El tiempo tiene alas y hace 26 años México vibró la noche del 17 de marzo de 1990 con un terremoto que inició en Las Vegas, Nevada.

 

La pelea entre Julio César Chávez y Meldrick Taylor está grabada en la memoria popular como una de las mejores de la historia, pero además como una de las que mejor ejemplifica cómo un boxeador es destruido luego de una cruenta batalla en la cual lo dio todo, tuvo la mejor actuación de su vida y perdió al quedarse a dos segundos de acabar con una leyenda.

 

Cinco semanas después de que James “Buster” Douglas protagonizó la sorpresa más grande en la historia del boxeo al noquear a Mike Tyson para arrebatarle el título mundial de peso completo en Tokyo, Japón, el enfrentamiento entre el campeón mexicano y el astro en ascenso estadounidense rescató al boxeo de una caída libre en términos de popularidad, relevancia económica e impacto cultural.

 

El promotor Don King realizó una extensa campaña publicitaria en México y Estados Unidos impregnando al combate de un sentido nacionalista; presentaba a dos campeones de peso superligero jóvenes, invictos, con fuerte personalidad, estilos opuestos y en plenitud de facultades.

 

King la tituló ‘El trueno se encuentra con el Rayo’, y vaya que cumplió con las expectativas, considerando que se trataba de la primera pelea de alto perfil que se realizaba después de la sorpresiva caída de Tyson.

 

La influencia de este encuentro  se extiende a un cuarto de siglo después, ya que provocó que el aficionado ocasional al boxeo en Estados Unidos y el resto del mundo volteara a ver a campeones de otras divisiones de peso y no sólo a las peleas de peso completo que generaban millones de dólares en pago por evento.

 

Chávez, entonces de 27 años de edad, llegó al pleito con marca de 68-0-0 y 55 nocauts, con el título del Consejo Mundial de Boxeo y reconocido por Ring Magazine como “El Mejor Peleador del Mundo Libra por Libra”.

 

Taylor, de 23 años, ostentaba un extenso récord con más de 100 peleas como amateur, ganó la medalla de oro en la división de peso pluma en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 a los 17 años de edad, tenía en sus manos el título de la Federación Internacional de Boxeo, y con apenas marca de 24- 0-1 y 15 nocauts, era el boxeador más rápido del mundo, además era considerado por parte de la prensa y la cadena HBO como el nuevo “Sugar” Ray Leonard.

 

Round por round

Desde el principio la pelea estuvo cargada de una tensa atmósfera; lo mejor fue que el drama creció y el final fue climático, excitante, provocador, polémico, inmejorable, pero no necesariamente justo. Chávez trató desde el principio imponer su legendario estilo de presión implacable sobre el cuerpo del rival, con el cual demolía a sus contrincantes poco a poco hasta doblegarlos física y mentalmente, pero no fue eficiente. Taylor brilló con un boxeo hermoso, en lapsos, durante los primeros nueve rounds superando a Chávez en actividad, movimiento, volumen de golpes y conectando deslumbrantes combinaciones en un ataque balanceado a la cabeza y al cuerpo. Desde el primer asalto Chávez fue abrumado con rachas de hasta 5 o 6 golpes que le conectó su antagonista, mientras que él a duras penas lograba asestar uno.

 

Para apenas al final del segundo round,  Taylor ya sangraba de la boca pero dominaba al campeón mexicano, a quien rodeaba en círculos usando su juego de pies mientras lanzaba su jab y golpes cruzados, haciendo fallar a Chávez en repetidas ocasiones.

 

En el sexto asalto, ya muy golpeado, ambos ojos de Taylor comenzaron a cerrarse y sangraba profusamente por la nariz; para entonces ya tenía al menos cuatro rounds tragándose su propia sangre. Si bien el estadounidense dominaba porque iba claramente adelante en las tarjetas de los jueces, el mexicano lo demolió lentamente debido a su menor actividad, pero mayor violencia en golpeo debido a la mayor presión en libras por pulgada que Chávez provocaba en cada golpe acertado. Para el noveno round el rostro de Taylor ya estaba desfigurado, aquí Chávez empezó a marcar ventaja y Taylor a dar muestras claras de desgaste físico, pero aun así seguía lanzando golpes deslumbrantes que sacudían al mexicano.

 

El décimo round fue de transición;  en el último, la velocidad de Taylor le alcanzó para cerrar fuerte y golpear con combinaciones en la quijada y cabeza a Chávez con mucha furia, pero sin lastimarlo seriamente en un cierre brutal donde ambos se golpearon a placer. Chávez de alguna manera se convirtió en un felino que acechó a su presa durante la noche y dio el zarpazo letal justo a tiempo. Durante el onceavo round Taylor lució extenuado, su short y cinta de los guantes estaban impregnados de sangre, misma que corría también por el pecho, hombros y espalda de Chávez, quien continuó con su castigo implacable y cada vez colocaba mejor sus golpes de poder en la quijada y costillas del rival, sin embargo ya estaba muy agotado también.

 

Error monumental

El doceavo round es quizá el mejor en la historia de peleas de título mundial de peso superligero. Chávez no parecía tener la energía suficiente para conseguir el nocaut y preservar su legado; en contraparte, Taylor salió más agresivo debido a que su entrenador, Lou Duva,  le indicó que debía ganar ese round intercambiando golpes con Chávez si quería quitarle el título para hacer historia.

