Está que arde el proceso electoral de Gringolandia y Bernie Sanders tiene mucha culpa en ello. Vea por qué en este artículo que desde Nueva York –pieza clave de este engranaje- nos hace llegar el profesor Gerardo Rénique para las y los lectores de Crónica Sonora. PS.- Y no se pierda las fotos de Dinora González y el video “El Quemazón”.

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La campaña presidencial del senador Bernard (Bernie) Sanders constituye un hecho sin precedentes en la política estadounidense. Nunca antes en la historia electoral de este país un candidato en las primarias del Partido Demócrata lanzó su campaña con un llamado a una “revolución política” ni atacó directamente a la “clase de los billonarios”,  ni mucho menos se declaró como un “socialista democrático.” Sanders es también el primer candidato en haber rechazado contribuciones de grupos de interés y que financia enteramente su campaña con contribuciones personales de ciudadanos comunes y corrientes.  Ninguneado por la prensa y las élites políticas de ambos partidos como un nostálgico y despistado izquierdista al inicio de su campaña en abril del año pasado,  Bernie contaba apenas con un magro 3% en las encuestas de preferencia electoral. De allí la sorpresa que causó su virtual empate en la elección primaria del estado de Iowa ante nada menos que Hillary Clinton, la ex Secretaria de Estado autoproclamada como la candidata “natural” del Partido Demócrata.  Sus contundentes victorias en las primarias de los estados de Idaho, Utah, Alaska, Washington y Hawái en las que Sanders logró ganar por cómodos márgenes entre 70 y 82% lo han consagrado como un serio aspirante a la candidatura presidencial. Sanders también supera a Clinton en la recaudación de fondos. Mientras que durante el mes de febrero esta última logró recolectar 30 millones de dólares de donaciones corporativas y simpatizantes acaudalados, Sanders recibió 42 millones de dólares de 1.4 millones de simpatizantes (con una contribución individual de 30 dólares en promedio).  Nunca antes en una contienda electoral un candidato logró tantas contribuciones individuales ni tan gran número de contribuyentes.

 

Con 75 años de edad Sanders es el candidato de mayor edad en postularse a la presidencia en la historia de los Estados Unidos.  Nacido en Brooklyn en un hogar de inmigrantes polacos judíos, Sanders se inició en la política como organizador estudiantil en la lucha por los derechos civiles afro-americanos. Identificado con la izquierda, participó activamente en los fallidos esfuerzos por crear un tercer gran partido que representara los intereses  de los trabajadores. Como candidato independiente fue elegido presidente municipal de Burlington, la capital de Vermont, y después como congresista por 8 periodos consecutivos y como senador desde el 2006.  A lo largo de su carrera política Sanders ha mantenido una posición firme en defensa de los intereses de los trabajadores, en contra de los grandes intereses monopólicos, en defensa del medio ambiente, a favor de los derechos de la población inmigrante, por los derechos homosexuales, en oposición a la guerra, en contra de los programas de austeridad y a favor de la expansión del estado de bienestar.  Mientras que las élites partidarias consideran a Sanders inelegible por su identificación “socialista”,  la exitosa recepción de su mensaje y sobre todo la simpatía hacia el “socialismo” entre votantes demócratas prueban lo contrario.

 

En una reciente encuesta de la agencia Bloomberg el 43% de los votantes demócratas en la primaria de Iowa se definieron como “socialistas.” Un estudio de opinión más detallado de fines de diciembre del 2011 señala que 49% de los individuos de la llamada “generación del milenio” (entre 18 y 29 años) tienen una visión favorable del socialismo mientras que  47% guardan una opinión desfavorable del capitalismo. Opiniones alimentadas por las sospecha y desconfianza generadas por el comportamiento cómplice de la clase política con los grandes banqueros durante la crisis financiera del 2008 amplificadas por el movimiento Occupy Wall Street de Septiembre-Noviembre del 2011.

 

En un país visceralmente anticomunista, las promesas de Sanders de desmantelar los grandes bancos, aumentar los impuestos a las grandes corporaciones y a los millonarios, establecer un servicio universal de salud y de cuidado de niños, elevar el salario mínimo  a $15 la hora, establecer la gratuidad de la enseñanza universitaria, expandir los servicios sociales, reformar el proceso electoral, e invertir un trillón de dólares en infraestructura, han encontrado entusiasta acogida entre amplios sectores juveniles, en las clases trabajadoras y  sectores medios para quienes la realidad del “sueño americano” ha sido reemplazado por una desigualdad extrema, precariedad generalizada e incertidumbre ante un futuro igualmente incierto.

 

Considerada como la más importante movilización de votantes de bajo ingreso en apoyo de un candidato demócrata en más de una generación, esta insurgencia política se gestó durante las casi cuatro décadas de estancamiento de los ingresos de la clase trabajadora y sectores medios, así como la desigualdad galopante sobre las que se erigió la llamada segunda Edad Dorada del capitalismo estadounidense. Durante este tiempo el 0.1 % de  los hogares más ricos lograron controlar casi un cuarto de toda la riqueza del país.  Una riqueza mayor que la del 90% de los hogares de menor ingreso. Sorteada la crisis el 2013 los ingresos de un ejecutivo (CEO) fueron equivalentes al ingreso promedio de 296 trabajadores asalariados.  El billonario rescate gubernamental a bancos e instituciones financieras–en realidad una subvención gubernamental para sacarlos del atolladero de su propia creación aumentó la desconfianza e indignación ciudadanas hacia las élites políticas y corporativas. El apoyo del Partido Demócrata a esta medida consolidó la alianza de la jerarquía partidaria con los intereses de Wall Street.

