Saludamos el regreso de Salvador Alejandro a Crónica Sonora y despedimos a Jean-Luc

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Vivimos en un mundo donde la viabilidad de un pensamiento radical parece imposible. Resulta más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo porque la imaginación desde la que se piensa dicho fin es, en sí, capitalista. Hemos perdido toda agencia al respecto del marco cultural que nos define como civilización. Netflix dicta, el resto consume. Spotify editorializa la tendencia, YouTube diseña el gusto. Entre más interactiva resulta nuestra era, más pasividad nos sobreviene. Nadie ha ganado nada. Lo hemos perdido todo. Incluso la potencia de imaginar un mundo sin capitalismo. Sabemos lo disfuncional del sistema. Sin embargo, una impotencia reflexiva, como dijera Mark Fischer, nos ocupa de principio a fin. 

El capitalismo es seductor. Insistente. Incansable. Orgiástico. A la vez que tremendamente inequitativo. Cualquier intento de oposición queda subsumido por la lógica capitalista. A la crítica feminista le antepone cuotas de género y presupuestos de Estado. A la crítica ecológica le antepone un capitalismo verde, gluten free. A la crítica antirracista le antepone un multiculturalismo de alquiler. Así, toda oposición es asimilada por el criterio dominante y retornada a la colectividad bajo la apariencia de un ejercicio disidente. Pero este juego gástrico tiene un punto de fuga. Dicho punto es el de la visibilidad. Aquello que el capitalismo no puede asimilar, lo torna invisible. Se terminaron los días de homicidios de Estado con apariencia de accidentes. Si eres oposición, vivirás, pero nadie sabrá que existes. El ostracismo será tu lugar. El juego no termina ahí. De cuando en cuando el capitalismo tocará tu puerta y te ofrecerá visibilidad, solo para ver si has aprendido tu lección. 

Una mañana de 2013 desperté con la noticia del Óscar honorífico pretendido al cineasta francosuizo Jean-Luc Godard quien, sin premura, lo rechazaba. Era el último intento por parte de la industria del cine. Estar en los libros o no estarlo. Godard lo tenía claro. Fuck them all.

Esta mañana de 2022 desperté con la nota disonante. Godard ha muerto. Suicidio asistido. No estaba enfermo. Estaba cansado. Por ende, decidió marcharse. Dudé. Algún bromista de Twitter. Luego una agencia capitalista de noticias. Otra. Alguna otra. Luego los rincones marginales con fotografías, frases adjudicadas a Jean-Luc. Su partida no me deprime. Me impone una suerte de reflexión sistémica. Godard es así. Un tipo de bajo presupuesto emocional al que emocionalmente me siento unido. Un tipo intelectualísimo, así, en superlativo, que para él resulta nominal estándar, que me hizo creer que un pensamiento radical es posible. Necesario. Cuestionarlo todo. Revolverlo todo. Descuadrarlo todo. No quede piedra sin voltear. Godard se resume en un verso de Kanye West: tan pronto como les gustes, haz que te rechacen. Si el sistema te acepta, el sistema ha ganado. Eres pasto para el ganado. Un engranaje más. Te dejarán hablar de marxismo en televisión abierta porque a nadie le importa un carajo Marx, ni siquiera a ciertos autodenominados marxistas, que son los primeros en traicionar su legado. 

Conocí a Godard una tarde de universidad. Alán, un amigo cinéfilo, me lo recomendó. Pierrot Le Fou la primera que vi de él. Quedé impresionado. Cómo iba a ser distinto. Venía del cine de Michael Mann y toda esa pasta liberal de Hollywood. Yo amo el cine de Michael Mann. Heat. Collateral. Auténticas obras maestras del neo-noir. Pero se mueven dentro de la estructura. Son funcionales al sistema. Es el cine que consumo con cinismo. Godard lo experiencio con un coctel molotov en la mano.

Me obsesionó su cinema. Como él gusta denominar su propio trabajo. Pasé por las clásicas de su trabajo. Dos o tres cosas que sé de ella, Weekend, Masculino femenino, El desprecio, Vivir su vida, La Chinoise, Sin aliento. Mi sentimentalismo intelectual se ha quedado para siempre a vivir en dos. Notre Musique y Film Socialisme. Y si tuviera que decantarme por una, sería por Notre Musique. Una absoluta síntesis de su idea del cinema. Los primeros diez minutos. Ritmo. Collage. “Son horribles, aquí. Con su obsesión por cortar cabezas.” Estoy citando de memoria. He perdido la cuenta al respecto de las veces que he visto y recomendado esta obra. “Asesinar a un hombre para defender una idea no es defender una idea, es asesinar a un hombre.” Godard histórico. Posicionándose en la vena crítica del cristianismo revolucionario, que es de donde extrae la cita. Luego Lévinas en el puente Mostar. Luego Lezama Lima en la biblioteca de Bosnia, con las marcas de una guerra irracional. Luego Goytisolo. Meditabundo. En su bosque de las letras.

