He aquí un coctel que goza de gran aceptación y popularidad: mezcle ciencia ficción, fantasía y un futuro distópico. Por tanto, es indispensable subrayar la coexistencia – pacífica o violenta – entre la tecnología y un precario nivel de vida. De eso va el cyberpunk, subgénero sobre el eterno conflicto poder contra rebeldía. Y que anuncia, en sus representaciones cinematográficas, cambio y revolución.

Battle Angel: La última guerrera (Robert Rodríguez, 2019) es una cinta con pretensiones épicas. Busca marcar un hito en el cyberpunk. No lo logra. Sin embargo, se mueve. A su favor se apunta un trabajo digital sorprendente; en contra, un guión irregular y, sobre todo, una partitura musical melodramática y harto convencional. 

Estamos en el año 2563. En nuestro planeta ha ocurrido un apocalíptico episodio, “La caída”. Los seres humanos sobreviven como los de arriba, en Zalem y los de abajo, en Ciudad de Hierro, un mundo chatarra.

Entre esa basura el Dr. Dyson Ido (Christopher Waltz) descubre restos vivos de un cyborg singular. Ido posee conocimiento y habilidad capaces de reconstruir al organismo. Al activarse, Alita (Rosa Salazar) no recuerda su pasado. Será a partir de extraños flashbacks que la poderosa androide comprenderá. Ella tiene mucho que ver con esa catástrofe en la Tierra padecida 300 años atrás. 

El diseño de Alita, como protagonista de Battle Angel: La última guerrera es hipnotizante. La exageración de sus ojos establece una hermandad con el manga y el anime; al mismo tiempo, permite mayor lucimiento de Rosa Salazar, gran actriz del CGI. 

En el motion capture, Gollum (Andy Serkins) ya no está solo. 

La relación paterna entre el Dr. Dyson Ido y Alita no le impide a la niña prodigio – letal marioneta sin cuerdas – salir en busca de aventuras. Así conoce a Hugo (Keeam Johnson), jóven rapaz que muestra a la cyborg un camino hacia Zalem: el “Motorball”, deporte extremo donde participantes dejan la vida a cambio de subir al paraíso flotante. 

Son las secuencias del “Motorball” lo mejor de la película. Vertiginosas, hiperviolentas y alucinantes. Carreras mortales que superan a Rollerball (Norman Jewison, 1975) y que le plantan cara a la legendaria Ben Hur (William Wyler, 1959).

El romance entre Alita y Hugo es el mecanismo que amenaza con arruinar toda la propuesta. Más emparentada con la saga Crepúsculo (Catharine Hardwick, 2008) veremos una historia de amor que reniega del estilo filme noir para regodearse del melodrama. 

Mentes maestras detrás del “Motorball” son Vector (Masherhala Alí) y Chiren (Jennifer Connelly). Al ser obsesivas en performance y público fanático, las batallas sobre la pista decisiva detonarán tramas secundarias que mantendrán el interés sobre Battle Angel: La última guerrera. 

Una producción que James Cameron mantuvo por más de una década en el taller. Al final cede batuta a Robert Rodríguez. Y el director chicano ejecuta un giro conocido. Su estilo austero, indie y humorístico – El Mariachi (Robert Rodríguez, 1993) o bien, Del crepúsculo al amanecer (Robert Rodríguez, 1996) – es abandonado de nuevo para cumplir, a cabalidad, con una película “de encargo”.

Porque no se olvidan las cintas Spy Kids (Robert Rodríguez, 2001).

La galería de seres humanos con partes artificiales, que en este universo son cosa de todos los días, es significativa. Zapan (Ed Skrein), el temible Grewishka (Jackie Earle Haley) y el caza recompensas Clive Lee (Rick Yune) son varones con más defectos que superpoderes. 

Incluso la bondad del Dr. Dyson Ido – el maese Geppeto – exhibe claroscuros que apuntan a la cobardía y la sumisión. 

Son las hembras, Alita, Chiren y la cyborg asesina Nyssiana (Eiza González, del meritito Caborca), quienes demuestran, cada una en su posición, la máxima entereza en la cinta. 

Un final abierto, heraldo de próximas entregas, copia el truco ya visto en Animales fantásticos y dónde encontrarlos (David Yates, 2016). ¿Se acuerdan? En el último momento de ese filme nos es revelada la identidad de Grindenwald, el verdadero villano: Johnny Depp. 

Menos amor adolescente y más acción sería alternativa para dar a Battle Angel: La última guerrera el lugar que despreció. De cualquier manera, sus aportaciones a la tecnología motion capture son un paso adelante en el futuro de los efectos especiales. 

Pero “el hubiera” no existe. Mucho menos en el siglo XXVI. 

Que leer antes o después de la función

Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi. Escrita en 1882 es la historia fabulosa de una marioneta mentirosa, desobediente y estúpida que aprenderá a fuerza de brutalidad, violencia y amenazas de muerte, que el camino hacia su redención está en la virtud y la honestidad. 

Un trozo de mágica madera, alegoría de la vitalidad y la ingenuidad propia de la juventud, que tiene la energía necesaria para convertirse en “un niño de verdad”.

Su lectura es recomendada para eliminar las capas de barniz que ha sufrido el texto original. No apta para actuales “buenas conciencias” que encontrarán crueles capítulos muy alejados del imaginario presente del popular muñeco.

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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