Sonora siempre está buscando sobresalir y ser alguien en el mapa, que si aquí se hace la mejor carne asada, que si tenemos a las mujeres más bonitas, que si aquí es donde hace más calor en todo el mundo o que los mejores dogos están en esta región. Tenemos una necesidad de identidad y de reconocimiento porque aunque estemos tan alejados del resto del país aquí también pasan cosas que merecen ser contadas.

Hasta antes de ese fatídico cinco de junio de 2009 los pobladores de esta ciudad vivíamos en una burbuja que nos protegía de la barbarie mexicana, acá nunca pasaba nada malo pues acá estábamos en la ciudad del sol donde el calor se cura con unas cheves, vivíamos en el paraíso comparado con el resto del país, acá no se cerraban calles, acá no se manifestaba la gente porque «todo estaba bien», acá no había «grilleros», y la única tragedia que teníamos era la huelga en la Unison.

Y luego vino ABC y todo se fue al carajo, nos reventaron la burbuja en la mera cara, sin advertencias y de chingazo y nos hizo darnos cuenta de que este paraíso alejado del México bárbaro era el más bárbaro de todos, el México que más vergüenza da y en donde la ignorancia y corrupción rebasó los límites del cinismo. El resultado de esto, 49 vidas interrumpidas que dolerán siempre, y digo vidas interrumpidas en lugar de muerte porque existe una resignación implícita en la palabra y yo me rehuso a acostumbrarme a que sea normal que la vida de un niño acabe así.

Saber por qué pasan las tragedias es imposible, pero sí podemos ser conscientes del para qué de ellas y a ocho años del incendio en la guardería ABC es importante sacudir a la memoria, sacudir y abrazar nuestra identidad, reconocer que esto es de todos y nos duele a todos, y sobre todo, sacudir nuestra vida aunque sea un segundo y reflexionar sobre esta tragedia y hablar de ella.

¿Qué sucedió después de ese cinco de junio con cada uno de nosotros? Yo en el 2009 tenía 25 años y sin ganas de tener hijos, ahora en el 2017 me fascina la idea de tenerlos y también me convertí en tía, y ese pedazo de ternura con patitas regordetas me pone contenta nomás de saber que existe y pienso entonces que todos estamos rodeados de niños que nos hacen la vida más linda. Y sé y siento que el sólo hecho de pensar en que se interrumpa su vida nos parece antinatural y jodidamente triste y entonces cuando somos conscientes del dolor, éste se vuelve universal y te deja un hueco en la boca del estómago de manera permanente y no vuelves a ser el mismo.

Este cinco de junio, además de invitarlos a marchar, quiero invitarlos a que dediquen una parte del día a recordar a estos niños que no debieron morir; que recordemos que también existen alrededor de 80 niños que tienen lesiones y tienen que vivir con esta consecuencia forzada; que antes de decir cualquier barbaridad como «dejen descansar a los niños» cerremos los ojos e imaginemos, aunque nos duela, la ausencia de nuestros propios niños y qué sentiríamos si alguien se atreviera a decirnos que ya no luchemos por la vida que nos arrebataron de una manera tan absurda.

Demos un mensaje al mundo, al país y a nosotros mismos: que tenemos memoria y dignidad, que abrazamos la tragedia que nos pertenece y que nos marcó de por vida. Hoy hablemos con nuestros hijos y contemos esta historia que nos recuerda qué tan vulnerable y efímera es la vida y por eso es importante honrarla cada que podamos, y no para que nos llegue el llanto sino para construirnos como mejores seres humanos, que no se nos olvide nunca que cuando nada pasa, pasa todo.

Porque tu dolor es mi dolor y tu lucha es mi lucha: Ni perdón ni olvido. ¡Justicia ABC!

Por Lucía Torrero

Fotografía de Benjamín Alonso

correspondiente a la segunda marcha ABC, celebrada el 13 de junio de 2009 en Hermosillo

Sobre el autor

Lucía Torrero nació en Hermosillo el año de 1984. Es egresada de la Licenciatura en Letras Hispánicas por la Unison y escribe en Crónica Sonora, a veces sobre las mujeres para que la lean los machos.

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1 comentario

  1. ayyy, cuanta tristeza, cuánta razón y emoción en las palabras de Lucía, empezando por la toma de conciencia sobre la altísima autoestima de lo sonorense y terminando por las tremendas pérdidas, abrazos mil…

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