Alejandro Valenzuela examina el discurso de algunos personajes de la izquierda sonorense y más allá.

Feliz inicio de semana

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Mire usted el nivel del debate en México. Mi querido amigo y coterráneo, Daniel Corvera, que quiere ser líder (no importa de qué) anda ahora en el movimiento en contra del “gasolinazo”, loable movimiento que tiene como finalidad defender la cartera de los que tiene carro, gente a la que muchos creen adinerada nomás porque usan ese medio de trasporte, pero que en muchos casos sufren para pagar su tanque de gasolina. ¿Dígame usted si no es motivo suficiente para levantarse en armas si ahora, en lugar de pagar 560 pesos tiene que pagar 80 pesos más porque el tanque cuesta con el gasolinazo 640 pesos? No hay derecho.

Pues resulta que este Daniel, amigo mío desde la infancia allá en Vícam (y pues ni modo Danielito, eres una figura digamos que pública y eso significa estar expuesto a la crítica), este 12 de febrero publicó en su Facebook un pequeño texto −un poco deshilachado en la forma, pero muy significativo en el fondo− en el que dice que los asistentes a la marcha anti-Trump son los falsos intelectuales, los falsos artistas, la prensa vendida y la traidora clase política en el poder y que fueron “a legitimar a esa bola de ratas”. La marcha estaba compuesta, pues, básicamente por ratas traidoras. Yo pasé junto a la marcha en Hermosillo (la marchita, podríamos decir) y eran tan poquitos que se podía hacer un recuento de las personas y hasta distinguir a algunos conocidos. Algunos de ellos, los conocidos, sé a ciencia cierta que son personas honorables. Vi, por ejemplo, al director de esta gloriosa Crónica Sonora, Benjamín Alonso, aunque ya no me paré para averiguar si iba por la libre o representando a la “prensa vendida”. También vi a niñitos y viejitos que tenían aspecto de personas educadas en una rígida tradición conservadora, pero al menos a mí no me parecieron la rata inmunda, el animal rastrero, la culebra ponzoñosa y el desecho de la vida  del que habla Daniel.

Otro personaje de la izquierda hermosillense, mi querido hermano el Gerry Valenzuela, izquierdista de siempre, militante de todos los movimientos, entre más radicales mejor, uno de los pocos que todavía se abanderan del marxismo-leninismo, publicó una de estas tardes de hastío también un texto deshilachado en la forma pero significativo en el fondo, donde decía que él no va a apoyar el movimiento anti-gasolinazo porque ¿para qué?, si allí anda un tal César que lo único que hará será matar el movimiento, cosa en la que según Gerardo ese César es experto. Ya no supe si era César Fraijo, César del Pardo u otro César de los muchos que andan por allí. Lo que sí es digno de ser destacado es que él (el Gerry) no va a apoyar esos movimientos porque ya desde ahora los da por muertos nomás con sólo ver quién anda por allí cerquita.

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Un día, ya hace años, fui a oír a un cineasta lopezobradorista de cuyo nombre de veras no puedo acordarme. El famoso director dijo que López Obrador quería lograr la felicidad de los mexicanos. Yo levanté la mano y le dije lo que es cierto, que un político que busca la felicidad de los demás −y sobre todo si no son de su familia− se coloca muy cerca del fascismo porque la felicidad es un asunto personal que depende de muchos factores y de cada quien. Agregué que el político, a lo más que podía aspirar, era a buscar el bienestar de la población dentro de ciertos parámetros y criterios. “Es tu opinión” me dijo el director con desprecio y pasó a lo que sigue. Cuando salí del auditorio me encontré a José María el Chema Martínez, militante también de las causas progresistas y miembro no sé si todavía de la Red Fronteriza de Salud y Ambiente. Con el pecho salido y el mentón levantado me dijo el Chema: “Calderón será muy bueno”… Me quedé un tanto anonadado porque no encontré la relación entre lo que dije y si Calderón era bueno o malo. Aquí también debo confesar que ya no supe si se refería al Gallo Calderón, a Felipe Calderón o a Calderón de la Barca.

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Pues resulta que esa misma “metodología” usada por el Chema la acaba de aplicar Jorge Taddei, académico de la Universidad de Sonora (Unison), doctorado en Cuba, activista de mil batallas sociales, incluyendo una de tantas contiendas por la presidencia municipal de Hermosillo y −su breve biografía estaría incompleta sin esto− defensor a ultranza, sin fisuras pues, del régimen de Fidel Castro en Cuba. También se debe agregar que en el plano personal, Taddei es un hombre simpatiquísimo y un gran amigo.

Sucedió que publiqué una foto donde el Padre Solalinde decía que el muro de Trump no era lo que nos iba a dañar, sino el muro de corrupción edificado por Peña Nieto. Yo critiqué al señor cura porque lo vi insensible ante el sufrimiento de los mexicanos indocumentados en los Estados Unidos y dije, cosa que sostengo, que el curita seguramente no tiene allá una hermana o una hija que esté siendo atemorizada por el ICE. Rematé (es un decir) diciendo que Solalinde mejor debería explicar su contribución a la “verdad histórica” del gobierno sobre los muchachos desaparecidos de Ayotzinapa.

