Hermosillo, Sonora.-

En una de sus columnas, la escritora argentina Leila Guerriero plantea que la cuarentena obligatoria ha transformado la delación en orgullo ciudadano. Lo ilustra haciendo referencia a una escena que ya todos conocemos: “Denuncio a mi vecino porque no cumple la cuarentena”. Y luego una foto, o no, varias fotos. Mejor un video. Lo subo. La red social explota.

En las redes sociales las personas claman vigilancia, el control social se ha convertido en un acto heroico. El distanciamiento físico o taparte la boca es ahora señal de amor.

La también periodista agrega que las personas que le temen al contagio sienten vergüenza de tener miedo y los que no tienen miedo no pueden decir que no sienten miedo porque entonces se vuelven peligrosos para los demás.

***

El historiador Hiram Félix investigó la epidemia de la fiebre amarilla que llegó a Hermosillo procedente de Guaymas en 1883, la cual duró un par de años en territorio sonorense. Se trató de imponer un cordón sanitario que los guaymenses rechazaron porque se aglutinarían los contagiados en el puerto. Invariablemente la epidemia caminó por todo el estado.

Se desconocía la enfermedad y se aplicaban medidas un tanto a ciegas y acostumbraron a las personas a vivir en crisis, la muerte se convirtió en parte de la normalidad.

Durante el tiempo que duró la fiebre y otras epidemias se dieron discusiones entre los gobernantes que debatían qué hacer, fue hasta que llegó la vacuna cuando las muertes disminuyeron, esto comentaba Hiram Félix hace algunas semanas en la radio local.

***

En un debate entre regidores de cabildo de aquel tiempo quedó institucionalizada una impactante herramienta de control social para saber cómo actuar ante epidemias futuras. Aparece en el Acta de Cabildo del municipio de Hermosillo, con fecha 22 de diciembre de 1902, publicada en el libro Historia de Hermosillo antiguo, de Flavio Molina Molina.

En el año de 1902 el cabildo estableció una junta de sanidad, presidida por el Presidente Municipal, que propuso medidas higiénicas para el aseo de la ciudad: los habitantes estarían bajo vigilancia y obligados a mantener aseados los patios y el interior de sus casas. El cumplimiento de esta intimidatoria medida la vigilaría un vecino de cada manzana con el nombramiento de inspector de vigilancia, que otorgaría el Secretario del Ayuntamiento.

Podía ser el vecino de al lado quien tendría el derecho de penetrar al interior de tu casa a fin de cerciorarse del aseo y, bajo su criterio, denunciaría los casos donde el infractor no cumpliera con lo establecido para que el Presidente Municipal aplicara una multa.

*** 

Antes no era distinto a hoy.

Hoy, en las redes sociales la delación se expande con orgullo desde que comenzó el contagio. Denunciar lo que a nuestro parecer sea censurable está al alcance de la mano y lo convertimos en un acto colectivo y hasta en un deber. Reprobamos y en algunos casos insultamos públicamente el actuar de “los infractores” o esperamos ver que la autoridad actúe y reprenda a quienes se aglutinan en bares o a quienes salen a la calle, porque simplemente se salen de la norma.

Antes, aunque se tomaron tales medidas, el año de la epidemia (1883) de la fiebre amarilla murió el 8% de la población en Hermosillo y se desconoce la cantidad de personas que enfermaron.

Entonces, ¿de qué sirve el miedo?

***

ACTA DE CABILDO DEL MUNICIPIO DE HERMOSILLO, CON FECHA 22 DE DICIEMBRE DE 1902. FUNGIENDO COMO PRESIDENTE MUNICIPAL EL SEÑOR C. SIMÓN BLEY

El C. Presidente expuso: Que con motivo de la epidemia que había aparecido en el Puerto de Mazatlán y otras poblaciones del vecino Estado de Sinaloa, se hacía indispensable se tomaran algunas medidas higiénicas para el aseo de la ciudad, para que en el remoto y desgraciado caso de ser invadidos por ésta, no hiciera los estragos de que con frecuencia son víctimas las poblaciones que del todo abandonan este tan importante ramo.

