Hermosillo.-

El siglo pasado, durante las décadas entre guerras, vió el ascenso al poder de Adolfo Hitler. Su ideario se consideraba admirable y ejemplar. En México resultó inspirador. Nuestro país atravesaba una época convulsa, de crisis económicas tras la revolución y de persecución religiosa contra los cristeros.

Sonora, dominado por el nacionalismo revolucionario callista, encontró en la comunidad china el objeto del deseo revanchista y xenófobo. El acoso, abuso, despojo y expulsión de los orientales fue política pública que provocó nuestro episodio más vergonzoso, del cual poco se ha hablado. 

Hasta ahora.

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Sonora (Alejandro Springall, 2019) pretende, sin mayores explicaciones sociales o históricas puntuales, recrear el contexto iracundo y frenético que gobernaba al territorio, para elaborar un western – o más bien dicho, una road movie – donde se recupera el infalible recurso de colocar a los protagonistas en un mismo espacio. Juego de relaciones personales. Reflejo de realidad contradictoria y salvaje. 

La diligencia (John Ford, 1939) es huella seminal. Los 8 más odiados (Quentin Tarantino, 2015), ecléctica referencia. 

Es 1931. El presidente Hoover ha decidido cerrar la frontera norteamericana como consecuencia de la gran depresión. Mientras, el mandatario de Sonora, Rodolfo Elías Calles, encabeza la campaña anti china. Alma (Giovanna Zacarías) se ve obligada a conducir a través del Gran Desierto de Altar y la Sierra del Pinacate a un grupo de personas cuyo destino es Mexicali, en la Baja California. 

En un vigoroso modelo Chrysler 1929 viajan Doña Rosario (Dolores Heredia), al encuentro de sus nietos; Pedro, un ex militar rencoroso (Erando González); Pilar (Patricia Ortiz) y Sánchez, (Juan Manuel Bernal) implacable guardia verde cuyo libro de cabecera es, por supuesto, Mein Kampf, del venerado Adolfo Hitler. 

La aventura será posible gracias a Marcos (Harold Torres), quien convence a su tío Emeterio (Joaquín Cosío), indígena tohono o’dham – o pápago – para que, a cambio de unas monedas, guie al vehículo entre la arena, el viento negro y el sol inclemente. 

Sonora establece entonces su premisa fundamental: enfrentarnos a los prejuicios que desde hace ochenta años se niegan a abandonarnos. Así, diálogos y manifiestos políticos se expresan de manera predecible y casi caricaturesca, despertando momentos de comedia, no involuntaria. 

Ese microcosmos – que contrasta con la majestad de orgullosas locaciones – eleva su crispación cuando Alma, Doña Rosario y Marcos, representantes del pensamiento liberal, levantan en medio del desierto, a Wong (Jason Tobin), María (Carolina Molva) y a su pequeña hija, Anita (Abbie del Villar Chi): una familia china. La madre es mexicana. Horror. La ley sonorense de 1923 prohibía el matrimonio entre chinos y mexicanos. 

Tenemos una deuda pendiente con el racismo, la intolerancia, la discriminación, los migrantes y la xenofobia. 

Sonora se estrena justo cuando el país decide ignorar – o despreciar, es lo mismo – caravanas de hondureños que buscan cruzar las fronteras para alcanzar los Estados Unidos. Sonora llega a las pantallas en tiempos de amenazas: cierre de la frontera y deportaciones masivas. Un nacionalismo chato, chiquito, acomplejado y rampante predica desde un púlpito cada mañana, y, lo más triste, el público que aplaude semejantes limitaciones. 

La novela La ruta de los caídos, del sonorense Guillermo Munro Palacio, dio origen a esta producción cuyo gran acierto es colocar sobre la mesa temas que no han perdido su actualidad.

Quizás los conspicuos protagonistas de Sonora deben ser los autos de la época y su andar en terrenos tan hostiles como inexplorados entonces. En aquellos años, más importante que la velocidad, era abrir caminos. El reconocimiento se impone para esas máquinas, a pesar de que muy bien sabemos, “las personas tenemos palabra de honor; los fierros, no”.

Disparate proverbial meses atrás – 26 de marzo, en precisión gregoriana –  manifestó el deseo por obtener, de parte de la Corona Española, una disculpa a partir de “agravios cometidos por la llamada conquista”. El presidente de México dijo entonces “que la conquista se hizo con la espada y la cruz” y que “se edificaron iglesias arriba de los templos”.

Más allá de la comedia, tal vez sería pertinente antes pedir perdón a la comunidad china por todos los abusos cometidos. Torreón no se olvida. 

Pero esa es otra historia. 

Qué leer antes o después de la función

La creciente, de Armida de la Vara. Opodepe como metáfora de la incertidumbre y la esperanza indomable. Sequía, padecimiento y después el río San Miguel fuera de cauce, alcanzan para crear prosa finísima en una de las mejores novelas sonorenses. 

Varias historias construyen en La creciente una estructura polifónica, mágica y costumbrista que toca a Juan Rulfo. 

Una idea compartida. Las lluvias traen problemas, pero siempre serán más sus beneficios.

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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3 comentarios

  1. Excelente reseña, como todas las reseñas de Horacio, quizás incluir como lectura recomendada La casa del dolor ajeno, de JUlián Herbert, respecto a la masacre de chinos en Torreón.

    1. Tiene usted toda la razón. Aunque procuro recomendar lecturas que estén accesibles. Me temo que La casa del dolor ajeno, de Julián Herbert no se encuentra disponible por el momento. Sin embargo he incluido dos referencias puntuales a ese trabajo, la frase «las personas tenemos palabra de honor; los fierros, no» que viene en Canción de tumba del mismo autor. Y, al final la alusión a lo ocurrido en Torreón (aquí los corrimos, allá los desollaron). MUCHAS GRACIAS.

  2. Tiene usted toda la razón. Aunque procuro recomendar lecturas que estén accesibles. Me temo que La casa del dolor ajeno, de Julián Herbert no se encuentra disponible por el momento. Sin embargo he incluido dos referencias puntuales a ese trabajo, la frase «las personas tenemos palabra de honor; los fierros, no» que viene en Canción de tumba del mismo autor. Y, al final la alusión a lo ocurrido en Torreón (aquí los corrimos, allá los desollaron). MUCHAS GRACIAS.

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