Y bueno, ahí tienen que Taddei pone un comentario que a la letra dice: “Fuera solalinde; muera trump. viva peña” (sic). Cierto, a Taddei le da por el sarcasmo y algunos le llegan a salir bien, pero aquí retrata una cultura muy extendida en México y que hoy ha florecido como coladera descompuesta: si no atacas con fiereza a los que yo ataco, llamándolos ratas inmundas, animales rastreros, güevones, vándalos o cualquier otro calificativo, es que seguramente eres uno de ellos.

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Mi querida amiga Julia Romero, doctora en Derecho y también académica de la Unison, que se amanece pidiéndoles a Dios y al pueblo que caiga Peña, le pregunté (antes me puse el huarache y le dije que yo estaba 100% de acuerdo con eso de que caiga Peña y quise ser más radical diciendo que me gustaría que a toda la clase política se le subiera en un moderno Ipiranga y los mandáramos por allí a ver quién quiere recibirlos) que si qué proponía para una vez consumada la ansiada caída de Peña. En particular le pregunté quién pensaba ella que tomaría el poder y con qué mecanismo. Me aferré a la pregunta, que todavía me parece pertinente, y ella dio vueltas por “el pueblo”, el artículo 39, la soberanía y por fin me dijo que de plano no sabía ni quién ni cómo.

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Compartí un magnífico artículo de Enrique Krauze −del que un día mi hermano el Gerry Valenzuela dijo, como si tuviera los pelos de la burra en la mano, que era un “amanuense” de la burguesía− en el que compara la falta de unidad de los mexicanos ante los Estados Unidos en 1848 con la de ahora, encontrando similitudes muy sintomáticas: si en aquel momento se llevaron la mitad del territorio, hoy por lo menos se pueden llevar el sosiego de millones de mexicanos. Mi amiga Mayra Ledezma, mujer dinámica intelectualmente como ella sola, que nació con la luna de plata, con el alma de pirata, rumbera y jarocha, trovadora de veras, me dijo que Krauze era un mal historiador. Le pedí que me dijera cuál era su peor y su mejor libro, y porqué lo creía así, y estoy todavía esperando su respuesta.

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A todos los personajes mencionados en este escrito (con excepción de Trump, Peña Nieto, Solalinde, Felipe Calderón, César del Pardo, Fidel Castro e Ivanka) les tengo un profundo cariño y lamento que escriban cosas gramatical e ideológicamente deshilachadas, pero el dueño de mi corazón es mi hijo, el Jano Valenzuela. Joven e impulsivo, bien formado académicamente, con cientos de lecturas en los campos más diversos de las Ciencias Sociales, se parece más, sin embargo, a su tío Gerry en lo radical, a su tío Julián en lo irreverente y a su ti Moisés en lo impulsivo. De todos los mencionados, es de quien más lamento el descuido en el lenguaje y en las formas (ya ve usted que en política la forma es fondo). Sobre el artículo de Enrique Krauze respondió lo siguiente:

“Ojalá [que Krauze] se hubiera parado alguna [vez] por Ayotzinapa, Nochixtlán, [La guardería] ABC o [con los] los maestros, en vez de haberse dedicado a satanizarlas [sus luchas], criticarlas y demonizarlas en sus artículos y en las páginas de su revista, donde hasta se les relacionó con la contaminación (el chiste se cuenta solo). Ahora resulta que convocan a marchar quienes sólo han criticado las marchas y si uno no va, es cobarde o hasta simpatiza con Trump… Con todo el respeto que Krauze me merece, que chingue a su madre”.

Ya me imagino a Marx y Engel diciendo:

“Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada contra ese fantasma [el del comunismo]: el Papa y el zar, Metternich y Guizot1, los radicales franceses y los polizontes alemanes. A todos ellos nomás les decimos una cosa: que vayan y chinguen a toda su madre”.

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El Facebook se ha convertido en una especie de muro de los lamentos. Uno ve para allá, se le ocurre una idea, no importa que sea rústica, la adereza con unos cuantos insultos (ahora hay una nueva teoría machista-leninista que organiza a la sociedad en, por un lado, los rateros, los traidores, los vendidos y los chayoteros; y por otro el pueblo bueno y puro, aunque un tanto indiferenciado) y la escribe. Pero de allí no pasa. Cuente usted cuántos toman las casetas, cuántos van a las marchas de todo tipo (luego dicen que 40 mil, pero no pasan de tres o cuatro mil personas), cuántos se manifestaron contra Trump y su muro. Muy pocos.

