El responsable de la matanza en la sinagoga de Pittsburgh, un tal Robert Bowers, pensaba, como millones de personas, que los judíos controlan el mundo. ¿Y cómo lo hacen? ¿Cómo es posible semejante proeza? Según uno de los disparates del antisemitismo (esa mala palabra que pretende templar lo que verdaderamente es: Judenhass, odio a los judíos) lo hacen controlando las mentes de los gentiles con ideas que inculcan culpa y sumisión entre los individuos de las “razas superiores”. ¿Como cuáles? Como “derechos”, “dignidad humana” o “compasión”. Se trata de un recurso que Hitler aprovechó al máximo para avivar su teoría de la conspiración judía y reducir la identidad cultural alemana al antisemitismo. De ahí también que el verdadero poder judío no residiera tanto, según el malhadado Führer, en su poder material, sino en las mentes (el vehículo de esas ideas malignas) de los judíos y de quienes se habían contagiado con ellas (que habían caído víctimas del “judío interior” que a todo amenaza). La “higienización” de la cultura mediante el exterminio de los judíos y sus secuaces fue la conclusión trágica de esta lógica retorcida.

Robert Bowers había enviado amenazas poco antes de su crimen a la organización HIAS (Hebrew Immigrant Aid Society), llamaba “invasores” a los inmigrantes y “enemigos de los blancos” a los judíos. Dado que no podía soportar ver cómo se “asesinaba” a su pueblo, concluyó: “Todos los judíos deben morir”. No es sino una lógica ligeramente distinta de la que tracé en el párrafo anterior. Representar (y defender) a los inmigrantes como portadores de derechos y dignidad se percibe como una amenaza para la integridad de un “pueblo” cuya fuerza se “debilita” y “contamina” con elementos extraños. ¿Basta con denunciar este tipo de perspectivas como meros prejuicios anquilosados o consecuencias indeseables de la globalización? “Screw your optics. I’m going in”, fue el último mensaje que tecleó Bowers momentos antes de entrar a la sinagoga con un rifle de asalto y tres pistolas.

Desde luego que apoyarse en conspiraciones tiene la ventaja para el victimario de que le permite convertirse en víctima (como Bowers, quien “defendía” a su pueblo). Porque tampoco es fácil confesar que odiamos, que somos presa de una pasión incontrolable y a menudo denigrante. Además, el mecanismo del odio (o al menos de este tipo de odio) parece indicarnos que nunca odiamos a quien consideramos inferior a nosotros. Si algo de esto es cierto, un antisemita, por muy orgulloso que se muestre por su raza, su pueblo, sus costumbres o lo que sea, alberga en su mente la creencia, inconfesable, de que considera al judío más poderoso que él. El blanco del odio casi siempre es una representación, una idea de quién es o quiénes son los que odiamos. Para el caso del antisemitismo, todos los judíos equivalen a cualquier judío, a éste o a aquel, al conocido o al desconocido. Todos deben morir. 

Me pregunto si, en el colmo de la idiotez que colmó este indignante suceso, el vicepresidente Mike Pence no sucumbió a esa lógica cuando invitó a orar para recordar a las víctimas de Pittsburgh a un rabino mesiánico. Al parecer tenía más de sesenta opciones según el directorio de rabinos del área de Michigan en el que se encontraba y eligió traer justo al que, para los propios judíos, es en realidad un cristiano (y quizá antisemita, según la interpretación que muchos judíos hacen del movimiento mesiánico). “Tráiganme un judío, al que sea” ¿Serían ésas las palabras de Pence al emitir su orden?

Por Héctor Islas Azaïs

Fotografia de Steph Chambers / Pittsburgh Post-Gazette via AP

Rabbi Eli Wilansky lights a candle after a mass shooting at Tree of Life Synagogue in Pittsburgh’s Squirrel Hill neighborhood on Saturday.

Sobre el autor

Filósofo, ensayista, editor y traductor cajemense. También le hace a la promoción cultural y ha sido profesor en diversas instituciones de educación superior en Hermosillo, Cajeme y la Ciudad de México. Lleva ya un rato trabajando en la UNAM. Se obsesiona con la ética y la filosofía de la religión, aunque en su siguiente vida quiere ser compositor o novelista —o, si las anteriores opciones fallan, cronista de béisbol—. Últimamente le ha dado por averiguar cómo hacerle para que la filosofía vuelva a ser una actividad relevante en los espacios públicos y educativos.

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5 comentarios

  1. Tengo entendido que los judíos son el grupo religioso que sufre más delitos de odio en EE UU.
    La sinrazón hace que los antisemitas sean en realidad antihumanos.
    Impecable ensayo de Hector.

  2. Muchas gracias por tu comentario, estimado Rubén. En efecto, de acuerdo con el FBI, el grupo religioso más expuesto a ataques violentos en Estados Unidos en la actualidad no son, como muchos podrían creer, los musulmanes, sino los judíos. En ese país los índices de antisemitismo van a la alza, como en Europa.

  3. Hector, me hiciste recordar el libro de «Los límites del perdón», de Simon Wiesenthal, en donde el soldado nazi moribundo también pide que le lleven «un judío», cualquier judío, a su lecho de muerte para pedirle «perdón», como si fuese posible perdonar en nombre de los demás…

    1. Exacto, porque, si no recuerdo mal, ese soldado moribundo pide «que le traigan un judío». ¿Cuál? El que sea. Gracias por el comentario tan atinado.

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