a problemáticas que necesitan de la intervención de las autoridades municipales.  

Hermosillo debe buscar poblarse de verde. Las actividades de reforestación y limpieza que realizan diversas organizaciones de mujeres y hombres que han apostado por una ciudad verde nos están poniendo el ejemplo, sumarnos a ellas es un primer paso. La reforestación es un tema crucial que debe ser atendido en distintas vertientes por parte de la nueva administración: desde la imposición de multas severas para aquel que contamine o pode árboles indiscriminadamente, hasta la implementación de campañas públicas y la realización de foros de discusión en conjunto con expertos, organizaciones civiles y ciudadanos interesados para la conformación de una agenda urbana ad hoc a las necesidades de una ciudad como la nuestra; limpiar camellones es loable pero no ataca el trasfondo del problema ambiental y urbano que vive Hermosillo y que tiene que ver con una endeble cultura ambiental, ciudadana y cívica. La vía para revertir los problemas ocasionados por la mala planeación a la que se ha visto sometida la ciudad en las últimas décadas está en el diálogo de los diferentes actores de esta ciudad, en la priorización del medio ambiente y en la necesidad de una ciudad incluyente en la que todos -automovilistas, ciclistas, personas que utilizan el transporte público y que merecen un mejor servicio- podamos hacer un desierto vivo, pues merecemos vivir Hermosillo dignamente. 

Algunas páginas en redes sociales de colectivos y organizaciones ambientalistas activas en Hermosillo; haciendo actividades maravillosas de reforestación y difusión del cuidado del ambiente:

Caminantes del Desierto: 

https://www.facebook.com/colectivo.caminantes.del.desierto/?rc=p

Red Ambiental Hermosillo:

https://www.facebook.com/RedAmbientalHMO/

Por Magaly Vásquez

Fotografía de Luis Gutiérrez / Norte Photo

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Sobre el autor

Margarita Vásquez Montaño, mejor conocida como Magaly o “la Maga”, es una sonorense que hizo del altiplano mexicano su segundo hogar. Feminista crítica, soñadora rebelde y amante de los días de sol, de una buena charla, de la sabrosa lectura de un poema y de la fortuna de disfrutar la espontaneidad del día a día. Egresada de la Universidad de Sonora, Maestra y Doctora en Historia por El Colegio de México. Se ha especializado en la historia de las mujeres del siglo XX. Escribe además crónica, narrativa y poesía de vez en vez. Actualmente radica en Toluca, Estado de México donde trabaja como profesora investigadora de El Colegio Mexiquense.

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2 comentarios

  1. La ciudad de Hermosillo tiene un conflicto de identidad en torno a su ubicación geográfica. Vivimos en el Desierto y la ciudad los que la habitamos pretendemos no verlo. Muchos desdeñan a los árboles porque contaminan (-tiran basura!- lo he escuchado innumerables ocasiones) pero la tierra y el aíre que arrastra todo siempre estará presente. Hay que asumir que las plantas del Desierto son las que debemos tener y no gastar mucha agua en mantener arboles que viven estresados.

  2. Muy de acuerdo con Magaly!! Pero quienes queremos hacer algo por reciclar basura solo nos encontramos con obstáculos…Urgen centros de reciclaje a los que podamos acudir a entregar cristal, papel, cartón, plástico, etc…sin caer en las redes de quienes controlan los basureros. En algunos países todos los empaques de lo que consumimos se devuelven a las tiendas donde se compraron los productos… Que bueno que tiendas como el Costco, SAMS, supermercados, y otros recibiera de vuelta toda la basura que generan los empaques de los productos que venden. Algunos NO les compramos y vamos por lo que comemos a pequeños changarros y con nuestras propias bolsas de tela… Otro asunto: efectivamente hay una negación colectiva de aceptar que vivimos en el desierto y aún falta mucho para dejar de tirar el agua regando plantas que no son propias de nuestro entorno…mezquites, palo verdes, breas, y todo tipo de cactus sembrados por toda la ciudad darían un paisaje hermoso…Y del transporte colectivo estamos a tiempo de evitar el caos que genera el tráfico por el transporte privado que ya se nota en ciertas horas del día… Ojalá la nueva administración pueda avanzar en la búsqueda de soluciones y en la educación de quienes habitamos la ciudad.

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