Estamos ante un mar de cosas buenas y malas. En la inmensidad del Océano Pacífico, esta película navega con cierta firmeza. Sin embargo, al apostar por un argumento en paralelo, abusa del melodrama romántico. Y esto es lo que amenaza con hacer naufragar toda la producción.

A la deriva (Baltasar Kormákur, 2018) se mantiene a flote, después de todo, mezclando así supervivencia con romance.

Las películas de resistencia marina gozan de una aureola favorable. Náufrago (Robert Zemeckies, 2000), Todo está perdido (J.C. Chandor, 2013) y la extraordinaria La vida de Pi (Ang Lee, 2012), son ejemplos recientes del vigor que exhibe el género.

Ahora bien, los protagonistas masculinos han dominado el panorama. Tom Hanks, Robert Redford, Shuraj Shama y un tigre macho, respectivamente, llevaron las cintas arriba mencionadas a puerto seguro. Apenas Miedo profundo (Jaume Collet-Serra, 2016), presentó a Blake Lively – en bikini – sola, luchando por su vida.

Así, A la deriva, pretende hurgar en los corazones de Tami Oldham (Shailene Woodley) y su enamorado Richard Sharp (Sam Claflin) para relatar un suceso real: el naufragio del yate de recreo Hazaña, ocurrido en 1983 al enfrentar al huracán Raymond.

No hay mas que de dos aguas. A la deriva pudo ser una gran película, si en vez de insistir en melosos flashbacks que cuentan como este par de nómadas románticos se conocieron en Tahití, hubiera construído un argumento con mayor fortaleza en el desastre y los 41 días que vinieron después.

Efectos especiales, una magnífica banda de sonido y, sobre todo, la sólida interpretación, en los momentos más extremos, por parte de Shailene Woodley, acuden al rescate en A la deriva.

La odisea soportada, en la realidad, por Tami Oldham, sirve para presentar en el cine a una heroína necesaria y oportuna en estos tiempos de empoderamiento femenino. Una mujer con el suficiente sentido común y la valentía indispensables para vencer todos los obstaculos. No cualquiera.

Y es que Richard, el personaje masculino, no puede hacer más que rendirse a la bravura de su pareja: “My ribs are broken. My leg’s shattered. I’m, dead weight”. Los roles convencionales han sido revertidos. La aventura apenas comienza.

El director, Baltasar Kormákur, se desenvuelve mucho mejor durante las situaciones límite y de catástrofe, que en una trama sentimental y cursi. Hay un diálogo, al principio del filme, donde se admite – ¿tal vez en forma involuntaria? –  esta circunstancia. Ni hablar.

¿Es posible evitar el lugar común que dicta: el Océano Pacífico, el mar embravecido y la posterior calma chicha, son el verdadero protagonista de la película? No. Porque en verdad es así.

Las cámaras submarinas, Go Pro, envuelven a esta película de manera virtuosa. Kormákur filma en la superficie marina y en secuencias de buceo con una convicción realista que logra hacernos contener la respiración. Se trata de excelentes escenas de suspenso. Son lo mejor de A la deriva.

Además la adaptación cinematográfica de esta historia, basada en la crónica “Red sky in mourning: a true story of love, loss and survival at sea”, escrita por Tami Oldham, presenta un inesperado golpe de timón que levanta a la cinta pues le otorga un desenlace memorable.

Los enamorados, ante la grandeza del Pacífico, hablan acerca de la belleza de los crepúsculos. Tami y Richard comparan entonces el horizonte con los lienzos impresionistas de Monet, entre la broma y la seriedad.

La razón les asiste. Es por eso que resulta un poco lastimoso pensar en lo que Kormákur dejó escapar: la creación de una nueva Venus, a partir de la actuación de Shailene Woodley, en un guión que le hiciera mayor justicia.

A la deriva no tiene el rigor clásico de Todo está perdido. Tampoco exhibe los preciosistas trucos digitales y fotográficos de La vida de Pi. A pesar de sus atisbos de romance, es la habilidad de Baltasar Kormákur y la presencia de la Woodley, en la acción trepidante, lo que vale la pena.

En los instantes logrados, aparece la impronta de Werner Herzog, el gurú de las aventuras delirantes y los grandes relatos de supervivencia.

¡Ay, si le quitaramos tantas secuencias “románticas”, A la deriva hubiera sido una de las mejores películas del año!

Por  Horacio Vidal

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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