 

Si bien el modesto crecimiento del PNB y la tibia recuperación económica del 2011 a la fecha han reducido el desempleo al 4.9% –la cifra más baja en los últimos ocho años—los salarios se han mantenido estancados y los nuevos empleos son poco remunerados, son sólo temporales y de baja calidad.  El desempleo sin embargo es mucho más elevado entre los jóvenes (19.5%) afectando sobre todo a ciudadanos afro-americanos e hispanos. Más de la mitad de los 8 millones de desempleados tienen entre 16 y 34 años de edad. El desempleo y subempleo también han aumentado dramáticamente entre los estudiantes  con estudios universitarios. Como si esto fuera poco, aproximadamente 70% de los jóvenes egresados de la universidad lo hacen con una deuda promedio de $29,000. En total, la deuda estudiantil acumulada sobrepasa el trillón de dólares, una cifra superior a la deuda hipotecaria que  desató la crisis financiera del 2008; una potencial crisis en ciernes que alimenta a la vez la incertidumbre y descontento de una juventud que, caracterizada por el sociólogo británico Owen Jones como el precariato, representa la condición trabajadora “normal” en la era de la globalización y el neoliberalismo. Es entre este sector donde Sanders ha encontrado su más entusiasta base de apoyo.  Según las encuestas a pie de urna de la cadena de televisión NBC realizadas el día de la primaria de Iowa, 84% de los votantes menores de 30 años, y 58% de los votantes entre 30 y 44 años eligieron al “tío Bernie.” Sanders también superó a Clinton por cerca de 10 puntos entre los votantes de bajos ingresos.

 

La simpatía hacia Sanders, sin embargo, no se restringe a este sector. A medida que su plataforma electoral se ha vuelto más conocida, la simpatía por Bernie Sanders se ha expandido hacia otros sectores del vasto y complejo electorado estadounidense fracturado por divisiones regionales, raciales, étnicas, religiosas y de clase.  Según un reciente análisis del Huffington Post , Sanders es el único candidato en abordar directamente las tres preocupaciones comunes a todo el electorado en su conjunto: educación pública universitaria gratuita, remuneraciones justas y  un sistema de financiamiento electoral transparente. Los tres pilares fundamentales del bienestar material y social que dieron sustento al “sueño americano” y que se desmoronaron durante las tres últimas décadas del siglo pasado como consecuencia de la desindustrialización, el desempleo y los programas de austeridad impuestos por el neoliberalismo, los tratados de libre comercio y la globalización. En este contexto de polarización socio-económica se agudizaron también las tensiones y conflictos étnicos y raciales que encontraron expresión en actitudes racistas y xenofóbicas en contra de las poblaciones migrantes y comunidades de color.   Los más importantes movimientos sociales de la última década surgieron precisamente entre estos sectores sociales: Occupy Wall Street, el movimiento por derechos de los indocumentados; Black Lives Matter en oposición a la brutalidad policiaca contra jóvenes de color y la lucha por el salario mínimo de 15 dólares la hora, que tuvo su mayor impulso entre trabajadores de las cadenas de comida chatarra, en su gran mayoría integrada por gente joven de color e indocumentados.

 

A pesar de ser el primer candidato demócrata en más de una generación que logró la más multitudinaria movilización electoral de jóvenes, trabajadores y personas de bajos ingresos, Sanders no cuenta con el apoyo de la maquinaria partidaria. En una situación semejante a la que enfrenta Jeremy Corbyn en el Reino Unido, Sanders tiene por delante una ardua doble batalla contra la derecha Republicana y contra la jerarquía partidaria que abrumadoramente se ha agrupado detrás de la candidatura de Hillary Clinton. La candidata que no explica porqué recibió un pago de mas de $ 600,000 de Goldman and Sachs por tres charlas mientras niega tener lazos con Wall Street.

 

A pesar de que desde el inicio de la contienda,  tanto la corrupta y poderosa maquinaria del Partido Demócrata como la prensa y medios corporativos la hayan dado por terminada, la campaña de Bernie Sanders sigue siendo viable. Aún si fuera el caso de que no lograra ser elegido candidato a la presidencia, la campaña de Sanders tiene ganado el futuro representado por los miles de simpatizantes, sobre todo entre la juventud que ingresa a la vida política inspirada en un discurso  bastante crítico de los principios e instituciones que dan forma al régimen capitalista de dominación estadounidense.

 

Por Gerardo Rénique

Fotografía de Dinora González

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Sobre el autor

Gerardo Rénique es peruano, neoyorquino y oaxaqueño. Doctor en Historia por Columbia University y profesor en City University of New York. Son muy conocidas sus investigaciones sobre el movimiento antichino en Sonora.

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1 comentario

  1. Muchos nunca antes vistos… lo que todavía tenemos que ver es un movimiento progresista que sobreviva a la derrota en las primarias, quién se acuerda ya de MacGovern, de la Rainbow Coalition del reverendo Jackson o de la campaña de Ted Kennedy?

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