Quieran María Santísima y las Once Mil Vírgenes que Donald Trump (el temido POTUS) construyera el muro, sacara a todos los indocumentados, cancele el libre comercio, les prohíba a sus empresas y ciudadanos que vengan acá y humille un poco más a nuestro pusilánime gobierno… Rápidamente íbamos a tomar medidas: vamos a publicar en Facebook encendidas diatribas, mueras para dentro y para fuera, y cuando la cosa se ponga seria, llamaríamos a un congreso con 70 mil delegados para ponernos de acuerdo sobre las acciones a seguir… con la condición, desde luego, de que caiga Peña, se expulse a las empresas del capitalismo depredador, se cancelen las pensiones a los expresidentes y se meta a la cárcel a los ricos más ricos. Esa, señores y señoras, es la esencia del México actual: sucio, desordenado, violento, desapegado a las leyes y con una cultura más chafa que las garras que quiere vender la Ivanka Trump.

Por Alejandro Valenzuela

Fotografía de Benjamín Alonso

Mitin anti-gasolinazo a las afueras del Congreso de Sonora. Hermosillo, 5 de febrero de 2017.
Mini mitin del movimiento anti-Trump en Plaza Bicentenario. Hermosillo, 12 de febrero de 2017.

Sobre el autor

Soy Alejandro Valenzuela, director del Vícam Switch, un medio de comunicación que tiene como propósito contribuir al rescate y la difusión de la cultura y las costumbres de los habitantes de comunidades yaquis (yaquis y yoris).
Como datos biográficos, asistí a las escuelas primarias Benito Juárez, de Bácum, y Florencio Zaragoza, de Singapur; a la Secundaria Federal Lázaro Cárdenas y al CBTA 26, ambas de Vícam. En la Ciudad de México fui a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM y cursé Economía en la UAM-Xochimilco. En Tijuana cursé la Maestría en El Colegio de la Frontera Norte. Tuve una estancia doctoral en la Universidad de Connecticut, en los Estados Unidos, con financiamiento de la Beca Fulbright, y obtuve el doctorado en El Colegio de Sonora.
En la actualidad soy profesor-investigador en el Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Sonora.

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7 comentarios

  1. Me reí todo el tiempo. Gracias por el enfoque Alejandro. (Y nomás pa’que quede claro; aunque soy come-izquierdistas, entiendo perfecto que esta pieza no lo posiciona a usted ni de un lado, ni del otro. Pero a modo de ‘buscapiés’, ¿no le parece que la cultura del debate de la izquierda, si la viéramos por un momento como un intercambio de bienes y servicios entre personas, refleja a la perfección el tipo de sociedad que quieren construir? Se persigue al disidente, no se recibe su mensaje, se insulta al incrédulo, no se le invita a ser más claro, y finalmente, lo que me molesta más, acaparan el micrófono, las calles, las marchas, las instituciones, o lo que les interesa.)

    ¡Un abrazo!

  2. Ay Alejandro de la hipercrítica fulminante a la confusión solemne… Mucha retórica que no entendí en tu «deshilachado» discurso entre mayeútico y contreras ultra ultra… Saludos jvc

    1. Joel, si no lo entendiste (cosa rarísima siendo tu el que eres) pregúntale al que comenta enseguida (a Miguel Ortiz). El te puede ayudar.

    2. Concuerdo 100% contigo Joel, y añado otro comentario: nada me da más pereza y hastío que leer las críticas hechas a gente del grupo X por parte de gente que se manifiestan ajenos al grupo X. Opiniones de personas no católicas sobre lo que deberían hacer los católicos, opniniones de personas no de izquierdas sobre cómo deberían pensar o escribir los de izquierdas, etc… en fin, cansino, gastado y nada constructivo (aunque lo pretendan).

    3. Tristemente, es uno de los signos de estos tiempos (léase cultura 2.0 o de las redes sociales): la extendida creencia de que todo el mundo «puede opinar» de lo quiera, aunque sea de lo que no sabe.

  3. Alejandro, en medio de tanta ligereza y arrebato que tú describes tan bien, poniendo de ejemplo incluso a tu querida familia, es bueno leer una voz crítica y auticrítica (porque lo eres al incluir también a los tuyos) independiente y que no pierde el buen humor y ánimo que siempre lo ha caracterizado. Comparto tus puntos de vista y me da enorme gusto y satisfacción descubrir al garbanzo de a libra que guarda coherencia entre formación académica y sus decires, al margen de ideologías y posición política.

  4. Me hiciste reír. Conozco y le tengo cariño a tu hermano y a otros que andan siempre en ese tipo de marchas. Estoy de acuerdo con lo que dices, me da pena el nivel de argumentación y por lo tanto de organización. Pero así es nuestro «pueblo»… Uno espera más de los académicos que andan ahí, de los que tienen años luchando. Más claridad de metas, que sean realistas, objetivos. Me parece que las marchas son más bien terapéuticas, que sirven para desfogar el coraje, el hartazgo, el enojo, pero queda en el nivel de exteriorizar públicamente las emociones. Lo interesante sería que ese coraje se transformara en algo más inteligente, pliegos petitorios posibles de alcanzar en un corto o mediano plazo.

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