El Regidor López del Castillo, propuso se hicieran desinfecciones y que para ello se consultará el Código de Sanidad. El señor Gaxiola propuso usar para ese efecto el cisco de carbón y el sulfato de cobre. El señor Espinoza de los Monteros, expuso que el desinfectante más económico y que podía estar más al alcance del público, era la cal, la cual en sus efectos, si no era el mejor para desinfectar, sí era el más generalmente usado y de muy fácil adquisición. El señor Encinas propuso se nombraran algunos médicos para que dictaminaran sobre las medidas higiénicas que debían de adoptarse. El señor Regidor Gaxiola, volviendo a hacer uso de la palabra propuso se nombrara una junta de sanidad con el fin de que se encargue de dictar las medidas convenientes y adecuadas a las necesidades del caso. Por unanimidad quedó aprobada dicha proposición resultando designados para integrar dicha junta los C.C. Simón Bley, Lic. Taide López del Castillo, Fausto Gaxiola, Dr. Alberto G. Noriega, Dr. A. W. Vauneman y C. Juan D. Castro, mandando se les expendiera su nombramiento respectivo. Acto continuo el C. Presidente propuso que por el momento debieran concretarse algunas prevenciones con el fin de mejorar la higiene y el aseo interior y exterior de las casas y demás habitaciones de la ciudad y pedía se aprobara lo siguiente:

Primero. Dentro del término de cinco días improrrogables a contar desde esta fecha, todos los habitantes de esta capital, tienen la precisa obligación de tener en un aseo y limpieza absoluta el interior de sus habitaciones, patios, traspatios y demás dependencias.

Segundo. Para hacer efectiva y más eficaz esta disposición el Ayuntamiento nombrará en cada manzana, un inspector que vigilará su demarcación, penetrando al interior de las casas a fin de cerciorarse de la limpieza y aseo en que éstas se encuentren, y caso de encontrarlas sucias con basuras que puedan entrar en descomposición y convertirse en focos de infección, lo participará inmediatamente al Presidente Municipal, para que este aplique a los infractores, sin perjuicio de ejecutar la limpieza correspondiente, cinco pesos de multa por primera vez, diez por la segunda y veinticinco pesos o prisión de ocho días por la tercera.

Tercero. Siendo muy numerosos los establos de ordeñas que existen actualmente dentro de la ciudad, los cuales se han establecido sin licencia de la autoridad correspondiente, se previene a sus propietarios, que dentro del plazo de cinco días los trasladen a los cuarteles VII y VIII o a los alrededores de la ciudad, bajo la pena de cinco a veinticinco pesos de multa al que no cumpliere con dicha disposición.

Cuarto. El Presidente del Ayuntamiento, dos Regidores, Jueces de barrio, Inspectores de vigilancia y en general todos los individuos de la policía diurna y nocturna, están obligados a vigilar la estricta observancia de estas prevenciones, las cuales son obligatorias desde el momento en que sean publicadas.

Por unanimidad quedó aprobado, acordándose se mandara imprimir y se hiciera circular con profusión por toda la ciudad. En seguida habiendo observado la secretaría la necesidad que había de nombrar los comisarios de policía a cuyo cargo están los diferentes barrios de la ciudad, por haberse vencido desde último de septiembre el término legal en que han funcionado los nombramientos el año próximo pasado, se procedió al nombramiento de los que deberán fungir hasta el 16 de septiembre de 1903, resultando nombrados por unanimidad los C.C. siguientes: Plaza, C. Ignacio G. Noriega; Cohetera, C. Francisco H. Ortega; Carrera, C. Jesús Félix; Centro, C. Benito Juárez; Hidalgo, C. Sacramento Rivera; Cerro, C. Miguel Loustounau; Carmen, Pedro Munguía; Parián, C. Rosendo L. Galaz; Alameda, Ocampo V. Escalante (U); Frontera, Antonio Egurrola; Sabanillas, Vicenta J. Aja; Laureles, Juan Moreno; Barrio del Depot, Luis F. Castro; a quienes se acordó se les extendieran los nombramientos respectivos. Acto continuo el C. Presidente propuso a la corporación que con el fin de llevar a cabo en el menor tiempo posible la limpieza de la ciudad, encargaba al Secretario del Ayuntamiento para que de acuerdo con los jueces de barrio, se nombraran a los inspectores de vigilancia que correspondan a las manzanas respectivas de cada barrio. Por unanimidad fue aprobada dicha proposición. Ordenándose se conserven listas de los nombres de los C.C. nombrados para ejercer dichas funciones. No habiendo más asuntos que tratar se levantó la sesión a las 5 y 15 minutos de la tarde.

Acta del cabildo de Hermosillo, sesión del 22 de diciembre de 1902. Colección particular de Yesúa Molina.

Sobre el autor

Periodista y editora

También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *