El atentado terrorista en París del 13 de noviembre de 2015, reivindicado por el Estado Islámico (ISIS), resultó en sí mismo un gigantesco y terrible acontecimiento mediático. Apenas ciudadanos y cibernautas del planeta asimilaban el crimen – que costó la vida a 137 personas y dejó heridas a más de 400  – cuando otro ataque sobreviene, ahora en Niza.

 

Esta nueva agresión ocurre, precisamente, el 14 de julio de 2016, fecha que en Francia se celebra “la toma de La Bastilla”. París era una fiesta, hasta recibir entonces las imágenes de Niza que aún están frescas en la memoria colectiva de nuestros dispositivos electrónicos: #prayfornice.

 

Este campo minado fue apenas librado por Atentado en París (James Watkins, 2016), coproducción británica, francesa y norteamericana. A pesar de que su origen es anterior a ambas tragedias, tuvo que retrasar su estreno ya que éste coincidía con la matanza en Niza. Aplazar la premiere de Atentado en París significó un acto de prudente solidaridad. Al mismo tiempo logró elevar las expectativas acerca de esta película, aunque en verdad no había motivo para ello.

 

 

Atentado en París es una mediana cinta de acción que presenta a la pareja dispareja en acción por la ley y la justicia; a la activista de izquierdas (inocente pobre amiga) engañada por un complot que supera sus fuerzas; a los corruptos y malévolos infiltrados y, por último, a la masa que lejos de pensar sólo reacciona y estalla.

 

El comandante de la CIA, Sean Briar (Idris Elba), en una misión encubierta, deberá unirse al talentoso y aspiracional carterista Michael Mason (Richard Madden) para descubrir la amenaza que se cierne sobre París. En la película ambos personajes son tan norteamericanos como los diálogos que intercambian, muy al estilo de la franquicia Arma Mortal.

 

You run. Innocent people don’t run – reclama Briar a un nervioso Mason.

 

Have you seen yourself? You’d run too! – responde Mason, con justa razón. Después de todo, Idris Elba tiene un aspecto intimidante.

 

La aventura incluirá a Zoe (Charlotte Le Bon), atrapada entre su ideología y la justicia. Lánguida y romántica como una novela francesa decimonónica, o como la Ingrid Betancourt con todo y su “síndrome de Estocolmo”, ella aparecerá y desaparecerá del filme a conveniencia.

 

Atentado en París avanza por una calle de doble sentido. Por una parte, establece un argumento sin riesgos que evita, a toda costa, ofender a los musulmanes. Por eso, casi sin pretenderlo, se muestra empática con la comunidad de inmigrantes: los muestra en trabajos humildes, asustados y marginados, en uniformes de mozos o con camisas pasadas de moda.

 

Hay secuencias que sorprenden por la similitud entre la ficción y la realidad. El estallido de una bomba en plena calle, muy cerca de un bistro, es y seguirá siendo un macabro recordatorio de aquella noche de noviembre.

 

Por eso, cuando la trama da un giro de tuerca y la atención recae en una célula policíaca con intenciones mucho más prosaicas que dar la vida por Alá, Atentado en París obtiene permiso de exhibición. Siempre será preferible capitalizar la corrupción de las autoridades que meterse con el choque de las civilizaciones, aunque por el camino del soborno y el delito el guión pierde credibilidad e interés.

 

Sin duda, son las secuencias de acción las que logran salvar la película. Hay una persecución sobre los tejados de París y una pelea en la parte de atrás de una patrulla que resultan muy bien logradas. Atentado en París muestra músculo e instinto para este tipo de escenas.

 

Pero también aparece un “helicóptero” a escala al que se pretende hacer pasar como uno de verdad. Ternuritas.

 

Ver a Idris Elba como una especie de James Bond, Ethan Hawke o Jason Bourne, tiene su mérito. Soportar a Richard Madden y a Charlotte Le Bon, también cuenta.

 

Colocar Atentado en París en la misma línea de Londres bajo fuego (Babak Najafi, 2016) y ahora, sin duda alguna, 12 horas para sobrevivir: el año de la elección (James DeMonaco, 2016) sirve como advertencia. Los últimos sucesos en el planeta son tan absurdos y contradictorios que, donde debería llegar un documental, aparece primero la farsa.

 

Aunque sea una mediana película de acción.

 

Por Horacio Vidal

 En portada, imagen del trailer de Atentado en París

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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