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Concluimos la semana de la mujer en Crónica Sonora saludando el estreno de Elia Villegas Lomelí 🙂

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“Pero sé que me moveré. La puerta se abrirá lentamente y veré lo que hay detrás de la puerta. Es el porvenir. La puerta del porvenir va a abrirse. Lentamente. Implacablemente. Estoy en el umbral. No hay más que esta puerta y lo que acecha detrás. Tengo miedo. Y no puedo llamar a nadie en mi auxilio. Tengo miedo”.

Simone de Beauvoir, La mujer rota

Ella se llama Petra, tiene 80 años cumplidos y es una mujer que toda su vida ha vivido en Navojoa, Sonora, específicamente en el Mezquital de Pueblo Viejo, donde la gente la llama Doña Petra o Doña Popa. Sus apellidos son Rábago y Ortega, alguna vez contó que también se llamaba María, pero como las actas de nacimiento se perdieron y antes había muchos problemas con el registro civil se tuvo que expedir un acta nueva, en la que solo dice que se llama Petra, nacida un 9 de diciembre del año 1937.

También cuenta que cuando ella era niña, sus cuadernos eran hechos del papel que se usa para envolver tortillas (papel estraza), que su papá cortaba, cosía y les daba forma de cuadernos. Se iba a la escuela descalza, pues a veces no tenía zapatos. Como dato curioso, la escuela a la que ella asistía sigue existiendo.

Una niña atrabancada

De esta etapa sobresalen dos relatos: el primero que cuenta cómo venció a la niña más inteligente del salón en una competencia de “cuentas” (que es como se les nombra a las sumatorias que te enseñan en la clase de matemáticas) en el pizarrón, competencia iniciada y promovida por la maestra. La segunda, se trata de cómo fue empujada desde una especie de barda por una de sus compañeras, a lo que posteriormente mi nana respondió con un “estatequieto”.

Lo que pasó fue que mi nana, acompañada de sus amigas, rodearon a la niña agresora y la enfrentaron. De ahí ya no sé más, porque una versión dice que la agarraron a patadas y otra que solo la amenazó con una piedra en la mano. Dejo a la elección del lector la versión que más le acomode. Yo no dejo de pensar que indudablemente Petra era una niña fuera de serie y siempre que me contaba (y me sigue contando) esas historias no podía evitar sentir orgullo por la sangre que corre en mis venas, con razón siempre fui tan rezongona.

Otro relato que sobresale de la historia infantil de Petra es que le gustaba jugar béisbol y era una excelente pitcher, “cuál hombre”, dirían por ahí. Imagínese usted una niña a principios de los años 40 jugando algo “de hombres”. En resumen, mi nana era una niña atrabancada, peleonera y beisbolista. Todo lo contrario del ideal femenino que predominaba en esa época.

“Las mujeres son para la casa»

Ella estudió hasta el tercer año de primaria. De su propia voz escuché que le gustaba ir a la escuela hasta que su papá le dijo que no más (debo recordar que mi nana era y es buenísima para las matemáticas). ¿Por qué la dejaron sin escuela? Porque un hombre, o sea su papá, o sea mi bisabuelo, de nombre Rosario, le prohibió ir. Lo interesante es lo que su papá le dijo cuando ella le reclamó la razón; de la boca de su padre resonó la frase: “Las mujeres son para la casa, están para que el marido las mantenga y no ellas al marido”. Mi nana tendría unos 8 años de edad cuando esto pasó y así sin más, la historia académica que pudo haber sido bastante promisoria -considerando la inteligencia de Doña Petra- se acabó.

Las niñas de su generación que lograron terminar la primaria, o sea muy pocas, empezaron a dar clases y trabajar como profesoras al terminar el sexto de primaria. Obviamente la vida de estas niñas fue radicalmente distinta a la de mi abuela. Si bien el destino de “casarse y tener hijos” se cumplió como regla a seguir, la calidad de vida a la que accedieron y con la que criaron a sus familias no se compara con la de mi abuela. Es decir, a mi nana, un hombre le dijo que ya no iría a la escuela y un hombre la privó de esa posibilidad de cambio, solo por el estigma de que la escuela no era para niñas, pues preexistía la creencia o el “sentido común” de que no era necesario invertir en educación para ellas si al final se iban a casar.