 

Ese fue un error monumental: Chávez tardó 2 minutos y 35 segundos en entrar a su zona de la destrucción, quizá el ensordecedor ruido que provocaron miles de aficionados mexicanos y mexicoamericanos vitoreando su apellido le dieron un segundo aire. Un jab de izquierda sacudió la cabeza de su víctima; enseguida lo conectó con un durísimo recto de derecha que hubiese derribado a cualquiera y con maestría asestó un magnífico gancho de izquierda al hígado de Taylor, quien fue sacudido y tambaleó por el ring siguiendo a Chávez, quien hábilmente lo arrastró hasta la esquina.

 

Taylor quedó atrapado y de espaldas a las cuerdas, con su velocidad aminorada, mal balance y deteriorados reflejos, Chávez logró hacer que se fajara con él a 16 segundos del final. Un uppercut de derecha y un gancho de izquierda pasaron rozando por la cabeza de Taylor, quien apenas logró soltar un par de débiles jabs y dejó ambos puños abajo. De repente, un cruzado de derecha estalló en su pómulo izquierdo y cayó al suelo como si alguien lo hubiese herido con un balazo en la cabeza. Taylor se apoyó en las cuerdas para ponerse de pie a la cuenta de 6 que le aplicó el tercer protagonista del combate, el réferi Richard Steele.

 

El estadounidense no se enteró en ese momento de lo que Steele le preguntó en dos ocasiones a menos de 10 segundos de la conclusión: “¿Estás bien, estás bien?”. El réferi, en una de las decisiones más cuestionadas en la historia del deporte, decidió poner a salvo a Taylor y detener el combate a 2 segundos de que sonara la campana del round 12. “Ganaba la pelea como amateur y la perdía como profesional”.

 

“En el boxeo amateur se trata de anotar puntos. En el boxeo profesional se trata de provocar daño. El tiempo no hace la diferencia. Si un peleador pone al otro en la condición que Taylor estaba –incapaz de pensar, incapaz de hablar– el réferi tiene que intervenir”, comentó Steele.

 

A dos segundos de la gloria

Steele añadió la carga de drama final a una escena que resulta difícil de olvidar por lo cruento que fue, lo salvaje, quizá por lo injusto y porque el ring se convirtió en un pandemonio con el contraste de una derrota desmoralizante que hundió para siempre a Taylor,  y una victoria sensacional que catapultó a Chávez hacia su más grande triunfo en ese momento.

 

Taylor hubiese ganado la pelea por decisión, habría acabado con la racha de 68 peleas invicto de Chávez, la más larga del siglo 20, y le habría impedido al sonorense alcanzar el nivel de héroe nacional en México e ícono mundial del boxeo en la era post-Tyson.

 

No fue así. Taylor fue tan castigado que perdió aproximadamente un litro de sangre, pasó cuatro días en un hospital y hasta la fecha, algunos especialistas médicos de Las Vegas consideran que esa pelea tuvo secuelas que se manifestaron años después en daño cerebral irreversible que a la postre le provocaron demencia pugilística.

 

La suerte de ambos

Veintiséis años más tarde, Taylor apenas susurra palabras cortadas e ideas no bien conectadas, batalla con sus capacidades motrices, ha subido unos 50 kilos y trata de ganarse la vida como entrenador en Filadelfia. Su más reciente distinción la logró en diciembre del 2014 cuando ingresó al Salón de la Fama del Boxeo en Filadelfia, pero cuando pronunció su discurso nadie le entendió.

 

La suerte ha sido distinta para Chávez, un ex adicto a las drogas y al alcohol, que reconoció recientemente haber cometido un intento de suicidio a finales de la década los noventa.

 

A la fecha su enorme carisma le ha valido convertirse en el astro de las transmisiones de Box Azteca, donde abruma con su personalidad al resto.

 

HECHOS DE LA PELEA

Chávez-Taylor I fue nombrada pelea de la década de los 90 por Ring Magazine

Percepción económica de cada peleador: 1.2 millones de dólares

Asistencia al Hotel y Casino Hilton, en Las Vegas: 9,200

Programada a 12 rounds

Títulos en disputa: CMB/FIB de peso super ligero

Réferi: Richard Steele

Sueldo del réferi: 2,500 dólares

Tarjetas hasta el 11vo. round

Juez Dave Moretti 102-107 (Taylor)

Juez Chuck Giampa 105-104 (Chávez) Juez Jerry Roth 101-108 (Taylor) Resultado: KO técnico, 12vo. Round, 2:58 minutos

Promotor: Don King

 

FRASE:

“Le pregunté dos veces si estaba bien. No respondió. Los doctores me dijeron más tarde que la razón por la cual no pudo hablar fue debido a que el líquido alrededor de su cerebro se había deshidratado. Estuvo en el hospital durante cuatro días. Nunca dudé por un minuto la decisión que tomé”.

Richard Steele, Réferi de la pelea

 

“Meldrick sufrió una fractura facial, estaba orinando pura sangre, su cara estaba grotescamente hinchada…este fue un muchacho que realmente fue apaleado hasta la cabeza, el cuerpo y el cerebro”.

Flip Homansky, Médico de la Comisión Atlética de Nevada

 

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Por Jesús A. Ibarra

https://youtu.be/mKCusf9SUoE

Sobre el autor

Hermosillo, 1977. Periodista y docente universitario. Investigador del Border Hub y becario del International Center for Journalists.

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