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Un ensayo de Juan Enrique Ramos​ en la era de la desfachatez

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Con tono triste y en lamento, preocupado, casi al despedirnos me confesó: -Ya no quiere tener vida íntima-. Luego, advertido de algo, extra sensible aclaró: -Te lo digo a ti, mi amigo más íntimo-.  

¿Qué será lo íntimo?, me pregunté de inmediato, intrigado por el uso de la misma idea en esas dos distintas situaciones.  Los amigos íntimos comparten secretos, lo cual también es vida íntima, aunque de otro tipo, pensé enseguida.  Por íntimo se entiende no solo lo interior, sino lo más profundo. De ahí las variaciones respecto a tan elusivo asunto, tan escurridiza esencia.  

Para conocer la intimidad de cualquiera es necesario entrar en un ámbito privado. O bien, que sea ese interior expuesto,  de manera libre o a fortiori.  No obstante, hay claves que abren las más intrincadas cajas chinas.  Son como pociones afloja cerrojos.  Me refiero no solo a ciertas drogas modernas sino también a otras sustancias o sucesos laxantes.

Cuando Elon Musk por fin lanzó su cohete al sideral espacio, fue presa de tal emoción que cual Arquímides redivivo, salió corriendo desnudo a celebrar por las calles, siguiendo jubiloso la estela refulgente de su aerodinámico bólido.  No gritaba ¡Eureka!, por cierto, pero fue tal su algarabía y extravío, que pronto otros le imitaron celerípedos por las avenidas.    

Alegría semejante acomete en veces a muchedumbres enteras.

Miles se reunieron desnudos en el zócalo de la CdMX, cuando el fotógrafo Spencer Tunick les invitó a mostrarse bichicoris en público. Me dice uno que ahí anduvo, que todos y todas estaban tan contentos que caminaban dando brinquitos y, lejos de burlarse, reírse o señalarse sus partes pudendas, muy pronto se adaptaron a la liviandad así producida.  ¨Eso duró hasta que a Tunick se le ocurrió separar en un grupo a las mujeres, mientras que a los hombres les mandó vestirse¨, prosiguió quien ahí encuerado estuvo. Entonces ¨las féminas sintieron las miradas zorrunas metidas hasta lo más íntimo.  Y hubo tal desconcierto entre los participantes, que la sesión fotográfica de las pieles suspendiose enseguida y ya luego todos volvimos a mirarnos con disimulo¨.  

Algo parecido quizás pasó en la escena final de la película El Perfume, cuando en la plaza pública el asesino inodoro destapó el frasquito guardián de la fragancia libertaria y todos los presentes comenzaron a despojarse de sus vergüenzas y tapujos, terminando plácidos y sonrientes, tocándose y acariciándose sin restricción ni molestia alguna.  

¿Cómo no le platiqué todo esto en su momento a mi amigo? Quizás lo habría distraído de perdida un rato. Ahí es cuando me pesa no tener más inteligencia.

Pesares y defectos no los muestra uno por donde sea.  Aunque, igual en otras culturas esto sí se procura.  Lo íntimo también cambia, no es estático.  De cualquier forma es tema, pues compete al individuo.  Cada uno de nosotros tiene su propia intimidad, que cubre o descubre y no siempre en libre albedrío.  El borracho de buró es sujeto consuetudinario, reacio a mostrar sus dependencias etílicas, trastabilles y desequilibrios.  El alcohol desinhibe, sí, al principio; luego marea y, después: hiede. Los olores tampoco se expelen indiscriminadamente.  

Los artistas tienden a exhibir más sus dentros y menesteres.  Su inspiración se plasma en obras, sus creaciones vienen de seres internos: son confesionales, para ponerlo en términos de Paula Sibila, autora de La intimidad como espectáculo.   Si uno escribe sus opiniones en un blog o en la página de un grupo al que pertenece, puede afirmarse que muestra su modo de ser y de pensar, su esencia escurridiza. Si lo escrito contiene ideas que otros no publican, puede que le digan, entonces  -no enseñes el cobre-, en parte como advertencia o como sutil freno.  

Nada avergüenza más que la impudicia.  Debe evitarse.  Aunque tal vez la repulsa molestia que hallamos en los detalles de otros sea pura envidia, o cobardía.  No cualquiera se atreve a entrar en un campo nudista.  Tampoco cualquiera se disfraza fácil mente de algo o de lo que sea.  

Un disfraz oculta y refleja al mismo tiempo, materializa a Nelos.  

Te vistes de Supermán para ser atractivo, si eres débil.  Cambias hasta de género para investigar, aprender y aprehender.  Puedes ser ingeniero, empresario o artista, adoptas poses.  Graciosa es la capacidad de liberarse, de soltar amarras, dejar ir prejuicios y enterrar preceptos. En tiempos de carnaval casi todo se vale, la identidad semioculta multiplica posibilidades.  No somos los mismos al desplegar costillas y alas, ingles, sobacos, intersticios y protuberancias.

Intimar es llegar hasta mero adentro.  

Intimar para traspasar barreras, pulsar crisoles y palpar cristales.  

Por eso a mi amigo le hace falta hacerlo.   Y a cualquiera.   

La intimidad es necesidad humana, un derecho.  Y así como cada quien tiene su manera de rascarse las pulgas, sin permiso no se vale meterse con las ajenas. 

Sin intimidad somos minúsculos.  Y muy frágiles.  Ya lo de mostró Paula Sibila: estamos tan vacíos que solo nos reconocemos con la imagen que otros miran en nosotros. O justo como lo afirma Rosa Beltrán, en su El cuerpo expuesto: involucionamos.  Sí.  Y en aumento. 

Hay tantas pantallas en la vida de un humano diora, que ya luego, con solo unos cinco o seis meses de nacidos, los bebés posan.  

Y quienes hoy tienen siete años, llevan ya millares de vistas de su propia imagen reflejada en cuarzo o litio.  

Y la energía acumulada de visajes en los rostros de quienes componen sus círculos más íntimos.

Texto y fotografía por Juan Enrique Ramos Salas

El texto es producto del Taller de Ensayo que dirige Michel Giovanni Parra en la Biblioteca Pública Municipal de Hermosillo, auspiciado por Instituto Sonorense de Cultura en marzo de 2019.

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Sobre el autor

Nómada irredento, originario de Torreón, Coahuila, en Sonora por más de 40 años. Escritor y tallador de madera actualmente. Pasajero de la nave tierra que próximamente acabalará 71 vueltas al sol.

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3 comentarios

  1. Muy delicado tu texto, Juan Enrique. Creo que las nuevas posibilidades tecnológicas nos ofrecen un exceso de ostentación de imágenes, pero cada vez menos la intimidad verdadera de las personas. Creo que la verdadera intimidad es la capacidad recíproca de ver y reconocer el lado luz y el lado sombra que cada uno trae dentro de si. Aceptar esta dualidad y no juzgarla es el significado de la libertad. Un abrazo!

    1. Muchas gracias por tu lectura y respuesta, Carolina. Me parece muy cierto lo que dices, además de interesante. Quizás lo más
      intimo esté más escondido ahora porque es menor

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