Lo anterior tampoco quiere decir que mi bisabuelo fuera el ogro de la película. Simplemente eran las condiciones sociales en ese momento. Tal vez la idea de que la mujer pudiera trabajar y desarrollarse no estaba tan lejos de la mente del padre de mi abuela -¿qué padre no quiere que les vaya bien a sus hijos?- sino que, entre ciertos estratos sociales, existen preconceptos e ideas a los que resulta difícil oponer resistencia, simplemente porque la posibilidad de que las cosas sean diferentes no existe. En fin, eso le pasó a mi abuela y debo decir que su historia me enseña mucho.

Bailes y raspados

Mi nana dejó de ir a la escuela desde muy chiquita, como ya quedó claro, pero eso no hizo que no trabajara, al contrario, siempre ayudaba a su mamá (o sea mi bisabuela Isabel) a preparar la comida que todos los días hacía para vender. Aquí va otro detalle importante: ella estaba obligada a ayudar en el trabajo a su mamá, mientras que su hermano mayor no. Es decir, la obligación de aportar o ayudar en algo a la labor que al final del día permitía que toda la familia tuviera lo necesario para vivir no existía para el hermano. En otras palabras, él tenía justificado ser flojo y desobligado solo por su condición de hombre (gruñidos de coraje).

Ya en la década de 1950 empezó a asistir a los bailes con sus amigas, a los cuales siempre iba acompañada de su mi bisabuela como chaperona; antes se usaba que las mujeres no salieran solas, por lo tanto, las mamás las acompañaban a los bailes para vigilarlas y “cuidarlas”. Dice mi nana que ella era una adolescente muy atrabancada y a la que le gustaba mucho salir, andar de vaga y verse guapa. Asegura que nunca salía sin pintarse la boca.

En esa época, mi bisabuela tenía un puesto de raspados, ese puesto estaba enfrente de dónde ahorita está el Hotel Fiesta Navojoa, pasando los famosísimos Tres Picos, allá en Navojoa.

Mi nana trabajaba ayudando atendiendo ese puesto de raspados. Ella cuenta que de repente empezó a llegar un muchacho a comprar raspados todos los días, para “hacerle plática”. Adivinarán que ese “muchacho” se convertiría en su novio y después su esposo, o sea mi tata Elías. Siempre se le aparecía en los bailes a los que iba con sus amigas y dónde su mamá era la chaperona.

Para no alargar más la historia, a mi nana se la “robaron”, porque se usaba también que los hombres enamorados se llevaran a las mujeres para luego regresar con ellas ya casadas. En el caso de mi abuela, el robo aconteció el 9 de febrero de 1956 y cinco días después -el 14 de febrero- se casaron. Ella estuvo con el abuelo hasta el día 22 de noviembre de 1987, fecha en que él falleció.

Mi abuela alguna vez me contó que el asunto de los bailes era común y se hacía cada domingo, por lo que el primer domingo de “casada” ella se cambió, se arregló como de costumbre y por supuesto se pintó la boca. Mi abuelo hizo lo mismo. Era día de baile. Todo se complicó cuando mi abuela terminó de cambiarse (¡hasta que terminó de cambiarse!). Mi abuelo le preguntó que a dónde iba, a lo que ella respondió naturalmente que iba al baile con él, y él le dijo que ella ya no iba a andar en esas cosas, que ya era una mujer casada.

Pero mi abuelo sí se fue al famoso baile. Después de eso, llegó lo del maquillaje; poco a poco dejó de hacerlo a petición del esposo. Yo conocí a mi nana hace 30 años y no la recuerdo maquillándose, lo cual me parece una contradicción frente a la mujer de la que mi abuelo se había enamorado y robó para casarse.

Yo conocí a Petra justo unos días después de la muerte de mi abuelo, pues nací el 26 de noviembre de 1987. De pequeña, recuerdo que mi nana siempre quería ir a alguna parte, su club de la asegurada, sus manualidades… La recuerdo mucho tomando las riendas de su vida. Empezó a asistir a las juntas ejidales, esas a las que antes solo iba mi abuelo junto con los otros hombres dueños de tierras a representar y velar por sus intereses. Dato curioso: para la década de 1990 la mayor parte de los asistentes de esas juntas ejidales eran mujeres.

