Todos sabemos que 2017 será nuestra tumba. So, no hay mejor momento para recordar a un pistolero justiciero como don Mario Almada, el eterno, en la nueva travesura de Mirinda GD para las y los lectores de Crónica Sonora 😀

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Sí, parecía eterno. Cuando los medios de comunicación hicieron público el deceso de Mario Almada el pasado mes de octubre, no faltó quien reaccionara diciendo: “¡Ah, cabrón!… ¿A poco estaba vivo?”. Este siete de enero el actor hubiera cumplido noventa y cinco años de edad, pero se nos adelantó en el camino. Su muerte no impactó al mundo como la de Fidel Castro, pero sí a muchos mexicanos, sobre todo a los de Sonora. Mario Almada fue quizá el más sonorense de los actores que ha dado esta región, y no es que María Félix, Luis Aguilar o Jesús Ochoa hayan renegado su origen, sino que ninguno le debe su fama a Sonora como Mario Almada, pues, como se verá en los siguientes párrafos, el actor se introdujo al cine gracias a los dotes que le dejó esta viril tierra del norte.

Mario Almada Otero nació en Huatabampo el siete de enero de 1922. Para aquel año, la ciudad de Huatabampo aún no se ganaba el apodo con el que hoy muchos la conocen: “Tierra de generales”. Por alguna razón, en esa región de Sonora nacieron y/o se establecieron muchos hombres que se sumaron al movimiento revolucionario iniciado en 1910, como Álvaro Obregón, los hermanos Topete Almada, Gilberto R. Limón, Roberto Cruz, Anselmo Macías Valenzuela, entre otros. Muchos de ellos alcanzaron el generalato en las filas del ejército y de ahí el apodo otorgado a Huatabampo.

Cuando Mario Almada nació era un año en el que apenas se disipaba el humo de los cañones disparados en la belicosa década anterior, y aún faltaban algunos episodios armados por ocurrir. De cierta forma, nacer en ese lugar y en ese tiempo fue una premonición de que Mario Almada estaba destinado a vivir con un revolver en la mano.

Pero no optó por la vida castrense, sino por la vida frente a las cámaras. La carrera de Mario Almada la determinó su familia, la cual tenía intereses en el entretenimiento: su padre era dueño un club nocturno en la Ciudad de México y su prima era María Félix, estrella de la llamada Época del Cine de Oro Mexicano. Si su vocación como cineasta se la debió a su familia, el perfil de los personajes que encarnó se lo debió a sus años en Sonora.

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Aunque Mario Almada migró joven al centro del país, pasó parte de su juventud en Sonora, en su natal Huatabampo y en Ciudad Obregón. Dichas localidades tenían la categoría de ciudad, pero en realidad eran centros urbanos de vida rural. Ahí aprendió a montar caballo, a usar la piola y pistola; su abuelo lo enviaba a cortar leña, recorría largas distancias cabalgando y se acostumbró a usar sombrero. Por ello, cuando inició como actor sus primeros papeles fueron en películas de vaqueros, protagónicos que consiguió por sus habilidades aprendidas mientras crecía en la tierra que lo vio nacer.

Fue en la década de 1960 cuando se consolidó -junto a su hermano Fernando-, como el máximo exponente del western mexicano. Apareció en “Los Jinetes de la Bruja”, “Todo o nada”, “Por eso” y “El Tunco Maclovio”. No poseía grandes dotes como actor, pero como él se lo declaró a un diario: “sentía lo que hacía y eso es la base del éxito”.

Su ética del trabajo en el séptimo arte fue también reflejo de sus orígenes provincianos y rurales. Mario Almada nunca estudió actuación, no pasó por los escenarios de un teatro antes de enfrentarse a las cámaras (paso elemental para muchos grandes actores). Tampoco era un gran estudioso del lenguaje, la oratoria o dicción. Nunca dejó que la vida de la farándula le cambiara el carácter; a diferencia de otros consagrados del cine, Mario Almada no se ponía los moños, jamás exigió tratos glamorosos ni tuvo gustos excéntricos, características de algunas estrellas de cine. La sencillez fue su sello, característica de la gente de pueblo y ciudades pequeñas.

Y esta sencillez no sólo fue parte de su personalidad, también se vio reflejada en su manera de hacer cine. En los filmes producidos por Mario Almada era costumbre rodar en escenarios reales y utilizar a la gente de la localidad como actores. No había cabida para escenógrafos especializados, grandes diseñadores de vestuario o directores artísticos. Para Mario Almada la realidad tal cual era el mejor escenario.

Hoy proliferan las películas y series televisivas sobre narcotraficantes, pistoleros y cuatreros, dígase Narcos, La Reina del Sur o El Infierno. Para los actores y actrices del siglo XXI, participar en producciones sobre este tema es irse a la segura, es un camino ya pavimentado. Mario Almada es quien lo pavimentó y lo comenzó hace más de medio siglo.

Luego de décadas de trabajo, con cientos de filmes y como un ídolo del cine mexicano, Mario Almada Otero murió en la tranquilidad de su hogar en Cuernavaca. La pistola más rápida del cine mexicano no volverá a disparar. El día del funeral, uno de sus nietos recordó que en una ocasión un fan expresó su respeto al actor diciéndole: “Don Mario, después del Papa, usted”. Este mes de enero se celebra el natalicio número noventaicinco de Mario Almada, pero el primero sin él.

Durante sus funerales, se mencionó en los diarios que sus restos serían cremados y sus cenizas depositas en su natal Huatabampo, la Tierra de generales. Corresponde a nosotros, ciudadanos del presente y guardianes de la memoria, preservar el legado de Mario Almada con textos como éste, con eventos en su honor, con un museo y una estatua del pistolero justiciero que nos recuerde que mientras haya voluntad, la pistola jamás se descargará.

Por Mirinda GD

Sobre el autor

Miguel Ángel Grijalva Dávila es un historiador sonorense que ha participado en espacios para la difusión de la historia radio, televisión y publicaciones impresas y digitales. También ha presentado sus investigaciones en congresos y foros en todo México. Búscalo en twitter, instagram o pinterest, como Mirinda_GD. En Facebook: Un Día Como Hoy en Sonora. Y en su página: http://www.undiacomohoyensonora.wordpress.com/

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