Hace unos meses, la revista madre de todas las crónicas, Crónica Sonora, cumplió tres años de existencia, y en este Día de la Libertad de Expresión vale la pena reconocerlo y reflexionarlo.

Tres años se dice fácil, pero es difícil, diría Alex Lora en su conocida canción. Fácil porque ha logrado conjugar el talento de varios articulistas, fotógrafos e ilustradores procedentes de varias generaciones que en este espacio han encontrado un acomodo para su manera de reflexionar, ver, oír y sentir el mundo. Difícil porque la permanencia de una revista con estas características requiere de un esfuerzo, trabajo, recursos económicos y perseverancia que la mayoría de las veces hacen que los esfuerzos editoriales se desinflen a la primera de cambios, o solamente aguanten para unas cuantas apariciones esporádicas de la revista en turno. Salvo algunos ejemplos en revistas no electrónicas.

En el caso de Crónica Sonora no ha sido así. La revista ha llegado a sus tres años de existencia y por lo tanto se vuelve necesario hacer un balance, un análisis de las condiciones que han posibilitado su permanencia y de las que se pueden conjugar para su viabilidad en el mediano y corto plazo. Esto, tomando en cuenta que nuestro estimado editor independiente, merecida o inmerecidamente, un día sí y otro también, ha concitado las más feroces críticas y un vapuleo colectivo que haría trastabillar el ánimo del mas plantado de los editores.

Son muchos los ángulos y los enfoques desde los cuáles podemos analizarla. En una reflexión inicial me atrevería a decir que en el espacio regional es la única revista electrónica que desde la sociedad civil ha podido consolidarse como un espacio plural, crítico e inclusivo en varios ámbitos. La crítica social ejercida como un derecho ciudadano en el que se analizan desde diferentes ámbitos espacios de la vida social, pública, política y cultural.

Para ello la revista ha podido conjuntar a poco más de doscientos colaboradores entre articulistas, fotógrafos e ilustradores que promedian al menos cinco generaciones, desde los años setenta hasta la actual. Al menos la mitad de estos  colaboradores son jóvenes que han egresado o están cursando una carrera en la Universidad de Sonora, en escuelas como psicología, sociología, comunicación, letras, historia, lingüística y artes principalmente. Reúne también a algunos escritores de las épocas sesenta y setenteras, que no sé si serán los mejores, pero sí los que forman parte de esta colectividad viva que no se conforma con las gazmoñerías del poder, las verdades a medias o las mediocridades agazapadas en los convencionalismos sociales.

Una segunda concreción de la revista es que ha producido casi ochocientos artículos en este lapso de tiempo. En los mismos podemos ver todo un conjunto de temas abordados desde enfoques muy diversos: sexualidad, identidades de género, feminismo, cultura, crítica a los gobiernos locales municipales, estatales o nacionales por su quehacer en este ámbito tan sensible, debates, cuestionamientos en las artes visuales, danza, poesía, teatro.

Todo cabe o ha cabido en Crónica Sonora, desde la mirada sensible del debate, la belleza, el posicionamiento o la actitud para cambiar un estado de cosas. Una parte quizá menos comentada pero espléndida en cuanto a sus temáticas son los sendos reportajes fotográficos  sobre diversos tópicos: las fiestas de Semana Santa en el Coloso Alto, las marchas lésbico-gay, las fiestas de la cultura vaquera, las intimidades en los espacios lúdicos-domésticos, las historias del centro, del Hermosillo viejo, los festivales Alfonso Ortiz Tirado, la danza contemporánea…

(Por cierto, aprovecho para hacerle un reclamo a Benjamín Alonso por aquel magnífico trabajo de poesía y fotografía sobre un colectivo de mujeres poetas, donde él oficia como como capo central, al más puro estilo de la mafia siciliana, en una magnífica fotografía. El reclamo, y para no denunciarlo en la barra brava, va en el sentido de saber cuáles fueron los criterios inclusivos para ser el único varón en medio de esas bellezas; si fue por su melena afro no le discutimos nada, pero si fue por edades, inteligencia, madurez o cualquier otro criterio inclusivo, se lo encargamos mucho para los próximos reportajes. Hay mucha tela de donde cortar mi estimado Benjamín.)

En todas estas temáticas, el vaso comunicante que define lo central de las publicaciones es sin duda el cuestionamiento a un estado de cosas, la crítica constructiva y deconstructiva también, a varios niveles por supuesto, críticas a un nivel del desarrollo social, a los movimientos sociales, a un nivel de la política, de la cultura, de quienes la hacen posible o la dirigen; el cuestionamiento a las prácticas sociales en término de identidades de genero,  minorías, personajes marginales, identidades, desde luego los grandes cuestionamientos a las problemáticas ambientales y a quienes las generan: empresas, empresarios, instituciones de gobierno, funcionarios, sociedad civil.

Creo que ningún ámbito de vida en nuestro espacio regional se ha quedado sin cruzar por el intersticio de la mirada colectiva, ciudadana, lúdica, individual, municipal o regional. Creo que ese es el mayor acierto de la revista. Poner el dedo en la llaga en un aspecto que contribuye a generar ciudadanía crítica, ciudadanía más sensible desde el oficio de la palabra. Acierto que no se ve en ningún periódico, revista local o medio de comunicación, con sus pocas excepciones.

