Con esta frase cierra Cuatro X Cuatro el texto que encontramos en el programa de mano de El cuerpo vacío, coreografía presentada en la segunda jornada de Un desierto para la danza 26.

Lo primero que pensé cuando inició la obra:

Un triciclo, infancia, ellos son hermanos, ¿será la bicicleta que usaban de niños? Pintura verde muy clara, casi blanca, parece cal, la ropa que traen me remite a dos trabajadores en un laboratorio, o constructores haciendo mezcla, están vestidos igual ¿son dos personajes  uniformados? ¿Son dos versiones de un mismo cuerpo?

Durante los siguientes diez minutos aproximadamente, pensé:

Interesante estudio del movimiento,  acciones cortas, realizadas con premura, no hay pausas,  precipitación sin sentido diría yo, por el momento en función de nada… búsqueda… sí, buscan algo, es como si quisieran entender la lógica que los lleva a moverse así, hay una relación muy sutil entre sus cuerpos, no es a través del contacto, la clave parece estar en hacer coincidir los espacios vacíos que un cuerpo le propone al otro. Sucede el contacto, es un juego de contrapesos,  apoyos y palancas.

El pensamiento ahora aparece en forma de frase: Un sistema conformado por piezas que buscan ensamblarse… un sistema de piezas que buscan el lugar que les corresponde, el sistema lo conforman los dos cuerpos por ahora fragmentados, separados.  Conecté con la Gestalt, con la terapia de constelaciones familiares… son temas que me convocan, que me fascinan, creí que había encontrado la ruta para explorar lo que la obra me sugería.

A partir de esa lectura me dispuse a recibir la información haciendo un registro de todos los elementos que conformaban la escena, como si fueran pistas para resolver un acertijo: El escenario desaforado, sin piernas, sin telón, los cuerpos o personajes cruzando constantemente la frontera entre el espacio escénico y el espacio del público bajando al espacio de las butacas, apoyándose en las paredes laterales del foro, encendiendo el letrero que dice salida de emergencia en sala… en ese momento pensé que las personas del público también éramos parte del sistema.

Seguí pensando… como elementos escenográficos había dos rectángulos colgantes, uno de ellos del mismo color verde pálido de la pintura en las manos de los personajes y la pintura contenida en el recipiente, un ciclorama blanco, cierta propuesta de espacialidad, que por momentos sugerían posibilidades de visibilizacón y ocultamiento de los cuerpos o de sus fragmentos, a manera de repetición parcial de la totalidad corporal que no quedaba oculta.

Que lectura forzada,  pensé…relájate, deja que llegue lo que tenga que llegar…es la música lo que te tiene incómoda, son sonidos muy molestos, no aportan, son un pleonasmo de lo que se está haciendo en movimiento.

Poco después aparece un nuevo sonido desde el cuerpo de  Sendic Vázquez que genera sonidos guturales para ser , de nuevo, duplicados en movimiento por Shantí Vera, se percibía cierto tinte de clown que consiguió risas de la audiencia, a mí a esas alturas de la obra ya la búsqueda de pistas y toda la teoría del sistema se me estaba diluyendo de la conciencia…mi cuerpo empezaba a alejarse y mi mente lejos de seguir dispuesta a “decodificar” algo, empezó a divagar acerca de la técnica del clown, recordé a Daniele Finzi diciendo en un taller que un efecto se puede repetir máximo 3 veces antes de que pierda impacto y me doy cuenta que en escena se está repitiendo por tercera vez el efecto de un sonido que determina el movimiento pero ahora el sonido viene de  una guitarra, una guitarra presente físicamente en escena, y una guitarra grabada. Ya está, pensé, esta fue la última, vamos a otra cosa…y de pronto irrumpe desde la audiencia una mujer en escena con un micrófono y una hoja de papel en las manos, parece que va a leer, pero lo que hace es un efecto de play back a partir de una voz de mujer, una voz en off, que enlista una serie de casos de injusticias y crímenes políticos sin resolver, acaecidos durante los últimos años en México. Lo que se nombra es muy fuerte, lo que sucede escénicamente con eso (por cuarta vez un cuerpo moviéndose literalmente a partir del sonido) no es proporcional a las emociones que se detonan al escuchar esas palabras.

Después ya no recuerdo nada en escena, pero pensaba en qué podría escribir, desde dónde, pensaba en el arduo y exitoso  trabajo que ha realizado Cuatro X Cuatro en los últimos años, la gran capacidad de organización, compromiso, solidaridad y pasión por parte de sus integrantes e infinidad de colaboradores contagiados por su entusiasmo y talento.

Me regresó la mirada a la escena la imagen final de los dos cuerpos a contraluz, encontrándose frente a frente.

El principio artístico planteado en el programa de mano que afirma que el propósito no es entretener, sino desarrollar espacios y proyectos  para pensar, aconteció claramente en mí, porque pensé mucho durante la función, todo el tiempo, aunque a mí en lo personal como espectadora me gusta más sentir y resonar.

La noche cerró con un caluroso aplauso y con gritos entusiastas, prueba del cariño que generaron los Cuatro X Cuatro, también, en estas tierras norteñas.

Por Claudia Landavazo

Fotografía de Juan Casanova

Sobre el autor

Claudia Landavazo vive en la Ciudad de México y es egresada de la carrera de Letras de la UNISON. Bailarina y coreógrafa de danza contemporánea, actriz de vez en cuando y se dedica desde hace algunos años a dar clases y al trabajo en comunidades y grupos vulnerables a través de la danza. Forma parte de CARPA Colectivo, donde desarrolla la metodología en Artes de Participación.

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