«no puedo evitar pensar lo diferente que es la vida para una mujer hoy en día»

Recuerdo andar en el camión con ella, de un lado para otro, nos gustaba mucho comer “en la calle”. Y ahora que soy adulta y sé un poco de la historia de Petra, no puedo evitar pensar lo diferente que es la vida para una mujer hoy en día. Es decir, ¿a qué niña sacan a los 8 años de la escuela? Es poco común, aunque eso no hace que deje de pasar (la realidad es que estamos en un país dónde más del 50% de la población vive en extrema pobreza, por lo que no dudo que eso llegue a pasar). En términos de abuela–madre–hija yo soy la tercera generación, y en mi caso pude estudiar hasta la universidad, trabajar, irme de maestría y puedo elegir por completo lo que quiero para mi vida.

Es bueno conocer la historia precisamente para entender los contextos sociales pasados, pues tienes una posición de espectador que te permite sacarle la vuelta a las culpas y prejuicios de determinada época. Pero, a qué voy con todo esto. A que muy probablemente mi destino se hubiera equiparado al de mi abuela si yo hubiera nacido en 1937, en el seno de una familia de escasos recursos, en una zona poco urbanizada del sur de Sonora.

En pláticas posteriores con mi abuela se me ocurrió ahondar en el asunto de sus hijas. Yo me pregunté a mí misma sobre los factores de cambio que influyeron para que mi madre sí estudiara, trabajara desde los 16 años y fuera la mujer independiente que siempre he conocido. Yo quería saber qué fue lo que hizo la diferencia en las mujeres hijas de mi abuela, específicamente viendo a mi madre como punto de comparación. La cosa es que yo le pregunté que si ella les comentaba a sus hijas que debían estudiar o algo parecido (asumiendo que como a ella no la dejaron, pues querría que sus hijas sí lo hicieran) y me contestó que sí, pero que el que más les decía que estudiaran para que no anduvieran batallando con los hombres era el papá, o sea su esposo Elías.

En ese momento tuve una epifanía, vi claramente a través del relato de mi abuela lo siguiente: la forma en que los hombres perciben a la mujer es la muestra principal del posicionamiento y cambio de su lugar en el mundo. A ella un hombre le dijo que no estudiara, mientras que a mi madre un hombre, su padre, la motivó a que lo hiciera.

«enunciar la historia de ella se vuelve al mismo tiempo un reconocimiento para las mujeres»

Me gusta pensar en este escrito como una forma de honrar la memoria viva de ella, de Petra, mi nana. Cuando uno piensa en el empoderamiento femenino, la posición de la mujer actual, los derechos adquiridos y ya normalizados (claro ejemplo la educación), poca conciencia se tiene sobre las personas que están detrás de todo lo que hoy una puede tener y hacer. En este caso, enunciar la historia de ella se vuelve al mismo tiempo un reconocimiento para las mujeres que fueron y son como ellas, sin las cuales nosotras no existiríamos y no estaríamos aquí celebrando que somos mujeres y que podemos.

Gracias a ella existe mi madre y gracias a mi madre existo yo. Soy el producto de todas sus experiencias, sufrimientos, aprendizajes, errores y sobre todo logros. Gracias por todo, nana.

Por Elia Villegas Lomelí

La nana Petra en su hogar

Sobre el autor

Navojoa, 1987. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora y egresada de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la UNAM. Se desempeña como Titular de Transparencia en una dependencia del Gobierno del Estado, participa en un Laboratorio de Innovación para el Gobierno Abierto y practica yoga ashtang

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17 comentarios

    1. Maravillosa Historia de vida. Conozco a las protagonistas y son Mujeres de Cuidado jo jo jo Ahhh y muy bailadoras por cierto. Bailamos Juntas en un Convivio Familiar en el Mezquital Viejo en Navojoa,Son.

      1. Una gran señora, unax gran familia, soy vecino de ellos 25 años hace que salí del mezquita, y grandes recuerdos del barrio y grandes enseñanzas de vida, saludos a tu mama Elia, Malena, jorge el taspana, Andrés, Jesús, Alan, el Israel, con quienes compartí parte de la infancia

  1. Ella es mi madre que amo y respeto y de la cual herede todos esos valores que me hacen un ser humano sensible y agradecido con Dios y con la vida enseñanzas de mi madre ,de quien me siento sumamente orgulloso por su coraje y amor a sus hijos para mantener a mi familia unida.

  2. Buen día, soy Luis González, del Estado de México, mi madre María Antonieta, está muy interesada en poder contactar a la Sra Petra, me podrían ayudar, se los agradecería muchísimo, gracias.

  3. Tengo solo esta esperanza……mi fe en esa maravillosa mujer……deseo contactarla…no tengo mucho tiempo……porfavor como le contacto soy de Perú

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