Roxana Fragoso pone su creatividad al servicio de una terrible realidad y nos ofrece un cuento que es y no.

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«Lee Ok- Seon, una de las llamadas ‘mujeres de consuelo’ (comfort women), demanda a Japón por más de £16 Millones»

Daily Mail, 30 de junio de 2015.

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‘Tranquila, prefiero darte la libertad eterna antes que verte una vez más como esclava’, me repetía entre sueños, esperando que alguien llegara y con un soplo me hiciera desvanecer como a mis otras compañeras que tuvieron la valentía de saltar, de tomar una soga y respirar por última vez, o dejar que sus pestañas parpadearan entre un lavamanos mientras soplaban las últimas burbujas.

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Año 1942. Pasos rápidos, inseguros, nerviosismo. Alguien te sigue. Una alerta en tu cabeza. Apresura sus pasos. Esos diminutos zapatos negros cada vez se despegaban más del cemento, como si quisieran desprenderse del suelo. En su caminar cada vez se pronunciaba un sonido más fuerte y acelerado: clack clack clack. En la mente de Lee Ok-Seon pasó como un rayo la imagen de cuando abrió la caja de regalos por su cumpleaños número quince.

 

Se tocaba las manos, tenía miedo y tenía razón de tener miedo.

Dos extraños la agarraron por la cintura y como una niña ella empezó a patalear, quería enterrar los zapatos en las espinillas de aquellos hombres, pero era tan pequeña que el brazo del soldado la rodeaba la cintura sin dificultad alguna.

No sabía a dónde iba. De pronto, varias estaciones, distintos destinos: China, Hong Kong, Sumatra, Java, Malasia y Singapur.

***

 

lee-okRespiro, veo el techo, siento una mano que recorre cada parte de mis piernas, pasa por mis pantorrillas y llega hasta mi entrepierna, tenía miedo. Mi cabeza ya no pensaba, clack clack clack, hubiera corrido más fuerte. Su mano sudaba mientras me penetraba, puse un grito, pero eso solo fue la primera vez, estaba desgastada.

 

¿Por qué nos llamaban «mujeres de consuelo»?

 

A sus 87 años, Lee Ok-Seon emprendía esta pregunta durante su testimonio en el juicio contra el gobierno japonés. Lo hacía con una mirada perdida y una voz ronca y cansada.

 

Si no fuimos a esas estaciones por nuestra propia voluntad. Las condiciones de vida eran terribles, nos alimentaban poco y mal.

 

Estoy seca, mi estómago destrozado, 50 extraños entran cada día, me gusta distraerme con un lugar lejano, cierro los ojos y ya no los siento, si tan solo pudiera cortarme los oídos y abandonar esos jadeos, sus risas, sus carcajadas de placer me queman la piel.

 

Escapo, corro y me sorprenden. Mi cuerpo no aguanta cada golpe, mis sentidos se desvanecen. Decido sobrevivir, por ese instinto que marca los días.

 

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Los titulares que hablaban  sobre su caso, van recorriendo poco a poco algunas redes:

«Lee Ok-Seon, 87. Fue raptada a la edad de quince años en la «estación de consuelo», era forzada a tener sexo hasta con 50 militares japoneses por día».

«Una más de las 200 mil ‘mujeres de consuelo’ raptada y sexualmente abusada durante la Segunda Guerra Mundial».

«Lee demanda a Japón por más de £16 millones como compensación junto otras 11 sobrevivientes de la esclavitud sexual; Gobierno japonés afirma que las mujeres eran prostitutas que recibían dinero a cambio de sexo».

***

Lee Ok-Seon siempre caminaba con esa mirada perdida, se tropezaba con cualquier objeto, nunca pudo tener hijos pero con su dentadura desquebrajada  pronuncia:

 

¿De qué sirve intentar escapar cuando el infierno está en tu memoria?

 

Por Roxana Fragoso Carrillo

 

comfort-women
«How our Japanese friends treated our Korean and Chinese friends», pie para esta foto en Veterans Today. Journal for the Clandestine Community.

 

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hidrosisa

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Sobre el autor

Maestra en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Sonora y maestra de yoga también.

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2 comentarios

  1. Cuándo el ser humano, comprenderá que el ser más sagrado, grandioso y maravilloso en la tierra es la mujer. Lo aseguro porque vengo de una; otra es mi pareja y tengo por hijas a dos mas.
    Hacia dónde voy? no lo sé; pero mientras viva, será para agradecerles su existencia por toda una eternidad. «Mi corazón y mi vida les pertenece». Hasta siempre.

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