A partir de hoy la crónica musical de Víctor Manuel Sánchez Orendain en esta caguamera plataforma editorial

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Regresar al lugar que te vio nacer y crecer, siempre está lleno de un mar de sentimientos buenos y malos que te remiten a lo que fuiste y te confrontan con la realidad, ya sea la propia o la de las personas a tu alrededor. Las comparaciones con un dejo de existencialismo en estas situaciones no tardan en aparecer: quien ha hecho esto o aquello, quien no ha hecho nada, quien quiso hacer y no hizo, quien hizo sin querer hacer nada. Una larga lista de personas y lugares que guardas en tu memoria desde el punto en el que te fuiste y evolucionan al grado de volverse irreconocibles o guardan la mística que siempre los acompañó y te resultan tan familiares como cuando tuviste tus mejores años conviviendo con los mismos.

Después de cuatro años fuera de mi querido Hermosillo, llegó el momento de retomar y rehacer todas esas relaciones llenas de amor, odio, bebida, buenas historias, alegrías, tristezas y peculiaridades que solo las noches de cantina y música te pueden regalar.

El martes 15 de agosto, Contigo ni a París, agrupación chilena/mexicana que rescata los vestigios de lo que fue el gypsy jazz o el jazz manouche, hizo su reaparición en el emblemático (y a la vez fétido) Seven o Eleven, situado en los adentros de la colonia centro.

La agrupación formada entre el periodo del 2013-2015 regresa después de varios cambios de alineación y de un periodo de inactividad prolongado debido a la retirada temporal de Hermosillo por parte de algunos de sus integrantes fundadores. Aprovechando la alineación de los astros y el (dis)gusto por seguir tocando para llevar pan a la mesa, Patricio Osorio, Francisco Limón, Málik Peña y Edgar Romero, nos deleitaron con una selección detallada de aquellos temas que vieron la luz en los 30s, 40s en la lejana Europa occidental y que tratan de revivir la desfachatez gitana, guardando las formas armónicas y de alineación que  normalizan los puristas en este tipo de agrupaciones.

La noche comenzó a eso de las 21:15 P.M., que fue cuando arribé al tugurio de la Yáñez, pagué mi cover y me dirigí hacia cualquier zona en la que pudiera instalarme cómodamente para disfrutar de la música que estaba por empezar. Los acalorados ambientes, tanto por la euforia de encontrarte con viejos conocidos y por lo caliente que se encontraba el lugar, consecuencia de las temperaturas altas que azotan la región, aunado la concurrencia, me orillaron a comprar la primer caguama de la noche.

Caguama roja en mano, comenzaron las primeras notas de Contigo ni a París, poco a poco, propios y extraños comenzaban a tomar con más fuerza su vaso y a moverse al ritmo de clásicos del jazz con temas de Charlie Parker (ornithology),  Chet Baker (There will never be another you), sin olvidar al padre del género Django reinhardt (minor swing), ni a la cara de la canción romántica y popular francesa Edith Piaf (la foule) que como dato curioso y del que me enteré en ese preciso momento, es que este tema interpretado por la francesa, es la versión original en la cual se basa la también popular cumbia “que nadie sepa mi sufrir”. También se abarcaron temas más “modernos” dentro del movimiento como Tchavolo swing y demás repertorio que al calor de las copas se entrañaban en el escucha.

Es de reconocer que la borrachera hizo de las suyas en la humanidad de quien les relata, que con el calor al exterior y al interior del Seven, no aguantaba las ganas de seguir consumiendo las suculentas y embelesantes caguamas tan frías que en un lugar donde el sol abrasa de forma tan implacable como en Hermosillo, son particularmente codiciadas y aclamadas por los acalorados asistentes, aunque no por eso mi juicio y mis ganas de seguir escuchando el repertorio de la agrupación se verían comprometidos, al contrario, mis porras y cánticos hacia los músicos eran cada vez más evidentes y subiendo en nivel de desparpajo.

Saludando a los viejos amigos, con los que muchas veces he compartido y buscado el pan en el ambiente musical, me vienen a la mente los grandes esfuerzos (en ocasiones desiares) que intérpretes, promotores y espectadores tienen que sobrellevar para generar espacios donde la música alternativa tenga un lugar dentro de la región. Existen muchas personas talentosas que siguen luchando por mantener vivas, las formas del jazz, de la música latina, del rock y demás géneros y subgéneros en estas latitudes y a juicio de un servidor, estos esfuerzos deberían salir de las cantinas y llegar hasta los lugares más recónditos de nuestra entidad. La idea de crear comunidades que puedan disfrutar de diversas manifestaciones musicales, sigue en el imaginario colectivo de la mayoría de los que amamos la música en todas sus expresiones y esperamos no claudicar en el intento.

Después de todo, la idea de convivir con la música sierreña, la banda sinaloense, el conjunto norteño tradicional y cualquiera de sus derivaciones pareciera descabellada, pero como todo soñador anhela, la brecha (a regañadientes) cada vez es más corta y las opciones se asoman y se diversifican. Aquí la cuestión es escarbar un poquito, pelear contra la desidia, el calor (o ambas) para encontrar individuos y agrupaciones valiosas que no intentan arrancar ni destruir la identidad e idiosincrasia de la música regional, sino alternar y conversar dentro de una comunidad llena de posibilidades armónicas, fusiones, ritmos y momentos que alimentan el alma para llenarla de esa energía vital que nuestros cuerpos piden a gritos desesperados.

El martes 15 de agosto, hubo calor, cerveza, amigos, música, nostalgia, optimismo, baile, sonrisas y la dirección de un camino al cual me quiero (re)incorporar y aportar desde la trinchera de un humilde hermosillense que ama su ciudad.

Muchos días como éstos.

Por Víctor Manuel Sánchez Orendain

En portada, imagen promocional de Contigo ni a París

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Hermosillense

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