No sé si habrá sido lo imponente del Teatro Diana, pero fueron muy pocos  los que vi grabando el concierto con sus tablets o celulares. En cambio, el respetable estaba coreando las rolas, disfrutando. Diciéndole en voz alta a Juan Carlos Bodoque que no cayera en las patrañas del Tío Pelado para que ese conejo reportero no apostara los regalos de los personajes en las carreras de caballos.

Creo que la generación que creció escuchando a 31 Minutos está hecha de un material diferente en comparación con, digamos, los chicos y las chicas Disney. Parafraseando al maese rupestre Arturo Meza, este no fue un concierto para dispositivos móviles o para “reporteros de la nada”.

León se “engenta” con mucha facilidad: nos hemos salido de un par de obras de teatro para niños y de otros escenarios a los que hemos ido y que, según yo, él va a disfrutar. Es un buen crítico, a los pocos minutos de no gustarle algo suelta su “papá, ámonos”. Tiene tres años, no creo que él esté en un error.

Guadalajara nos recibió con una lluvia y un frío de la chingada. Qué bueno que el Cocó Ramírez nos abrió la cálida Embajada de Vícam en Guanatos y nos dio hospedaje. Este bato tiene la casa llena de libros, dos pianos, guitarras, bajos, claves y… En algún momento los tres: León, Cocó y yo, nos convertimos en una extraña tribu de tres vagando por las calles del mero centro tapatío. Comimos carnitas michoacanas (trago saliva), tortas ahogadas (me gruñen las tripas) y carne en su jugo (maldita sea, ahorita vuelvo, voy a la cocina).

La Embajada de Vícam en Guadalajara queda a escasas tres cuadras del Teatro Diana. Y ahí estábamos con León en la entrada. Los vendedores de piratería ofrecían un montón de chácharas a los asistentes. Hacen bien, ya que los de 31 Minutos, de manera “oficial”, tienen muy pocos objetos y productos a la venta: discos (¿quién compra discos? ya ni los piratas los ofrecen), un libro perdido, camisetas y muñecos que venden ya adentro de los recintos donde dan los conciertos; poca variedad en comparación con los bucaneros. No compramos nada para nadie. El papá de León sabe que los corsarios rematan la mercancía al terminar el concierto; con sumada obviedad se realizó la ganga de la merchandaise en el de Guadalajara, el del segundo horario, que fue el final de la gira Calurosa Navidad en México del año 2017.

El programa de 31 Minutos se transmite desde el 2003 y tiene el formato de ser un noticiario que es conducido por un arrogante y a veces ingenuo calcetín con forma de chango llamado Tulio Triviño. Cuenta con variadas secciones: ya sea con la pregunta del día, la siempre divertida Nota Verde a cargo del reportero estrella Juan Carlos Bodoque y en una de las temporadas un perro llamado Mario Hugo tuvo un bloque donde se trataban temas de lo paranormal y extraordinario llamado La Dimensión Hermosa y Desconocida. Pero donde nos detendremos es en la sección de espectáculos que pilotea un rudimentario títere de nombre Policarpo Avendaño, quien presenta un celoso ranking top de videoclips  Yde una gama de géneros musicales que van desde el rock, el calipso, punk ycumbia hasta el folk.

Es entonces del ranking top del muñeco cascanueces de Policarpo Avendaño que se desprende el espectáculo de las canciones en los conciertos que ofrece 31 Minutos en varios países del mundo. En cada gira desarrollan una temática distinta durante el recital; esta vez fue el tema navideño, pero nada qué ver con el ramplón festejo y su parafernalia de consumo, no qué va. Para ocuparnos del show musical, resumamos: Juan Carlos Bodoque va al Polo Norte a recoger los regalos de todos los personajes, pero termina apostando estos a su caballo favorito que nunca gana: Tormenta China. Por esto, el crew se queda en espera de un milagro navideño que les salvara su Calurosa Navidad.

La tercera llamada se hizo necesaria en el teatro que estaba a casi reventar de no ser por una tercia de palcos que estaban ocupados por una o dos personas. No fue de extrañar el hecho de abrirse entre dos y cuatro horarios de conciertos por ciudad (Cdmx, Monterrey, Guadalajara y Aguascalientes). Y aparece Cápara Sonia con un pegajoso ska titulado Mundo Interior; Cápara es una tortuga que quiere encajar en un grupo de conejos que no paran de rechazarla. Pero no os preocupéis por esta tortuga skanki, todo termina con un nada gratuito y aleccionador final feliz.