Por este filme acabé en los versos del poeta palestino Mahmoud Darwish. Y de ahí no me fui jamás. Darwish: si nos derrotan en poesía, hemos perdido todo. Los vencedores tienen poetas, los vencidos no. Impostergable la reflexión sobre la violencia, presente en Notre Musique. <<Cuando se termina, ya no es lo mismo. La violencia deja una cicatriz profunda. Una huella de lo sucedido siempre permanece. La confianza en el mundo que el terror destruye es irreversible. Ver a tu semejante volverse en contra tuya genera un profundo sentimiento de terror. La violencia rompe la línea de la vida. Un sobreviviente no solo ha cambiado, ya es otro. El sueño de sobrevivencia se convierte en pesadilla para quien está en dicho transcurso. Cada uno de nosotros puede convertirse en peligro para los demás. El cuerpo es una arma en potencia. Porque sabemos dónde podemos ser heridos es que sabemos cómo herir a los demás.>>

Godard es al sueño del cine lo que Maradona al futbol. Alfa y omega. Por Godard han pasado todos, lo acepten o no. Tarantino, Scorsese, Reygadas, Carax. Analepsis y prolepsis: Godard. Juego de colores: Godard. Intertextualidad: Godard. Ciencia ficción: Godard. Renuncia al plano y contraplano, como en El desprecio: Godard. Personajes que rompen la cuarta pared: Godard. El travelling como cuestión moral: Godard. El tan sobrexplotado recurso de la manipulación del sonido, que podemos encontrarlo en cineastas como Xavier Dolan y Steve McQueen: Godard. El recurso de utilizar no-actores: Godard. Improvisación de diálogos, collage, trasuntos filosóficos, problematización de roles de género, el cine como elemento político de masas, y un largo etcétera que hoy nos resulta “natural” se lo debemos a Godard. Porque hubo un tiempo donde todo esto que numero no existía. Y Godard iba como el “raro” del cine. El radical. El tipo ese de izquierdas que saboteó Cannes. El tipo ese que un día le dijo a la prensa internacional: ustedes me preguntan por planos y técnicas cuando de lo que deberíamos estar hablando es de la condición actual de los obreros, porque esos no tienen lugar en el cine. No son sus propios autores. 

Escribo todo esto con base en una necesidad moral. En principio bajo la estúpida noción de hacerme creer que este efluvio resulta necesario al momento de quien me lee, cuando a bien sé que jamás me han pedido una sola letra aquí vertida. En otro punto lo hago porque una parte de mí sabe que a nadie realmente le importa lo que tengo por decir sobre Godard. Ello me reafirma. Joderle un instante la apacible ruta cultural al capitalismo, vencer por un momento subjetivo la invisibilidad desde un espacio no mediatizado, mediante el cual pueda venir a externar unas breves sobre alguien que al morir no implica ningún tipo de sobresalto a la gran marcha del universo, pero que al mismo tiempo le resulta intragable a la industria del cine. Mi resquicio moral: callarme implica complicidad. Al final del día quizá me encuentro en esa parte que Godard asumía. La humanidad no inicia revoluciones sino unos pocos porque la humanidad gusta más de construir bibliotecas y cementerios. Alfa y omega.

Por Salvador Alejandro Flores

Jean-Luc Godard en un retrato de The Local

Sobre el autor

Nogales. Hiphóplogo. salvadoralejandrocontacto@gmail.com

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2 comentarios

  1. Cuando leo las críticas al capitalismo se me figura que veo a un ser humano tratando de cargar al mundo en sus espaldas.

    Luego me coloco en la parte de la dialéctica en que pienso que el mismo peso de las críticas al capitalismo, podrían convertirse naturalmente en apologías del capitalismo, donde el enunciado central se leería en el sentido de que el sistema capitalista es uno de los más grandes logros de la historia de la humanidad. Esto es, un imperfecto pero funcional mecanismo de movilidad de mercancías, personas, recursos financieros, explotación de recursos naturales en favor de la creación de bienestar humano del que no se disfrutó por treinta siglos, en fin, un sistema que propicia todo tipo de intercambio y todo tipo de nivel de bienestar, democratizado contra todo como no estuvo democratizado por otra vez treinta siglos, pero con ese defectote, con esa imperfección para los soñadores, consistente en que ni es totalmente democrático ni perfectamente democrático y que suele dar la impresión de que ahonda las distancias entre ricos y pobres, cosa que antes hacían los regímenes monárquicos, medievales, bárbaros, militares, dictatoriales; pero que no se permiten en los siglos de las repúblicas ni de las democracias por una cuestión de pudor humano relativo a una teoría heroica conocida como socialismo, cuya profundización (a la manera de lo que el neoliberalismo es para el capitalismo) declina en un engendro todavía por dilucidar llamado comunismo que lo primero que genera es una burocracia con alto contenido de ingredientes cuyo primeros efectos son la corrupción y el autoritarismo.

