Saludo a los finos lectores de Crónica Sonora. No había encontrado ni tiempo ni inspiración para traerles una nueva entrega de Ciudades sin Memoria, entrega que ahora pongo en sus manos (más bien, en sus computadores). Y aunque el título sugiere que les contaré un cuento de miedo, no es así.

Ya que estamos en año electoral (bueno… eso sí es de miedo), el tema se vende y es lo que les vengo a vender. No, no les voy a decir por quién votar, sino a platicarles de una maldición de la política regional: el Palacio de Gobierno de Hermosillo se conecta con el Palacio de Gobierno del Estado de Sonora a través de un puente, el puente del Callejón Velasco, pero es un puente que el alcalde no puede cruzar.

Platicaba con uno de mis estudiantes –saludos Joaco- sobre las futuras elecciones municipales: ¿Quiénes son los candidatos? ¿Cuál lleva las de ganar? ¿Cuál es mejor? etc. Y en lo que hablábamos él dijo algo que provocó este texto, una afirmación que iba algo así: “La alcaldía de Hermosillo es un trampolín a la gubernatura”. ¿Será?

Esto quizás suene coherente, ya que el alcalde de Hermosillo es quien gobierna la ciudad más importante de la región, y quien tiene influencia sobre la ciudad más poblada del Estado. Por lo tanto la influencia sobre el mayor número de electores, lo que podríamos pensar que es una ventaja al momento de buscar la gubernatura.

Pero otra pregunta despedaza ese razonamiento: ¿Recuerdan cuál fue el último político que fue alcalde de Hermosillo y gobernador? Existe la particularidad histórica de que aquel que gobierna la capital no gobierna en el estado. Así que si la historia se repite, Manuel Ignacio “Maloro” Acosta lleva las de perder, y aquel que salga electo este verano ganará la alcaldía, pero al mismo condenará su carrera con la maldición del puente del Callejón Velasco. Maldición que no han logrado romper políticos de mucha influencia como María Dolores del Río o Ernesto Gándara en tiempos modernos, o Alicia Arellano y Jorge Valdés Muñoz en décadas anteriores.

Le mencioné a mi estudiante que el único gobernador al que recordaba como alcalde de Hermosillo era Luis Encinas Johnson. Pero después de investigar me di cuenta de que cometí un error: quien fue alcalde fue Luis Encinas Robles (padre del antes mencionado), gobernando brevemente en 1921 y después en 1931. Ninguno de los alcaldes del Hermosillo del siglo XX logró brincar a la gubernatura. Hice una rápida búsqueda y encontré que el último en ocupar ambos puestos fue Julián Escalante, gobernador en 1869 y después alcalde de Hermosillo en 1871. En ambos casos, permaneció en el cargo menos de un año, posiblemente como interino durante el instable siglo XIX.

No sólo eso, en todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI tan sólo cuatro hermosillenses han sido gobernadores: Luis Encinas Johnson (1961-1967), Carlos Lafontaine (1967), Alejandro Carrillo (1975) y Mario Morúa (1991). Para colmo, sólo uno de los cuatro fue gobernador electo, Luis Encinas Johnson quien permaneció en el cargo un sexenio, los otros fueron gobernadores provisionales (Carlos Lafontaine y Mario Morúa duraron menos de un mes, mientras que Alejandro Carrillo un trienio). Aunque les duela a los hermosillenses, la historia apunta a que los hermosillenses no gobiernan.

Es el caso contrario en estados como Jalisco o Puebla, donde sí hay muchos casos de alcaldes capitalinos que brincan al gobierno del estado. En Sonora quien gobierna la capital no gobierna en la entidad, y quien nace en Hermosillo muy rara vez llega a gobernador. ¿Qué opinarán de esto los actuales candidatos a la alcaldía?

¿A qué se deberá esta maldición? Difícil de saber. Recuerdo que un compañero –de militancia panista- me dijo una vez: “Lo mejor que le pudo pasar a Damián Zepeda fue perder la alcaldía de Hermosillo, porque desgasta mucho física y políticamente”. Y parece cierto. Ahora Damián Zepeda es el líder nacional de su partido, el PAN, de donde seguro podrá aspirar a otro cargo importante. Por otro lado, Maloro Acosta (quien derrotó a Zepeda en las elecciones municipales del 2015), es candidato al senado como segunda opción, es decir, su partido – el PRI – le dio preferencia a Silvana Beltrones, una mujer que ha hecho toda su vida y carrera fuera de Sonora, que a Maloro, quien hasta hace unos meses era el alcalde de la ciudad más poblada del estado.

¿Será que los hermosillenses somos un público muy difícil de ganar? ¿A caso somos tan quejosos que votamos en contra del que conocemos? ¿O acaso el resto del estado nos detesta y por eso no votan por un hermosillense? Voy a cerrar con la siguiente metáfora: el palacio de gobierno municipal y el palacio de gobierno estatal están conectados por un puente, pero es un puente que el alcalde nunca puede cruzar.

Por Mirinda GD

Fotografía de Benjamín Alonso

Sobre el autor

Miguel Ángel Grijalva Dávila es un historiador sonorense que ha participado en espacios para la difusión de la historia radio, televisión y publicaciones impresas y digitales. También ha presentado sus investigaciones en congresos y foros en todo México. Búscalo en twitter, instagram o pinterest, como Mirinda_GD. En Facebook: Un Día Como Hoy en Sonora. Y en su página: http://www.undiacomohoyensonora.wordpress.com/

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