Los muñecos son enormes. Siempre tuve la duda de cómo carajos le hacían para presentarse en foros tan nutridos. No debe ser nada fácil manejar esos títeres que de básicos no tienen nada. La producción ni se diga: a simple vista pareciera de lo más simple, pero no, es de un minimalismo que exige un máximo de creatividad para resolver la puesta en escena.

Después llego Gary González con su canción-crónica  de cómo construye un castillo de arena frente al mar… Vaya, en pleno invierno ir al mar… El niño de tres años se quedó en absoluto silencio hasta la quinta canción. Lo conozco, juntos escuchamos innumerables veces a estos calcetines cantantes y él siempre pide ir directamente a escuchar Dante Torobolino, el maguito explosivo que en uno de los capítulos hace estallar a un aerolito que iba chocar contra la tierra. Esta vez no estábamos frente a la tele sino en la tercera fila de un concierto de 31 Minutos… No había forma de irnos a su canción favorita, que dicho sea de paso, no la tocaron, pero el mentado maguito sí salió a escena y no había visto a mi hijo abrir los ojos tan grandes, así como dibujo de monito de manga japonesa cuando quiere llorar de alegría.

Para apoderarse del escenario apareció La Corchetis a cantar la de Son Pololos. Esta cantante de folk sacó de la contemplación a León quien no paró de tirarle besos a la monita mientras transcurrió la rolita acústica actuada por un par de enamorados, una monita con un pasamontañas y hasta un zombie espacial…

Las rolitas y los personajes que las interpretan son, algunas de ellas, un homenaje a grandes figuras del rock y de otros géneros; por ejemplo la canción de Mister Guantecillo de los Hermanos Computadores de Paine que emula al dueto de Daft Punk, o la pieza de Parque de Diversiones que canta Milton Ludovico hace una referencia casi directa a la clásica banda Queen.

Llegó el turno de la osita Cucky con su rolita de La Señora Interesante; que la neta se me figura mucho a la extraordinaria Patty Smith. Bueno, he escuchado a la gente quejarse de que en la banda de 31 Minutos haya una sola mujer, pero la neta que Jani Dueñas, quien canta las canciones de las monitas del show, puede con el nada fácil paquete de ser la única al micrófono. Lo hace más que bien.

Después de un escaneo visual al teatro, y ver a todos cantando y bailando, León entendió que él también podía prenderse así que se bajó de la silla y empezó a brincar, aplaudir y corear las rolas. Una pareja de chavos que estaban en las butacas de la orilla de la fila muy amablemente cedieron sus lugares para que León pudiera hacer slam y brincotear a sus anchas en el pasillo. Vaya, le debemos una a esos chavos. Les digo, que la generación 31 Minutos está hecha de un buen molde.

Siguió el set list y la mayoría coreaba (mos) las rolas. Los niños un día dejarán de ser niños y hay que estar preparados para eso. Los de 31 Minutos lo saben y a través de sus canciones logran transmitir felicidad, mensajes en contra del mentado bullying, aceptación inteligente de situaciones nada agradables como el rechazo y el enojo.

Y así aparecieron El Dinosaurio Roberto, Coágulo Espátula, Patana y el resto, el mismo Juan Carlos Bodoque con una canción-lamento  por haber apostado los regalos de navidad de sus amigos. Y no pudo faltar John Quijada con la rolita de Diente Blanco, No te vayas en la cual al final remató, para risa y carcajadas del respetable, con los coros de la popular Querida del Divo de Juárez. Y el cierre, vaya, es la primera vez que una banda toca cuatro canciones de encore, pero eso no es lo relevante… ¡el público estuvo de pie durante las cuatro últimas piezas del concierto!

Durante todo el concierto no nos comimos las palomitas que nos costaron una fortuna. León apenas quiso un trago de agua. Salimos y los vendedores de piratería se habían duplicado. Todos nos abalanzamos sobre ellos; y sí, habían bajado considerablemente los precios. Aun así, sólo compramos un banderín de la gira. León, con las pocas palabras que domina, sigue hablando del concierto cada vez que encuentra la ocasión o le preguntan de a quién vio la noche del 16 de diciembre de ocho a diez y media de la noche en el Teatro Diana de Guadalajara. Yo justo al otro día de que aterrizamos en Hermosillo empecé a echar monedas de diez y cinco pesos para volver a escucharlos, porque a estos calcetines ya les ha dado por venir a México a presentar su show cada fin de año.

Texto y foto por Omar Gámez Navo

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Sobre el autor

Narrador. Originario de Navobaxia, municipio de Huatabampo, Sonora.

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