    Pero el capitalismo es una buena parcela para la crítica social y para la aspiración a las ideas revolucionarias sobre todo cuando el corazón se encuentra en su primera o mediana juventud. Es posible que yo sea un anticapitalista fisiológico por el mero hecho de ser un proletario -o un escritor desempleado-; no tanto un humanista, sino un escéptico informado. Sé lo nocivo que es para los países emergentes tener que competir con sus iguales por captar inversión financiera internacuional a un alto costo para apuntalar su tipo de cambio y en un momento dado su balanza de pagos mediante las reservas internacionales – su tasa de interés, su nivel de inflación y toda esa cadena de factores y variables relativas a la política monetaria. Sé lo que es una economía casino como la de Carlos Salinas de Górtari en 1993-1994 y sé lo que la privatización de sectores estratégicos de las economías puede significar para un país; pero no ha surgido con evidencia suficiente una alternativa que se despegue de lo que es el sistema capitalista.
    Si este paradigma nación con el liberalismo de Adam Smith y de David Ricardo y lleva al menos tres o cuatro siglos completos de práctica y el mundo ha superado guerras internacionales, y el colonialismo y el imperialismo han superado etapas de salvajismo que ahora se disfrazan de independencias y democracias despóticas dominadas por oligarcas y demagogos y mentirosos de la retórica… al final queda claro que es posible que la ciencia y la teoría económica sean las menos culpables de todo.

    Se culpa al capitalismo de los males del mundo; pero el capitalismo como la guerra, el ecocidio y la explosión demográfica, tanto como la decadencia cultural o los problemas de violencia de género, están en manos de los seres humanos.

    Poco puede hacer la ecología o el habitat natural contra las necesidades exacerbadas de ocho mil millones de habitantes. Y sí, es el capitalismo; pero somos los seres humanos más allá del sistema capitalista. Una familia de seis miembros a la orilla de Hermosillo no desean acabarse el agua del planeta; pero tienen que bañarse y lo hacen; decirles que no lo hagan es decirles que no vayan a la escuela o que no salgan de casa. Y el recurso se acaba.

    Viendo el vaso de agua medio lleno, me da la de pensar que existen un capitalismo de carácter humano que debe orientar sus tendencias hacia un equilibrio integral de las formas de vida. Es cierto que la tecnología es útil para la información, para la comunicación, para la creación de contenidos, para la agilización de procesos educativos e informativos; pero es esa libertad y esa democratización sin límites del uso de la tecnología que la gente demuestra sus motivos profundos de entregarse al ocio, a los distractores banales, a la vanidad, a la superficialidad, que revierte el objetivo o la función óptima de los avances.
    ¿Por qué existen grandes empresas multimillonarias que se dedican bolsas luminosas rellenas de aire y unas cuantas botanas aceitosas con sal, llamadas Sabritas y Barcel y los mismo se puede decir de Coca Cola, Tecate, Gamesa, Bimbo, Ricolino, Red Bull, Marlboro, etcétera? No es por el capitalismo en sí, es por las conductas de los seres humanos. Los seres humanos somos el capitalismo, más allá de que el capitalismo sea la antibiblia convertida en los Cuatro Jinetes del Apocalipsis o el Anticristo que nos demolerá a todos.
    ¿Es posible decir que la arena de esta lucha está en las legislaturas asquerosas que desfilan por la historia de México, de Estados Unidos y el Grupo de los Siete? Si ese es el problema, hay manera de entrarle. Ellos hacen las leyes, ellos las cambian, ellos las modifican, ellos reforman la comunicación.

    El problema no es el capitalismo. El problema es la pinche barbarie que ahoga a nuestras ciudades. Aguas con las linduras teóricas. Vivimos tiempos en que las armas hablan y dicen muchas pendejadas… dicen muchas muertes y ya no hay marcha atrás.

  2. Gracias por dejar un comentario como retroalimentación extensiva a mi texto. Hay bastantes ideas dentro, por lo cuál me será difícil responder a todas ellas. Lo que puedo abonar al respecto es que en sí, y más allá de las defensas que se puedan hacer al respecto del capitalismo, lo primordial desde mi persona es situarse en el lado de quienes padecen las inclemencias del capitalismo. Hablo de una mayoría global. Ser crítico hacia el capitalismo no implica de forma tácita una nostalgia sobre comunismos. Existen diversos enfoques críticos que no provienen de dicha tradición o ideología. Regresando a Godard. Al margen de su filiación política, es innegable su labor de enriquecimiento del cine. Porque incluso en un sistema como el capitalismo una visión como la de Godard aporta lo que el capitalismo mismo no. Ello valida todo su trabajo.

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