Este es un platillo que se cocina a fuego lento. Es un paréntesis en el tiempo que presenta un juego de seducción donde la batalla de los sexos despierta la intriga a partir del manejo de las personalidades en ambos lados del combate.

En una cartelera dominada por las grandes producciones aparecen, de vez en cuando, pequeñas joyas cinematográficas cuyo compromiso principal sigue siendo contar buenas historias.

Así, El seductor (Sofia Coppola, 2017) es una interesante sorpresa en realismo aparente, elaborada con sumo cuidado con el fin de poder dar, en trazos escuetos y vigorosos, la esencia de cada personaje, para después poner en relieve sus diferencias y acentuar el conflicto entre ellos.

El seductor inicia como la mayoría de los cuentos conocidos: había una vez una niña que iba caminando por el bosque. Y que se encuentra al lobo.

Estamos en la guerra de secesión. Estamos en Virginia. La pequeña Amy (Oona Laurence) tropieza con el  herido Cabo McBurney (Colin Farrell) y decide llevarlo al Seminario femenino Fansworth, réplica arquitectónica y decadente de Tara en Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939).

En el instituto, a causa de la guerra, sólo quedan siete mujeres, entre niñas, adolescentes y tutoras adultas. Esclavos y varones, han huído. Tres protagonistas representan al deseo: la directora Martha, es la moderación (Nicole Kidman); la maestra Edwina, es la represión (Kirsten Dunst) y Alicia, alumna aventajada, es el despertar.

Y como en La casa de Bernarda Alba, el Cabo McBurney será el oscuro objeto que desatará pasiones.

Desde el principio Sofia Coppola nos advierte sobre el valor de su guión. La fotografía muestra arboledas góticas, niebla constante, interiores oscuros – iluminados por la luz de las velas -, perspectivas a través de las ventanas y objetos preciosos que van sembrando pistas acerca del desenlace de esta película y que ponen su parte para incrementar la creciente tensión sexual entre las mujeres y el hombre.

¿Quién inicia la apuesta? Lo que comienza como un deber cristiano de humana empatía se transforma en la defensa de la intimidad de un territorio dominado por las mujeres: Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.

Las mejores secuencias en El seductor, suceden en la mesa. Ahí donde la corrección y la etiqueta suelen ser reflejo de la condición sumisa, generosa y matriarcal, puede surgir el escenario perfecto para conquistar la liberación, aún a costa de la mayor de las atrocidades.

La cocina, los buenos modales y la coquetería siguen siendo el arma más poderosa de las mujeres.

Basada en la novela de Thomas Cullinam, “El engañado”, la nueva versión de Sofia Coppola ya había sido llevada a la pantalla por Don Siegel en 1971 con Clint Eastwood en el rol que ahora le pertenece a Collin Farrell. Sin embargo hay diferencias sustantivas. Mientras que la de Eastwood estaba centrada en el personaje masculino, Coppola decide trasladar la atención a las siete mujeres de la cofradía mostrando, sin duda, que detrás de un acto de humanidad tal vez se esconden secretas intenciones.

En la trampa del deseo pueden caer el seductor y la presa. Sobre todo si pensamos en que este filme está ambientado en el siglo XIX, cuando era casi impensable que la mujer expresara y consumara sus pulsiones eróticas.

Sin embargo, Sofia Coppola va un paso adelante. Al crear un microcosmos – el Seminario femenino Fansworth – en el contexto de la guerra civil norteamericana, puede elaborar una crítica a las ideas de sexualidad, represión, decencia y concupiscencia, que acompañan a hombres y mujeres de esta era cristiana.

El seductor ya le ha ganado a Sofia el premio a la mejor dirección en el reciente Festival de Cannes. Es probable que el Oscar tenga alguna consideración para ella.

Hay, sin embargo, un recuerdo.

Por muy poco coincide el estreno de El seductor con el aniversario treinta y cinco del trágico fallecimiento de Viridiana Alatriste.

La joven actriz interpretó en La seducción (Arturo Ripstein, 1981) a la hija de una matrona que, en la época de la guerra cristera, atrae a soldados federales con el engaño de la consumación del deseo, hasta que llega Gonzalo Vega y la niña se enamora.

En cada escena de El seductor no he podido dejar de pensar en Viridiana Alatriste.

 

Por Horacio Vidal 

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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3 comentarios

  1. Buena peli pero se cayó con el bandazo del cabo. Tan bien que iba 🙁

    Por bandazo me refiero a la botada de chango del cabo cuando descubre su lisiada condición.

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