Desde Cajeme, una reflexión del Chuy Huerta sobre el complejo arte de estirar la liga

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Lo dije y lo reitero: el chayote mediático es una más de las maldiciones que se ciernen sobre México, y es que además de que tenemos que cargar con la corrupción e ineptitud de la clase política que ha gobernado al país durante docenas de años, tenemos que pagar de nuestros impuestos a los chayoteros que, gracias a su incompetencia profesional, se dedican a vivir del erario vía dadivas económicas para encubrir, ensalzar, mentir y distorsionar el quehacer del gobierno al que se deben, lo mismo que en denostar contra quienes se atrevan a señalar los yerros de las autoridades, con tal de ellos tener algo de qué vivir. Trabajo fácil, pues, pero muy dañino para todos.

Y no es que no sea importante informar sobre los temas de interés general para la comunidad, como son logros, avances, problemáticas, indicaciones, planes, proyectos y demás actividades que se generen en la administración pública, y que sea malo que se cobre por estos servicios que son parte de gobernar. El problema es cuando estos pagos a los medios o “periodistas” se utilizan con fines o intereses meramente partidistas y para mantener el poder a costa de lo que sea.

Estos chayoteros han existido desde siempre y todos los identificamos, solo que ahora, con cada vez más necesidades e ineptitud de la clase política (del partido que sea), generan más desprecio, coraje y decepción.

Ya lo sabemos, antes eran unos pocos que recibían mucho dinero por encubrir al gobernante en turno, pero ahora son ejércitos de jilgueros mediáticos que cantan al son que les pida el que les paga, al grado que han convertido al país, estado y municipio en un ring de pelea y división con un costo exorbitante en recursos y en conciencia social.

Si a los pagos a la prensa se le suma la impunidad que se han inventado los gobernantes corruptos, tenemos justo lo que estamos viviendo en el país: un caos para donde voltees y sin muchas esperanzas de mejorar. Una pobreza lacerante para la mayoría, mientras que unos pocos se quedan con el botín. 

Pasa que unos tienen que entrarle al juego de alabar al gobierno porque no tienen ingresos, y no tienen ingresos porque el gobierno no hace lo propio para que crezca la economía y aun así los alaban, y aquí nos tienen en este eterno negocio del chayote maldito.

¿Y qué puede hacer un comunicador para no caer en el juego del corrupto pero mantener su trabajo?

Puede ayudar a generar campañas culturales y deportivas, avisos importantes, orientar al cliente en temas de comunicación y buenas prácticas, sugerir o descubrir áreas de oportunidad de mejora, fomentar los valores cívicos y la participación ciudadana, crear archivos fotográficos y de vídeo, realizar producciones audiovisuales, redactar documentos, diseñar la logística de eventos y algunas otras cosas, pero no solo sentarse a esperar el cheque y ser parte de los embaucadores del poder.

Texto de Jesús Huerta Suárez

En portada, still del recién fallecido Sergio Romano: para muchos «un tipazo», para otros el epítome del «periodista arrastrado», y para otros ambas cosas.

Sobre el autor

Obregonense, músico, columnista, amante del medio ambiente y del boxeo. CONTACTO: jesushuerta3000@hotmail.com

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2 comentarios

  1. Muy pertinente artículo. Su carácter crítico pone el dedo en la llaga de un tema vergonzante y abyecto de los vividores del poder.

    Creo que cualquier persona para triunfar en su profesión como medio de comunicación escrito o audiovisual lo que debe ofrecer es calidad, profundidad, creación de contenidos verdaderamente interesantes y diferenciados del boletín oficialista, de la diatriba chayotera, del tecladazo red-socialero sin ton ni son y de la ramplona ignorancia con la que escriben facinerosos de la fama efímera que no saben el trasfondo de los temas que abordan.
    El tiempo siempre le otorga la razón a quienes tienen consistencia y calidad en lo que hacen. Y no duran trienios ni sexenios sino décadas y décadas incrementando su prestigio, su éxito, su credibilidad y su satisfacción de elegir el bien social como camino y premisa de su vocación.

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