Hermosillo, Sonora.-

El mundo está callado, las calles mudas y silenciosas, pero con una que otra persona haciendo compras de pánico. Llegué el viernes muy cansado de la oficina a mi casa y recibo un mensaje que tengo que participar casi todo el sábado en las brigadas de la Secretaría de Salud en los diferentes comercios, para que la gente se quedara en casa.  La idea no me pareció del todo mal, porque a quien obra bien le va bien, y además hay que concientizar a la población de respetar las reglas de no socialización, para quedar  sanos y con vida, pensé. De repente me sentí  como en los años sesentas cuando muchos jóvenes de Latinoamérica se fueron a las brigadas de alfabetización promovidas por la Revolución cubana y personajes como Roque Dalton, José Agustín, Eraclio Zepeda y Margarita Dalton, entre otros, se fueron sin medir consecuencias. 

Me puse una cachucha militar de mis años más progresistas que amigos míos me habían traído desde La Habana, me puse mi camisola blanca y el chaleco oficial de mi trabajo, y me sentí como en medio de mis años más emotivos en el manejo de mi ideario de izquierdas, cuando mis papás no les agradaba que fuera socialista, porque el comunismo era pecado.

Después vi la lista de lugares a investigar y eran puros comercios fifís, la idea no se me hizo tan interesante, pero como a mis hermanas no les agradaba mucho la idea de que pepenara una infección por aquello de que siempre estoy con mi padre que es ya no de la tercera, sino de la cuarta edad, pues me dije: “juega, está bien, la cosa es hacer proselitismo revolucionario a favor de la salud, para evitar el coronavirus, y que la gente no salga de sus casas”.

Llegamos a un Centro comercial varios camaradas de la cuadrilla a investigar para ver cuánta gente había en el lugar y con trípticos de concientización, las señoras que asistían al lugar como clientas  estaban bien nerviosas y decían voy rápido, no se me vaya a pegar lo del virus ese, y nomás tomaban de  la puntita el flyer con las indicaciones propicias por no “contaminarse”, y se echaban encima grandes dosis de gel antibacterial como si fuera champurrado desparasitante, para no quedar perfectamente contaminadas por la llamada pandemia de inicio de la segunda mitad del milenio.

Tocó el turno a varios negocios: boliches, changarros, supermercados etc. hasta que llegamos a una carnicería de “altos vuelos”, donde compran su steak, sirloin, filete mignon, etc, la gente más picuda de Sonora, es decir los que viven  en La Joya,  Cucurpe Residencial, la Monterosa, Palermo, la colonia Pitic y desde luego La Paloma. Unos compañeros del grupo se me acercaron y dijeron:

-Mira Cipriano, aquí hay mucha gente “bien”, seguramente reconocerás a alguien para entrevistar,

-¿Como a quién?,  no veo a nadie les dije.

-Mira , por ejemplo ahí está el ex –gobernador Guillermo Padrés Elías y no está respetando la cuarentena, porque no vas y le preguntas algo, me sugiere una compañera.

-Y  le digo:  ah es cierto, pero ven conmigo, porque ese señor si te ve a mi lado  no se va a sentir tan amenazado porque estás, joven le digo.

-Ok, me dice, te sigo.

Me le acerco a Guillermo Padrés y casi no lo reconocí, el señor está bien delgado, le doy un tríptico, y le cuestionó:

-¿Cómo ve lo del coronavirus?

-Y me responde:  Te  pido de favor ahí  si,  ahí te agradezco pero no me gustaría…

Y se tapa la mano con el tríptico que le obsequiamos, como para no dar la entrevista.

Después se marcha con su carrito y ya no lo seguimos más, aunque le dije:

-Hay que apoyar la lucha contra el coronavirus

Desde luego no me escuchó y se fue. Mi compañera dijo,  que quizás todavía el señor  se siente inseguro después de haber sido privado de su libertad y de gobernar un estado, tan enormemente endeudado como este, así es que con pena ajena, todos nos marchamos de ahí.

La calle seguía semivacía y al llegar a casa tuve que dejar los zapatos en el sol, cambiarme la ropa y no salir ya, salvo para lo mínimamente necesario. Mi papá al verme me dijo: ¿dónde andabas?

-En la Revolución Cubana, le dije.

Y nada más meneo la cabeza y replicó: “Tu siempre con tus ondas”.

FIN

Por Cipriano Durazo Robles

 

 

Sobre el autor

Cipriano Durazo Robles es Licenciado en Periodismo por la Universidad Kino y Presidente de la Sociedad Amigos del Museo de Historia de la Universidad de Sonora. Articulista de radio y medios digitales. Se desempeña como dictaminador sanitario de la publicidad en COESPRISSON (Comisión Estatal de Protección Contra Riesgos Sanitarios del Estado de Sonora).

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