Hermosillo, Sonora.-

Ya no es lo mismo. De tres años para acá, por poner una fecha, ha venido a menos la conmemoración de lo ocurrido en una guardería al sur de esta ciudad, un día como hoy, pero de hace diez años. No solo eso. En el día a día no resuenan más en nuestras cabezas las imágenes de ese viernes, ni es tema de conversación. Y qué bueno, pues nada sano sería seguir viviendo en el dolor, como sí vivimos los hermosillenses en las horas, los días y los años posteriores a la tragedia. ¿Por qué el olvido? A continuación mis hipótesis.

El tiempo

El tiempo lo diluye todo, no cabe duda. Y aquel que no lo diluya perderá la cabeza. Buena consigna es ni perdón ni olvido como bandera de lucha, no como un acto práctico. Mienten los que afirman «te lloro igual que el primer día», «te amo igual que ayer». El tiempo es olvido, se titula una canción. El tiempo del olvido, reza el subtítulo de la película Oblivion. «El olvido se debe al mero paso del tiempo», se lee en un tratado científico (Procesos psicológicos básicos: un análisis funcional, de Vicente Pérez et al, página 62, 2018).  Sí, en el caso de la Guardería ABC el tiempo ha hecho lo suyo. Para bien o para mal.

El conflicto

Para referirse a otro asunto, en otro tiempo, me decía ayer un viejo y amigo: «Se escuchará chovinista, pero a los sonorenses no nos gusta el»… hizo el gesto de bronca, de molestia, de pleito. Rehuimos del conflicto, especialmente del sociopolítico, y esto se debe a nuestro parentesco cultural con los vecinos del norte, han analizado historiadores y sociólogos.

Existe, además, un conflicto al interior del movimiento social ABC: el de los padres afectados. No recuerdo si fue en 2016 o 17 que las conocidas diferencias entre los padres activistas llegaron al punto de encender las redes, previo al nuevo aniversario, y de pelearse por el micrófono, ya en la conmemoración del tal aniversario. Después de eso, la conocida frase «yo marcho para acompañar a los padres» se vio lastimada y decreció el ánimo y número de los hermosillenses que año con año íbamos a marchar.

***

Puedo estar equivocado en lo que hace a la conmemoración cívica y esta tarde, por aquello de los diez años, veamos una columna de manifestantes que desborde el periférico sur, bulevar Vildósola y bulevar Rosales. No lo creo, pero ojalá. En todo caso, me interesa más explorar mi tercera y última hipótesis, la de la cultura de la prevención civil en esta ciudad. Pero esa será materia de otra pieza.

Texto y fotografía por Benjamín Alonso

Cuarenta y nueve cruces frente a Palacio de Gobierno. Hermosillo, 5 de junio de 2019.

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Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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5 comentarios

  1. Tu comentario desazonado me hizo recordar a Elie Wiesel, quien sabía mucho de los mecanismos de la memoria y del dolor que nos transmite nuestro pasado. Es verdad que no podemos (aunque quisiéramos) vivir lamentándonos, lamiendo nuestras heridas. Y así no se puede vivir. Es natural que las personas reprimamos aquello que nos causa sufrimiento. Olvidar es humano. Recordar continuamente lleva a la angustia, a la desesperanza. Sin embargo, justo por ello el hecho de recordar concede a las víctimas el deber de rechazar la desesperanza y el dolor. El olvido no es opción: tras instalarnos en la desesperanza, hay que ir más allá de ella, convertirla en un acicate para hacer cosas por los otros, para los que vienen. No sólo somos responsables por la memoria de los muertos, sino que somos responsables de qué hacemos con esa memoria. La memoria debe cultivarse para crear lazos entre las personas, no para separarlas. Una sociedad moral es una sociedad con memoria. Sobre cosas así reflexionó y escribió profusamente Wiesel.

    1. Gracias, Amos. Por supuesto, ni yo ni las obras que mencioné -ni nadie, digamos- usamos «olvido» como un borramiento total. Sí como un repliegue, sí como un hecho más en la sucesión de hechos que es la vida. La memoria nos da pies, sin duda, pero estos pueden convertirse en anclas. Cuidado ahí. Más que estar recordando, sería deseable tomar esa conciencia como base para la acción. De ahí mi tercera hipótesis operativa, la de la prevención. Te agradezco nuevamente el comentario y la referencia a Wiesel. Queda anotada.

      1. Es insoportable vivir en el recuerdo de una tragedia asi permanentemente, por eso, como dice Amos, debemos hacer algo con ese recuerdo doloroso, algo bueno por los vivos. Su recuerdo de debe servir para aliviar el sufrimiento de los vivos. El mejor homenaje póstumo que podemos rendirles es llevando una vida buena, justa, agradecida.

  2. El significado japonés para la palabra «olvido» significa «sacar, borrar, eliminar del corazón». No creo que haya significado más preciso para entender los matices de la memoria y la creación de versiones de la historia de modo a que mejor nos complazca. Sin embargo, pienso que al drama vivido por la guardería ABC nadie debería sacar del corazón, la lucha de los padres y madres no debe ser solitaria, pero sí solidaria. Este dolor humano de perder un hijo, una vida, un futuro, no debe ser olvidado de los corazones mientras no se haya hecho justicia.

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