Otro logro más, el haber desarrollado una barra brava de críticos más fieros que la sociedad misma, que los propios articulistas que definen a la revista.  Creo que desde aquel reportaje fotográfico sobre la la manifestación de la Expo-Gan, hace dos años, empezaron a desatarse los desacuerdos, debates y críticas virulentas con la línea editorial de la revista. Un colectivo de feministas reclamaba el que se hubiera publicado el reportaje mencionado y no el de una exposición pictórica sobre la violencia masculina ejercida contra las mujeres, montada en Plaza Bicentenario, también aquí en Hermosillo.

Beldades Vaqueras

De lo que yo recuerdo, a partir de ahí se han empezado a generalizar una serie de críticas encendidas entre quienes poseen una verdad y tratan de montarla sobre el colectivo priorizando la importancia de su temática y su enfoque sobre las de los otros, y desde luego reclamando el espacio editorial para tal fin. Las cuestiones de género, la inseguridad, la violencia, las preferencias sexuales, los partidos políticos, los candidatos presidenciables, en fin nada ha escapado a un malestar que por lo demás creo que es el más puro reflejo del estado de cosas que tenemos.

Benjamín Alonso, creador y editor de Crónica Sonora, ha recibido por ello las diatribas más encendidas hacia su línea editorial, adjetivos brillantes hacia la suya personalidad, cuestionamientos hacia los candidatos políticos de su elección, que no sé si los tenga pero se los han endilgado. La disputa más fiera ha traspasado los límites municipales y regionales para irse  a los espacios cibernéticos de periodistas e intelectuales nacionales; recuérdese la nota «Simpatizante de AMLO propone quemar libros de Vargas Llosa» ,una ocurrencia -como la llamó su autora- que se convirtió en un tema viral que desató pasiones, acusaciones, señalamientos y posicionamientos que reflejan al ánimo conductual de la complejidad social, económica y política por la que atravesamos como país.

En medio de todo esto, o junto a todo esto, otro logro que la revista ha generado es el un vínculo informal con la Universidad de Sonora para fortalecer un espacio dialógico de amplia difusión de las ideas y posturas humanistas que la institución genera a través de los cuadros que se forman en sus aulas. También ha servido como un espacio de ensayo para que muchos de estos jóvenes afiancen sus capacidades profesionales antes o ya insertados en el mercado laboral. La conformación de una cultura humanista solamente es posible en la universidad pública para que de ahí permee a todos los ámbitos de la sociedad, y Crónica Sonora ha tendido un puente muy importante en el gran esfuerzo colectivo de los que desde la palabra y la acción creemos y propiciamos los cambios de mirada y enfoque en el desarrollo del espacio que habitamos.

Por último quiero decir que Crónica Sonora lo ha hecho sin apoyo logístico o económico de institución alguna o de la iniciativa privada. Es aquí entonces donde entran los cuestionamientos al futuro de la revista: ¿Qué podemos hacer con esos cientos de artículos? ¿Cómo hacer que ese gran acervo de conocimientos siga circulando? ¿Cuál es el presente y el futuro más viable de esta revista? Que se inicie el debate y que fluyan las ideas para que la fiera y bizarra banda de Crónica Sonora no se diluya en el olvido de una revista más que existió por estas feraces regiones.

Por Héctor Rodríguez Méndez

Fotografía de Benjamín Alonso

Sobre el autor

Héctor Rodríguez Méndez es sociólogo y consultor especializado en el desarrollo proyectos comunitarios sustentables. Ha trabajado en centros de investigación y programas para la conservación y uso sustentable de los recursos naturales en Areas Naturales Protegidas.

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6 comentarios

  1. Qué atinada descripción, resumen de estos 3 años de CS. El espacio es digno, el espacio es abierto y con mucho potencial. Me siento afortunada de pertenecer a él. Felicidades por este bonito recuento de la libre expresión, el debate y la complicidad de escritores, editor y lectores. Bravo! Y Felicidades a mi Benji muchos años más de CS por el bien de la desnaranjada ciudad.

    1. Muchas gracias Magaly. Efectivamente, formamos parte de estas feraces bandas que en asolando aquestas regiones luchan con una bravura y denodeo como mis ojos no tenían noticia en andando por otros territorios y tampoco habían visto tanta bravura en personaje como el tal Benjamín Alonso que armado con la cabellera de las diez mil hidras acomete con tanta bravura su oficio que el solo es capaz de diezmar los ánimos más porfiados de las mas feraces bandas enemigas como yo no recuerdo haber visto en hecho o sucedidos. (Cónica de los días Sonoros, del lejano año 2018).

  2. Muchas gracias Magaly. Efectivamente, formamos parte de estas feraces bandas que en asolando aquestas regiones luchan con una bravura y denodeo como mis ojos no tenían noticia en andando por otros territorios y tampoco habían visto tanta bravura en personaje como el tal Benjamín Alonso que armado con la cabellera de las diez mil hidras acomete con tanta bravura su oficio que el solo es capaz de diezmar los ánimos más porfiados de las mas feraces bandas enemigas como yo no recuerdo haber visto en hecho ni en sucedidos. (Cónica de los días Sonoros, del lejano año 2018).

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