Me invitaron a la danza —otra vez— y antes que respondiera cualquier cosa añadieron: «Están reservadas dos cortesías para Crónica Sonora el día que me indiques». De lujo, pensé, me han ahorrado la mentira de las vacas flacas. Al mismo tiempo me pasaban un boletín de prensa, mas la inflexible política editorial de CS señala: Inserción de boletines no, a menos que haya convenio de por medio; acaso será posible su uso como una fuente más, pero nada más. 

El punto es que Producciones La Lágrima, compañía hermosillense de danza contemporánea, cumple veinte años de labor y lo celebra presentando Fisuras este 10 y 11 de noviembre en el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura de Hermosillo. Las entradas son de a $100 pesos mexicanos y de a $50 si te acreditas como estudihambre o veterano. La cita es a las 20:00 horas.

Volviendo al boletín, llamó mi atención el siguiente párrafo:

Festejamos 20 años celebrando a aquellos que desde distintas disciplinas han colaborado con Producciones La Lágrima; para hacerlo, recuperamos Fisurasuna coreografía entrañable porque se compone de muchas voces y se ha bailado con muchos cuerpos.

Y aprovechando que Adriana Castaños, directora de La Lágrima, es mi amiga de Facebook, le propuse una brevísima entrevista:

-La interdisciplinariedad, tan cacaraqueada en el ámbito de las Ciencias Sociales, cobra vida en Fisuras. ¿Qué supone para La Lágrima la convergencia entre la danza y otras expresiones artísticas?

-Últimamente, más que en la mañosa multidisciplinariedad, me gusta pensar que nos contaminamos con otras formas de saber y hacer. Fisuras es un buen ejemplo de contaminación. Como metodología de trabajo tomamos prestado de las matemáticas el concepto de diagrama de flujo y los poemas de David Huerta como algoritmos. Cada uno de los bailarines encarnó los hallazgos de este proceso desde su propia experiencia y le imprimió al movimiento su personalidad. Jesús Maldonado diseñó la iluminación a partir de la idea de la proporción áurea de Fibonacci. Gracias a la intervención del pianista Alberto Cruz Prieto interactuamos con una música terriblemente romántica que en mis cabales no hubiera utilizado. El resultado de todas estas intervenciones fue una pieza claramente dancística… o ya me dirás. En suma, diría que estos encuentros contaminantes abren posibilidades para zarandear el cuerpo y las ideas que tienes de lo que “debería ser” la danza (o el arte).

No se hable más. Vayamos a la danza.

Por Benjamín Alonso

Cartel publicitario por Producciones La Lágrima

 

 

Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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